Cardenal Fray Georges Cottier O.P.
ESTRATEGIA SIN TIEMPO
1. GUERRA DE MOVIMIENTO Y GUERRA DE POSICIÓN
La teoría ampliada del Estado es la base que permite a GRAMSCI responder de modo original a la cuestión del fracaso de la Revolución en los países occidentales; ese fracaso de la Revolución ocurrió, supone GRAMSCI porque no se tomó debidamente en cuenta la diferencia estructural que existe entre, por un lado, las formaciones sociales de “Oriente” (entre las se incluye la de Rusia zarista), caracterizadas por la debilidad de la Sociedad Civil en contraste con el predominio casi absoluto del Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales de “Occidente”, donde se da una relación más equilibrada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, donde se realizó concretamente la “ampliación” del Estado. A partir de esa respuesta, GRAMSCI puede formular, de modo positivo, su propuesta de estrategia para los países “occidentales”: en las formaciones “orientales”, el predominio del Estado-coerción impone a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, una “GUERRA DE MOVIMIENTO”, dirigida directamente hacia la conquista y conservación del Estado en sentido estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas deben emprenderse inicialmente en el ámbito de la sociedad civil, tendiendo a la conquista de posesiones y de espacios (“GUERRA DE POSICIÓN”), de la dirección político-ideológica y del consenso de los sectores mayoritarios de la población, como condición para el acceso al poder del Estado y su posterior conservación.
Paulatinamente, sin embargo, en la medida en que el desarrollo de los procesos de socialización de las fuerzas productivas llena a una socialización de la participación política, en que esa “fluidez” propia de la época del liberalismo de participación restringida cede lugar a la “estructura masiva” de las democracias modernas – y GRAMSCI pone el punto de inflexión en 1870 -, las sociedades europeas pasan a “occidentalizarse”: se impone así un cambio en la estrategia de la lucha socialista.
La fórmula cuarentiochesca de la “revolución permanente” – concluye GRAMSCI – es sometida a una relaboración, encontrando en la ciencia de “hegemonía civil”. En el arte político ocurre lo mismo que en arte militar: la guerra de movimiento deviene cada vez más en guerra de posición. (A. G., Notas sobre Maquiavelo, p.112,113).
Por lo tanto, la renovación/superación, gramsciana no se refiere únicamente a la táctica concreta de los bolcheviques rusos en una sociedad de tipo absolutista, implicando la imposibilidad de su aplicación universal, sino que engloba también un cierto blanquismo residual presente en las formulaciones de MARX y ENGELS, sobre todo hacia 1848, cuando lidiaban con sociedades liberales que aún no se habían “occidentalizado” plenamente. En segunda lugar, cabe observar la correlación que GRAMSCI establece entre “guerra de movimiento” y “revolución permanente”, por un lado, y entre “guerra de posición” y “conquista de la “hegemonía civil”, por el otro; la clave de la “guerra de posesión” de la estrategia adecuad a los países “occidentales” o que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lucha por la conquista de la hegemonía, de la dirección política o del consenso. O, para usar las palabras del mismo GRAMSCI:
Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente YA ANTES de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga lo tenga firmemente en sus manos, se hace dominante, pero tiene que seguir siendo también “dirigente”. (A.G. “El problema de la dirección política, p. 486).
Esa aguda percepción de las transformaciones históricas ocurridas en las sociedades capitalistas, con la con la necesidad de una renovación de la estrategia marxista de transición al socialismo, no debe ocultar el hecho de que GRAMSCI – al formular – estaba dando también una batalla política ACTUAL, precisamente contra los que no advertían la necesidad de esa renovación. Para él, el
paso de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posiciones incluso en el campo político (...) me parece la cuestión de teoría política más importante planteada por el período de la postguerra (1914-1918) y la más difícil de resolver justamente. Y, en seguida, critica duramente a TROTSKY por seguir proponiendo la teoría de la “revolución permanente”, del ataque frontal, “en un período en que este sólo es causa de derrotas” (t.3,p.105).
Pero sería interesante observar que aunque sus críticas se dirigían explícitamente a TROTSKY y (como veremos) a ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI se opone aquí, en realidad, a toda la línea seguida por la INTERNACIONAL Comunista en el período que va de 1929 a 1934; una línea basada en la falsa suposición de un inminente colapso del capitalismo, de la apertura de una crisis revolucionaria mundial (concebida en términos de “catastrofismo económico”), con la consiguiente deducción de la necesidad de adoptar una táctica de ataque frontal, de ofensiva en todos los planos, según la cual incluso la Socialdemocracia debía ser tratada y combatida como a una “hermana gemela del fascismo”.
Combatiendo el trotskismo y, al mismo tiempo, el “viraje izquierdista” de STALIN después de 1929, GRAMSCI se mantiene fiel a las directrices indicadas por LENIN en el III Congreso de la IC (1921), cuando el “izquierdismo” es duramente combatido y la IC propone una política de “frente único” con las demás fuerzas obreras y socialistas, una política que intuía la mayor complejidad de las de las sociedades “occidentales”, pero que sería abandonada por STALIN precisamente a partir de 1928-1929.
Me parece que ILICH (LENIN) comprendiendo – observa GRAMSCI – que era preciso un cambio de la guerra de movimiento, aplicada victoriosamente en Oriente (esto es, en Rusia) en 1917, a la guerra de posiciones, única posible en Occidente (...). Esto es lo que creo que significa la fórmula del “frente único”.
Y GRAMSCI prosigue, estableciendo de modo concreto la determinación central de la diferencia entre Oriente y Occidente:
En Oriente, el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía de inmediato una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se comprende, pero precisamente eso requería un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. (p. 157).
El concepto de “sociedad civil” introduce aquí una concesión esencial en relación a una formulación análoga a la de 1924. Es precisamente esa “RELACIÓN EQUILIBRADA” entre Estado y Sociedad Civil la que desautoriza, en Occidente, la sobreestimación del papel de las crisis económicas en el proceso de disgregación del bloque dominante y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia en la idea de un “ASALTO REVOLUCIONARIO” al PODER. Contra ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI insiste en el hecho de que,
(...) en lo que respecta a los Estados más avanzados, (...) la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficos del elemento económico inmediato (crisis, depresión, etc): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna. (A.G. Notas sobre Maquiavelo, p.94).
De aquí por qué GRAMSCI, para definirlas, se refiere a la noción de “crisis orgánica”, o sea, a una crisis que – a diferencia de las “crisis ocasionales” o “coyunturas” – no lleva consigo la posibilidad de una solución rápida por parte de las clases dominantes y significa una progresiva disgregación del viejo “bloque histórico”. GRAMSCI usa la expresión “bloque histórico” en dos acepciones distintas, aunque relacionadas dialécticamente: 1) como la totalidad concreta formada por la articulación de la infraestructura material y las superestructuras políticos-ideológicas y 2) como una alianza de clases, bajo la hegemonía de una clase fundamental en el modo de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una formación económico-social existente.
Si la “crisis orgánica”, en su aspecto económico, se presenta como manifestación de contradicciones estructurales del modo de producción, también aparece – en el aspecto superestructural, político-ideológico – como CRISIS DE HEGEMONÍA. Y así es como GRAMSCI la define:
Si la clase dominante ha perdido consenso, o sea, si ya no es “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas se han apartado de las ideológicas tradicionales, que no creen ya en lo que antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. (Cuadernos, t. 2, p. 37).
En suma: en la “guerra de posiciones” que atraviesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole progresivamente una solución, no hay lugar para la espera mesiánica del “gran día”, para la pasividad espontaneísta que cuenta con la irrupción de una explosión de tipo catastrófico como condición para el “asalto al poder”. El criterio central para la decisión de la crisis es la iniciativa de los sujetos políticos colectivos, la capacidad de HACER POLÍTICA, de envolver a grandes masas en la solución de sus propios problemas, de luchar cotidianamente por la conquista de espacios y posesiones, sin perder de vista el objetivo de promover transformaciones de estructuras que pongan fin a la formación económico-social capitalista. Si la crisis económica no se traduce espontáneamente en la disgregación del bloque dominante (sino que incluso puede, en ciertas condiciones, favorecer una reagregación de ese bloque), ello significa que tal disgregación depende directoramente de la capacidad de la clase dominada para HACER POLÍTICA; o, en otras palabras, para conquistar progresivamente para sí la hegemonía perdida por la clase dominante. Tenemos así que esta conquista de la hegemonía, la transformación de la clase dominante ANTES de la toma del poder, es el elemento central de la estrategia gramsciana de transición al socialismo; una estrategia que, además de impuesta por la mayor complejidad de las sociedades “occidentales”, tiene la ventaja de ofrecer resultados más estables, seguros, pues – según GRAMSCI – “la guerra de posiciones” una vez ganada, es decisiva definitivamente. (t.3, 106). Y no está de más recordar aquí que para convertirse en clase dirigente en clase dirigente, hegemónica, la clase obrera debe volverse – como ya lo dijo GRAMSCI desde mediados de los años veinte- CLASE NACIONAL: o sea, debe superar cualquier espíritu corporativista y asumir como suyos todos los problemas efectivos de la nación.
GRAMSCI registra la intuición de LENIN sobre la necesidad histórica de pasar de la guerra de movimiento a la guerra de posesiones, dice lo siguiente:
ILLICH no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aún teniendo en cuenta que él podía profundizarla sólo teóricamente, mientras que la misión un reconocimiento del terreno y una fijación de los elementos de trinchera y fortaleza representados por los elementos de la sociedad civil. (t. 3, p. 157). En realidad, este planteamiento de GRAMSCI puede leerse también como un programa de trabajo: a lo largo de los CUADERNOS, él se empeña precisamente en profundizar los dos momentos, en hacer aquello para lo que LENIN “no tuvo tiempo”. En primer lugar, emprende la profundización a NIVEL TEÓRICO, con su teoría ampliada del Estado, con la formulación de la diferencia entre las formaciones “orientales” y “occidentales”, con los conceptos de “guerra de posición” y “crisis orgánica”, etc. Y, en segundo, opera un profundo reconocimiento del “TERRENO NACIONAL” ITALIANO, gracias a sus detallados estudios sobre el proceso peculiar de transición al capitalismo en Italia (a través de una “revolución pasiva” o “revolución sin revolución”) sobre la centralidad nacional de las cuestiones meridional y vaticana, sobre el carácter cosmopolita y no-nacional-popular de la cultura y de los intelectuales italianos, etc.
En Oriente el Estado es todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera, detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se entiende, pero esto precisamente exigía un conocimiento de carácter nacional. (QC II, pp. 865-66. Ibid. Pp. 95-96. Se reitera QC III, pp. 1614-14; ANTONIO GRAMSCI, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Ed. Juan Pablos, México, 1975, pp. 93-94).
Bastará simplemente destacar los elementos principales visibles de los que se componen agrupándolos en una serie de oposiciones:
ORIENTE (RUSIA) OCCIDENTE E. Occ.
SOCIEDAD CIVIL PRIMITIVA/GELATINOSA DESARROLLA/FIRME
ESTADO PREPONDERANTE EQUILIBRADO
ESTRATEGIA MANIOBRA POSICIÓN
TIEMPO RAPIDEZ DEMORA
Aquí, con revolución permanente se refiere claramente al Discurso inaugural de la Liga Comunista de 1850, cuando MARX abogaba por una escalada de la revolución burguesa, que acabada de barrer a Europa, a una revolución proletaria. La Comuna marca el final de esta esperanza. A partir de ese momento, la guerra de posición reemplaza a la revolución permanente. La distinción Oriente/Occidente vuelve a aparecer en forma de una demarcación de las “democracias modernas” respecto a las sociedades atrasadas y coloniales” en donde todavía prevalece la guerra de movimiento. Situado en contexto, este cambio corresponde una variación en las relaciones entre “Estado” y “sociedad civil”. En 1848, el Estado es “rudimentario” y la sociedad civil” es “autónoma” respecto a él. Después de 1870, la organización interna e internacional del Estado se vuelve “compleja y masiva”, mientras que la sociedad civil también se desarrollando correlativamente. En este momento es cuando aparece el concepto de hegemonía. Porque la nueva estrategia necesaria es precisamente la de la “hegemonía civil”. No es difícil, en efecto, discernir en el texto de GRAMSCI el eco de la famosa denuncia a la “parásita y monstruosa maquinaria” del Estado bonapartista en Francia hecha por MARX. Su periodización es algo diferente a la de MARX ya que él da como fecha del cambio la victoria de THIERS y no la de de LUIS BONAPARTE, pero el tema es el del DIECIOCHO BRUMARIO y el de LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA. (Cfr. CARLOS MARX, “La guerra civil en Francia”, Madrid, 1970).
Sintetizando sus ideas estratégicas expuestas en los Cuadernos en términos de lucha política, resulta que en Occidente la guerra de posiciones, esto es, una enorme acumulación de fuerzas en la sociedad civil, es el eslabón elemental para la toma del poder; y no la guerra de movimientos o de maniobra, es decir, el asalto insurreccional al poder más propio de lo acaecido en Oriente (RUSIA). En la raíz del análisis se sitúa la distinción entre el Oriente y el Occidente europeo y sus Estados. Decía GRAMSCI: “En Oriente el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente entre el Estado y la sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía enseguida una robusta estructura de la sociedad civil”. “El Estado no era más que una trinchera avanzada, detrás de la cual había una robusta cadena de fortaleza y casamatas; esto variaba de Estado a Estado, naturalmente, pero por ello se requería – en Occidente – un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. Es adecuado repetirlo, GRAMSCI está empleando aquí una metáfora militar.
Ahora bien, el análisis primitivo en los Cuadernos (Quaderni) va ligado, de hecho, al de las estrategias revolucionarias. Extrayendo las consecuencias del fracaso de la revolución en Italia, GRAMSCI, repito, distingue las “guerras de movimiento” y las “guerras de posiciones”. La Revolución rusa de 1917 es un ejemplo de guerra de movimiento: el Estado zarista era fundamentalmente un “aparato de Estado” burocrática y militar, que no se apoyaba en una poderosa sociedad civil, es decir, un complejo ideológico y cultural importante. Lo esencial era, pues, invertir el aparato de Estado. Por el contrario, en Occidente, donde la fuerza de la clase dirigente reside sobre todo en su hegemonía cultural, a través de poderosos aparatos ideológicos, el Estado
“no es más que una trinchera avanzada, tras la que se halla una gruesa cadena de fortalezas y casamatas (sociedad civil)”.
En semejante situación, la estrategia revolucionaria sólo puede tomar la forma de una “guerra de posiciones”, de una intensa lucha ideológica y política. (Mach. P. 68).
Tales son los dos tipos reales de estrategia revolucionaria. Pero GRAMSCI les añade un tercero que se analiza minuciosamente en los QUADERNI, el de “revolución pasiva”.
Ésta se caracteriza por la ausencia de toda lucha determinada contra la antigua clase dirigente, lo que desemboca de hecho de una solución, en una “revolución-restauración”.
La actitud pasiva es la consecuencia de una doble debilidad: en el nivel ideológico, un determinismo fatalista y la ausencia de dirección político-militar (hegemonía) de las fuerzas revolucionarias.
En cuanto al estudio del origen teórico del cristianismo primitivo no se absorba en los Cuadernos (Quaderni) debido a razones prácticas, a saber, la falta de documentación. Al proponer en los Quaderni las grandes líneas de lo que hubiera debido ser un “periodismo integral”, subraya GRAMSCI la necesidad de revistas bibliográficas críticas, entre ellas, “una de las más importantes (se consagraría) a los resultados de la crítica histórica aplicada a los origines del cristianismo, a la personalidad histórica, a los Evangelios, a sus diferencias, a los Evangelios sinópticos y al de San Juan, a los Evangelios “apócrifos”, a la importancia de San Pablo y de los apóstoles, a las discusiones para averiguar si Jesús puede ser la expresión de un mito, etc. (I, p. 1949). El análisis del cristianismo en términos de estrategia revolucionario responde por el contrario a la experiencia personal y la influencia de SOREL. (Véase: AVANTI!!! GRAMSCI periodista “integral”. Por algunos años, la actividad dominante de ANTONIO GRAMSCI fue el periodismo y periodista continuo siendo hasta el momento de su arresto, aún cuando su actividad de dirigente político resiltó preponderante. ANTONIO SANTUCCI, director del Instituto Gramsci, revista “Margen izquierdo”, Buenos Aires, nº 2, abril/.mayo 1990, pp. 57-61).
Con respecto a la teoría ampliada del Estado es la base que permite a GRAMSCI responder de modo original a la cuestión del FRACASO de la revolución en los países occidentales: ese fracaso ocurrió, supone GRAMSCI porque no se tomó en cuenta la diferencia estructural que existe entre, por un lado, las formaciones sociales de “Oriente” (entre las cuales se incluye la de Rusia zarista de los Romanov, caracterizadas por la debilidad de la sociedad civil en contraste con el predominio casi absoluto del Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales de “Occidente”, donde se da una relación más equilibrada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, donde se realizó concretamente la “AMPLIACIÓN” DEL ESTADO. (Véase. La estrategia socialista en “Occidente”: - estrategia sin tiempo -. Guerra de movimiento y guerra de posición).
A partir de esa respuesta, GRAMSCI puede formular, de modo positivo, su propuesta de estrategia para los países “occidentales” : en las formaciones “orientales”, el predominio del Estado-coerción impone a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, una “guerra de movimiento”, dirigida directamente hacia la conquista y conservación del Estado en sentido estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas deben emprenderse inicialmente en el ámbito de la sociedad civil, tendiendo a la conquista de posesiones y de espacios, (“guerra de posición”), de la dirección político-ideológica y del consenso de los sectores mayoritarios de la población, como condición para acceder al poder del Estado y su posterior conservación. La “occidentalizad” de una formación social no es, para GRAMSCI, un hecho puramente geográfico sino sobre todo un hecho histórico. GRAMSCI no se limita a registrar la presencia sincrónica de formaciones de tipo “oriental” y de tipo “occidental”, sino que indica también los procesos histórico-sociales, diacrónicos, que llevan a una formación social a “occidentalizarse”. Al referirse a la teoría de la “revolución permanente” en la formulación que le habían dado MARX y ENGELS (Cfr. MARX y ENGELS, “Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas”, en Obras escogidas en tres tomos, ed. Progreso, Moscú, 1976, t. I, p. 183. El texto es de marzo de 1850). Es decir, “como expresión científicamente elaborada de las experiencias jacobinas” de la Revolución Francesa, GRAMSCO advierte:
“La fórmula es propia de un periodo histórico en el cual no existían aún los grandes partidos políticos de masa ni los grandes sindicatos económicos y la sociedad estaba aún, bajo muchos aspectos, en un estado de “fluidez”. (Antonio Gramsci, “NOTAS SOBRE MAQUIAVELO…cit., p. 112, 113, ibid.).
Progresivamente, sin embargo, en la medida en que el desarrollo de los procesos de socialización de las “fuerzas productivas” lleva a una socialización de la participación política, en que esa “fluidez” propia de la época de participación restringida cede su lugar a la “estructura masiva” de las democracias modernas – y GRAMSCI pone el punto de inflexión en 1870 -, las sociedades europeas pasan a “occidentalizarse”: “se impone así un cambio en la estrategia de la lucha socialista”.
“La fórmula cuarentiochesca de la “revolución permanente” – concluye GRAMSCI – es sometida a una relaboración, encontrando en la ciencia política su superación en la fórmula de “hegemonía civil”. En el arte político ocurre lo mismo que en el arte militar: la guerra de movimiento cada vez más en guerra de posición.
En primer lugar, vemos que la necesidad de una nueva estrategia no es impuesta solamente por la diferencia sincrónica, simultánea, entre sociedades “occidentales” y “orientales”, sino también por la diferencia diacrónica - en el interior de las sociedades hoy “occidentales” – entre periódicos marcados por la debilidad de la organización de masas (donde se impugna la “guerra de movimiento”, el choque frontal con el Estado-coerción) y periodos de intensa socialización de la política (donde la conquista paulatina de posiciones ocupa el lugar central en la estrategia obrera.
En segundo lugar, cabe observar la correlación que GRAMSCI establece entre “guerra de movimiento” y “revolución permanente”, por un lado, y conquista de la “hegemonía civil”, por otro; la clave de la “guerra de posición” de la estrategia adecuada a los países “occidentales” o que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lucha por la conquista de la hegemonía de la hegemonía, de la dirección política o del consenso.
Para GRAMSCI , “el paso de la guerra de movimiento (y, del ataque frontal) a la guerra de posiciones incluso en el campo político (…) me parece la cuestión de teoría política más importante por el período de la posguerra 1914-1918 y la más difícil de resolver justamente
El concepto de “sociedad civil” introduce aquí una concreción esencial en relación a una formulación análoga a la de de 1924. Es precisamente esa “relación equilibrada” entre Estado y Sociedad Civil la que desautoriza, en Occidente, la sobrestimación del papel de las crisis económicas y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia en la idea de un “asalto revolucionario” al poder.
GRAMSCI, para definirlas, se refiere al concepto de “crisis orgánica”, o sea, a una crisis que – a diferencia de las “crisis ocasionales” o “coyunturales” – no lleva consigo la posibilidad de una solución rápida por parte de las clases y significa una progresiva disgregación del viejo “bloque histórico”.
De paso, cabe señalar que GRAMSCI usa la expresión “BLOQUE HISTÓRICO” en dos acepciones distintas, aunque relacionadas dialécticamente: 1) como totalidad concreta formada por la articulación de la infraestructura material y las superestructuras políticas-ideológicas y 2) como una alianza de clases, bajo la hegemonía de una clase en el modo de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una formación económico-social existente. Sobre acepciones del concepto de “bloque histórico” y sus determinaciones, cfr. HUGUES PORTELLI, “GRAMSCI y el bloque histórico”, Ed. Siglo XXI, México, 1979.
La crisis de hegemonía, en cuanto expresión política de la crisis orgánica, es el tipo específico de crisis revolucionaria en las sociedades más complejas con alto grado organizada. Se caracteriza – al contrario de la crisis “catastrófica” – por un período relativamente largo de maduración, en el cual se da una compleja lucha de espacio y posiciones, un movimiento de avances y retrocesos. Como toda crisis, la de hegemonía puede dar lugar a diferentes alternativas, es decir, puede tener diferentes soluciones.
En suma: en la “guerra de posiciones” que atraviesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole progresivamente una solución, no hay lugar para la espera mesiánica del “gran día”, para la pasividad espontaneísta que cuenta con la irrupción de una explosión de tipo catastrófico como condición para el “asalto al poder”.
Tenemos así que esa conquista de la hegemonía, la transformación de la clase dominante en clase dirigente antes de la toma del poder, es el elemento de la estrategia gramsciana de transición al socialista.
A lo largo de los Cuadernos, se empeña precisamente en profundizar los dos momentos, en hacer aquello para lo que LENIN “no tuvo tiempo”. En primer lugar, emprende la profundización a nivel teórico , con su teoría ampliada del Estado, con la formulación de la diferencia entre las formaciones “orientales” y “occidentales”, con los conceptos de “guerra de posición” y de “crisis orgánica”.
GRAMSCI, DERECHOS HUMANOS y TEOLOGÍA
Por Georges Cottier, O.P.
Los textos de los teólogos de la liberación que se ha leído muestran una influencia indudable de MARX – a veces de ENGELS o de LENIN -, pero, ciertamente, más fuerte de GRAMSCI.
He estudiado profundamente a GRAMSCI – creo que fui el primero en escribir sobre él en lengua francesa, según dice GEORGES COTTIER, O. P. y su posición en relación al neo-idealismo italiano, esto es, su lectura de MARX muy influenciada por GENTILE y CROCE.
GIONANNI GENTILE es un teórico interesante, hegeliano que, lamentablemente, se extravió con el fascismo y que influenció mucho en GRAMSCI. Éste, siendo comunista, no lo confiesa explícitamente y habla, en cambio, mucho de B. CROCE. Pero cuando se ha leído a GRAMSCI, se puede ver que la influencia en él de GENTILE es mucho más profunda sobre MARX, y si GRAMSCI habla de “filosofía de la praxis” para determinar al marxismo, en parte es, a mi juicio, por la influencia de este neo-idealista italiano. Creo, incluso más, que es la influencia de G. GENTILE y B. CROCE la que provoca la seducción que ejerce GRAMSCI en tantos intelectuales.
Ahora bien, la novedad de GRAMSCI consiste en pensar más radicalmente que MARX o LENIN sobre el problema CULTURAL.
En la concepción marxista, los elementos culturales son superestructuras. La superestructura que depende en su origen de la infraestructura, una vez que existe, reacciona dialécticamente sobre ésta, de donde surge la importancia capital de la cultura. En ese dominio, GRAMSCI tiene reflexiones interesantes. Pero no comprende, sin embargo, cómo BOFF no ha visto que GRAMSCI tiene una visión totalitaria de la cultura, porque la cultura para él es una cultura determinante de una época dada, que siempre es una cultura de clases.
En la cultura de clases, GRAMSCI atribuye un rol de mayor importante que LENIN a los intelectuales, a los que llama “intelectuales orgánicos”. Los denomina así por ser para él los portavoces y la conciencia de lo que ha llamado a su vez el “bloqueo histórico”, bloque que, finalmente, está determinado por la posición de las clases en relación a la producción. GRAMSCI ha extendido al dominio cultural la visión totalitaria e inmanentista que ya está en los principios de MARX.
Pienso más bien, que LEONARDO BOFF no ha leído en toda su profundidad a GRAMSCI.
En efecto, el concepto de “derechos humanos” o de “derechos del hombre” es un concepto que ha evolucionado mucho en la historia.
En el momento de la Revolución Francesa es un concepto que reflejó en parte la ideología del individualismo, propia del siglo XVIII. Es por esto, por lo demás, que la Iglesia primero no se mostró favorable a la doctrina de los derechos del hombre, muy ligada a la ideología de la Ilustración. Los primeros socialistas como PROUDHON y a MARX son adversarios a los derechos del hombre, porque MARX, en el texto famoso sobre la cuestión judío, ve en los derechos humanos los derechos del individuo, quien es adversario de la comunidad. Es el individualismo.
Hasta aquí se trata de los derechos humanos de la declaración de 1789.
En seguida, en el siglo XIX aparecen los derechos sociales. La declaración de los derechos de 1948 es una especie de compromiso entre la idea de los humanos de 1789 y la idea de los derechos sociales, que surgen más bien del medio socialista.
La otra dificultad de los derechos humanos de 1948 no había acuerdo se hace sobre la bases puramente prácticas, pues no había unanimidad obre la idea del hombre. A diferencia de lo que sucedía en el siglo XVIII – en 1789 – cuando se tenía una cierta idea de la naturaleza humana y, por lo tanto, un concepto de los derechos naturales en el sentido del siglo XVIII.
Esta idea desapareció a través del siglo XIX, e, incluso un idealista, un historiador, como BENEDETTO CROCE – en una encuesta de la UNESCO anterior a la declaración de los derechos del hombre – pensaba que era imposible hacer una declaración de los derechos humanos, siendo la declaración de 1789 típica. Para él la idea de la naturaleza humana o de derechos naturales había terminado.
El interés y la reflexión de la Iglesia se atienen a la visión cristiana del hombre. Y el texto fundamental en este sentido es la “PACEM IN TERRIS”, de JUAN XXIII, que tiene una lista impresionanmente de derechos del hombre, creo que más completa que la de la ONU.
Pero el problema que subsiste es el siguiente. Puesto que los derechos del hombre de 1948 reposan sobre un consenso puramente PRAGMÁTICO, hay una gran imprecisión sobre las fronteras de los derechos humanos. En tal sentido es que se da actualmente una cierta inflación de los derechos humanos. Por ejemplo, cuando se señala como derechos humanos una cierta libertad de la mujer a la independencia sexual, o como derecho humano la homosexualidad. Allí ya no estamos en los derechos del hombre desde el punto de vista de una noción cristiana del hombre.
Pienso que hoy se da claramente una tendencia a la inflación de los derechos humanos. Hay que precisar. Por eso que existen derechos humanos, cuando se da de una exigencia inscrita en la naturaleza del hombre.
El hecho de mandar a un teólogo a mantener silencio, ¿es contrario a los derechos del hombre? No me parece.
Como lo dijo “PACEM IN TERRIS”, no existen los derechos sin los deberes, y el teólogo católico recibe de la Iglesia un mandato. Se deposita confianza en él para que cumpla su función de reflexionar y de enseñar la doctrina de la Iglesia.
Ahora, si ese teólogo tiene dificultades teóricas con la doctrina de la Iglesia, no tiene derecho de servirse de su status eclesiástico para divulgar opiniones que no pertenecen a la materia, sino que debe callarse, y no expresarse públicamente a título de teólogo. Esto es lo coherente con el compromiso que ha adquirido cuando aceptó desempeñar una función teológica en la Iglesia. Contrario a los derechos del hombre podría ser forzarlo a escribir cosas que ni piensa, situación que no se ha dado.
BIBLOS:
*ALBERTO MARINI, “ESTRATEGIA SIN TIEMPO”, La guerra subversiva y revolucionaria. Círculo Militar. Buenos Aires, 1971.
* “La primera internacional Y EL TRIUNFO DEL MARXISMO LENINISMO”, Editorial Porvenir, Buenos Aires, 1964.
*R. GARAUDY, J.P.SARTRE y otros, “Estética y marxismo”, Editorial Arandú, Buenos Aires, 1965.
*KARL MARX, “Miseria de la filosofía”, 1º Edición, Signos, 1970, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, Advertencia de J. M. Árico, Respuesta a PROUDHON.
*ANTONIO GRAMSCI, La formación de los intelectuales”, Grijalbo, México, 1967.
*HUGUES PORTELLI, “GRAMSCI Y EL BLOQUE HISTÓRICO”, Siglo XXI, 16º edición, 1990, México.
*JULIO V. CARRETERO, Tte Cnl, “LA IDEOLOGÍA Y LA NUEVA GUERRA”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1987.
*ALBERTO DANIEL FALERONI, “(Gran Estrategia Soviético-China) DE RUSIA A VIETNAM”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1969.
GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO!
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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ESTRATEGIA SIN TIEMPO
1. GUERRA DE MOVIMIENTO Y GUERRA DE POSICIÓN
La teoría ampliada del Estado es la base que permite a GRAMSCI responder de modo original a la cuestión del fracaso de la Revolución en los países occidentales; ese fracaso de la Revolución ocurrió, supone GRAMSCI porque no se tomó debidamente en cuenta la diferencia estructural que existe entre, por un lado, las formaciones sociales de “Oriente” (entre las se incluye la de Rusia zarista), caracterizadas por la debilidad de la Sociedad Civil en contraste con el predominio casi absoluto del Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales de “Occidente”, donde se da una relación más equilibrada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, donde se realizó concretamente la “ampliación” del Estado. A partir de esa respuesta, GRAMSCI puede formular, de modo positivo, su propuesta de estrategia para los países “occidentales”: en las formaciones “orientales”, el predominio del Estado-coerción impone a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, una “GUERRA DE MOVIMIENTO”, dirigida directamente hacia la conquista y conservación del Estado en sentido estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas deben emprenderse inicialmente en el ámbito de la sociedad civil, tendiendo a la conquista de posesiones y de espacios (“GUERRA DE POSICIÓN”), de la dirección político-ideológica y del consenso de los sectores mayoritarios de la población, como condición para el acceso al poder del Estado y su posterior conservación.
Paulatinamente, sin embargo, en la medida en que el desarrollo de los procesos de socialización de las fuerzas productivas llena a una socialización de la participación política, en que esa “fluidez” propia de la época del liberalismo de participación restringida cede lugar a la “estructura masiva” de las democracias modernas – y GRAMSCI pone el punto de inflexión en 1870 -, las sociedades europeas pasan a “occidentalizarse”: se impone así un cambio en la estrategia de la lucha socialista.
La fórmula cuarentiochesca de la “revolución permanente” – concluye GRAMSCI – es sometida a una relaboración, encontrando en la ciencia de “hegemonía civil”. En el arte político ocurre lo mismo que en arte militar: la guerra de movimiento deviene cada vez más en guerra de posición. (A. G., Notas sobre Maquiavelo, p.112,113).
Por lo tanto, la renovación/superación, gramsciana no se refiere únicamente a la táctica concreta de los bolcheviques rusos en una sociedad de tipo absolutista, implicando la imposibilidad de su aplicación universal, sino que engloba también un cierto blanquismo residual presente en las formulaciones de MARX y ENGELS, sobre todo hacia 1848, cuando lidiaban con sociedades liberales que aún no se habían “occidentalizado” plenamente. En segunda lugar, cabe observar la correlación que GRAMSCI establece entre “guerra de movimiento” y “revolución permanente”, por un lado, y entre “guerra de posición” y “conquista de la “hegemonía civil”, por el otro; la clave de la “guerra de posesión” de la estrategia adecuad a los países “occidentales” o que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lucha por la conquista de la hegemonía, de la dirección política o del consenso. O, para usar las palabras del mismo GRAMSCI:
Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente YA ANTES de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga lo tenga firmemente en sus manos, se hace dominante, pero tiene que seguir siendo también “dirigente”. (A.G. “El problema de la dirección política, p. 486).
Esa aguda percepción de las transformaciones históricas ocurridas en las sociedades capitalistas, con la con la necesidad de una renovación de la estrategia marxista de transición al socialismo, no debe ocultar el hecho de que GRAMSCI – al formular – estaba dando también una batalla política ACTUAL, precisamente contra los que no advertían la necesidad de esa renovación. Para él, el
paso de la guerra de movimiento (y del ataque frontal) a la guerra de posiciones incluso en el campo político (...) me parece la cuestión de teoría política más importante planteada por el período de la postguerra (1914-1918) y la más difícil de resolver justamente. Y, en seguida, critica duramente a TROTSKY por seguir proponiendo la teoría de la “revolución permanente”, del ataque frontal, “en un período en que este sólo es causa de derrotas” (t.3,p.105).
Pero sería interesante observar que aunque sus críticas se dirigían explícitamente a TROTSKY y (como veremos) a ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI se opone aquí, en realidad, a toda la línea seguida por la INTERNACIONAL Comunista en el período que va de 1929 a 1934; una línea basada en la falsa suposición de un inminente colapso del capitalismo, de la apertura de una crisis revolucionaria mundial (concebida en términos de “catastrofismo económico”), con la consiguiente deducción de la necesidad de adoptar una táctica de ataque frontal, de ofensiva en todos los planos, según la cual incluso la Socialdemocracia debía ser tratada y combatida como a una “hermana gemela del fascismo”.
Combatiendo el trotskismo y, al mismo tiempo, el “viraje izquierdista” de STALIN después de 1929, GRAMSCI se mantiene fiel a las directrices indicadas por LENIN en el III Congreso de la IC (1921), cuando el “izquierdismo” es duramente combatido y la IC propone una política de “frente único” con las demás fuerzas obreras y socialistas, una política que intuía la mayor complejidad de las de las sociedades “occidentales”, pero que sería abandonada por STALIN precisamente a partir de 1928-1929.
Me parece que ILICH (LENIN) comprendiendo – observa GRAMSCI – que era preciso un cambio de la guerra de movimiento, aplicada victoriosamente en Oriente (esto es, en Rusia) en 1917, a la guerra de posiciones, única posible en Occidente (...). Esto es lo que creo que significa la fórmula del “frente único”.
Y GRAMSCI prosigue, estableciendo de modo concreto la determinación central de la diferencia entre Oriente y Occidente:
En Oriente, el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía de inmediato una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo una trinchera avanzada, tras la cual se hallaba una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se comprende, pero precisamente eso requería un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. (p. 157).
El concepto de “sociedad civil” introduce aquí una concesión esencial en relación a una formulación análoga a la de 1924. Es precisamente esa “RELACIÓN EQUILIBRADA” entre Estado y Sociedad Civil la que desautoriza, en Occidente, la sobreestimación del papel de las crisis económicas en el proceso de disgregación del bloque dominante y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia en la idea de un “ASALTO REVOLUCIONARIO” al PODER. Contra ROSA LUXEMBURGO, GRAMSCI insiste en el hecho de que,
(...) en lo que respecta a los Estados más avanzados, (...) la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficos del elemento económico inmediato (crisis, depresión, etc): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna. (A.G. Notas sobre Maquiavelo, p.94).
De aquí por qué GRAMSCI, para definirlas, se refiere a la noción de “crisis orgánica”, o sea, a una crisis que – a diferencia de las “crisis ocasionales” o “coyunturas” – no lleva consigo la posibilidad de una solución rápida por parte de las clases dominantes y significa una progresiva disgregación del viejo “bloque histórico”. GRAMSCI usa la expresión “bloque histórico” en dos acepciones distintas, aunque relacionadas dialécticamente: 1) como la totalidad concreta formada por la articulación de la infraestructura material y las superestructuras políticos-ideológicas y 2) como una alianza de clases, bajo la hegemonía de una clase fundamental en el modo de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una formación económico-social existente.
Si la “crisis orgánica”, en su aspecto económico, se presenta como manifestación de contradicciones estructurales del modo de producción, también aparece – en el aspecto superestructural, político-ideológico – como CRISIS DE HEGEMONÍA. Y así es como GRAMSCI la define:
Si la clase dominante ha perdido consenso, o sea, si ya no es “dirigente”, sino únicamente “dominante”, detentadora de la pura fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas se han apartado de las ideológicas tradicionales, que no creen ya en lo que antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer. (Cuadernos, t. 2, p. 37).
En suma: en la “guerra de posiciones” que atraviesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole progresivamente una solución, no hay lugar para la espera mesiánica del “gran día”, para la pasividad espontaneísta que cuenta con la irrupción de una explosión de tipo catastrófico como condición para el “asalto al poder”. El criterio central para la decisión de la crisis es la iniciativa de los sujetos políticos colectivos, la capacidad de HACER POLÍTICA, de envolver a grandes masas en la solución de sus propios problemas, de luchar cotidianamente por la conquista de espacios y posesiones, sin perder de vista el objetivo de promover transformaciones de estructuras que pongan fin a la formación económico-social capitalista. Si la crisis económica no se traduce espontáneamente en la disgregación del bloque dominante (sino que incluso puede, en ciertas condiciones, favorecer una reagregación de ese bloque), ello significa que tal disgregación depende directoramente de la capacidad de la clase dominada para HACER POLÍTICA; o, en otras palabras, para conquistar progresivamente para sí la hegemonía perdida por la clase dominante. Tenemos así que esta conquista de la hegemonía, la transformación de la clase dominante ANTES de la toma del poder, es el elemento central de la estrategia gramsciana de transición al socialismo; una estrategia que, además de impuesta por la mayor complejidad de las sociedades “occidentales”, tiene la ventaja de ofrecer resultados más estables, seguros, pues – según GRAMSCI – “la guerra de posiciones” una vez ganada, es decisiva definitivamente. (t.3, 106). Y no está de más recordar aquí que para convertirse en clase dirigente en clase dirigente, hegemónica, la clase obrera debe volverse – como ya lo dijo GRAMSCI desde mediados de los años veinte- CLASE NACIONAL: o sea, debe superar cualquier espíritu corporativista y asumir como suyos todos los problemas efectivos de la nación.
GRAMSCI registra la intuición de LENIN sobre la necesidad histórica de pasar de la guerra de movimiento a la guerra de posesiones, dice lo siguiente:
ILLICH no tuvo tiempo de profundizar su fórmula, aún teniendo en cuenta que él podía profundizarla sólo teóricamente, mientras que la misión un reconocimiento del terreno y una fijación de los elementos de trinchera y fortaleza representados por los elementos de la sociedad civil. (t. 3, p. 157). En realidad, este planteamiento de GRAMSCI puede leerse también como un programa de trabajo: a lo largo de los CUADERNOS, él se empeña precisamente en profundizar los dos momentos, en hacer aquello para lo que LENIN “no tuvo tiempo”. En primer lugar, emprende la profundización a NIVEL TEÓRICO, con su teoría ampliada del Estado, con la formulación de la diferencia entre las formaciones “orientales” y “occidentales”, con los conceptos de “guerra de posición” y “crisis orgánica”, etc. Y, en segundo, opera un profundo reconocimiento del “TERRENO NACIONAL” ITALIANO, gracias a sus detallados estudios sobre el proceso peculiar de transición al capitalismo en Italia (a través de una “revolución pasiva” o “revolución sin revolución”) sobre la centralidad nacional de las cuestiones meridional y vaticana, sobre el carácter cosmopolita y no-nacional-popular de la cultura y de los intelectuales italianos, etc.
En Oriente el Estado es todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera, detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se entiende, pero esto precisamente exigía un conocimiento de carácter nacional. (QC II, pp. 865-66. Ibid. Pp. 95-96. Se reitera QC III, pp. 1614-14; ANTONIO GRAMSCI, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Ed. Juan Pablos, México, 1975, pp. 93-94).
Bastará simplemente destacar los elementos principales visibles de los que se componen agrupándolos en una serie de oposiciones:
ORIENTE (RUSIA) OCCIDENTE E. Occ.
SOCIEDAD CIVIL PRIMITIVA/GELATINOSA DESARROLLA/FIRME
ESTADO PREPONDERANTE EQUILIBRADO
ESTRATEGIA MANIOBRA POSICIÓN
TIEMPO RAPIDEZ DEMORA
Aquí, con revolución permanente se refiere claramente al Discurso inaugural de la Liga Comunista de 1850, cuando MARX abogaba por una escalada de la revolución burguesa, que acabada de barrer a Europa, a una revolución proletaria. La Comuna marca el final de esta esperanza. A partir de ese momento, la guerra de posición reemplaza a la revolución permanente. La distinción Oriente/Occidente vuelve a aparecer en forma de una demarcación de las “democracias modernas” respecto a las sociedades atrasadas y coloniales” en donde todavía prevalece la guerra de movimiento. Situado en contexto, este cambio corresponde una variación en las relaciones entre “Estado” y “sociedad civil”. En 1848, el Estado es “rudimentario” y la sociedad civil” es “autónoma” respecto a él. Después de 1870, la organización interna e internacional del Estado se vuelve “compleja y masiva”, mientras que la sociedad civil también se desarrollando correlativamente. En este momento es cuando aparece el concepto de hegemonía. Porque la nueva estrategia necesaria es precisamente la de la “hegemonía civil”. No es difícil, en efecto, discernir en el texto de GRAMSCI el eco de la famosa denuncia a la “parásita y monstruosa maquinaria” del Estado bonapartista en Francia hecha por MARX. Su periodización es algo diferente a la de MARX ya que él da como fecha del cambio la victoria de THIERS y no la de de LUIS BONAPARTE, pero el tema es el del DIECIOCHO BRUMARIO y el de LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA. (Cfr. CARLOS MARX, “La guerra civil en Francia”, Madrid, 1970).
Sintetizando sus ideas estratégicas expuestas en los Cuadernos en términos de lucha política, resulta que en Occidente la guerra de posiciones, esto es, una enorme acumulación de fuerzas en la sociedad civil, es el eslabón elemental para la toma del poder; y no la guerra de movimientos o de maniobra, es decir, el asalto insurreccional al poder más propio de lo acaecido en Oriente (RUSIA). En la raíz del análisis se sitúa la distinción entre el Oriente y el Occidente europeo y sus Estados. Decía GRAMSCI: “En Oriente el Estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente entre el Estado y la sociedad civil había una justa relación y en el temblor del Estado se discernía enseguida una robusta estructura de la sociedad civil”. “El Estado no era más que una trinchera avanzada, detrás de la cual había una robusta cadena de fortaleza y casamatas; esto variaba de Estado a Estado, naturalmente, pero por ello se requería – en Occidente – un cuidadoso reconocimiento de carácter nacional. Es adecuado repetirlo, GRAMSCI está empleando aquí una metáfora militar.
Ahora bien, el análisis primitivo en los Cuadernos (Quaderni) va ligado, de hecho, al de las estrategias revolucionarias. Extrayendo las consecuencias del fracaso de la revolución en Italia, GRAMSCI, repito, distingue las “guerras de movimiento” y las “guerras de posiciones”. La Revolución rusa de 1917 es un ejemplo de guerra de movimiento: el Estado zarista era fundamentalmente un “aparato de Estado” burocrática y militar, que no se apoyaba en una poderosa sociedad civil, es decir, un complejo ideológico y cultural importante. Lo esencial era, pues, invertir el aparato de Estado. Por el contrario, en Occidente, donde la fuerza de la clase dirigente reside sobre todo en su hegemonía cultural, a través de poderosos aparatos ideológicos, el Estado
“no es más que una trinchera avanzada, tras la que se halla una gruesa cadena de fortalezas y casamatas (sociedad civil)”.
En semejante situación, la estrategia revolucionaria sólo puede tomar la forma de una “guerra de posiciones”, de una intensa lucha ideológica y política. (Mach. P. 68).
Tales son los dos tipos reales de estrategia revolucionaria. Pero GRAMSCI les añade un tercero que se analiza minuciosamente en los QUADERNI, el de “revolución pasiva”.
Ésta se caracteriza por la ausencia de toda lucha determinada contra la antigua clase dirigente, lo que desemboca de hecho de una solución, en una “revolución-restauración”.
La actitud pasiva es la consecuencia de una doble debilidad: en el nivel ideológico, un determinismo fatalista y la ausencia de dirección político-militar (hegemonía) de las fuerzas revolucionarias.
En cuanto al estudio del origen teórico del cristianismo primitivo no se absorba en los Cuadernos (Quaderni) debido a razones prácticas, a saber, la falta de documentación. Al proponer en los Quaderni las grandes líneas de lo que hubiera debido ser un “periodismo integral”, subraya GRAMSCI la necesidad de revistas bibliográficas críticas, entre ellas, “una de las más importantes (se consagraría) a los resultados de la crítica histórica aplicada a los origines del cristianismo, a la personalidad histórica, a los Evangelios, a sus diferencias, a los Evangelios sinópticos y al de San Juan, a los Evangelios “apócrifos”, a la importancia de San Pablo y de los apóstoles, a las discusiones para averiguar si Jesús puede ser la expresión de un mito, etc. (I, p. 1949). El análisis del cristianismo en términos de estrategia revolucionario responde por el contrario a la experiencia personal y la influencia de SOREL. (Véase: AVANTI!!! GRAMSCI periodista “integral”. Por algunos años, la actividad dominante de ANTONIO GRAMSCI fue el periodismo y periodista continuo siendo hasta el momento de su arresto, aún cuando su actividad de dirigente político resiltó preponderante. ANTONIO SANTUCCI, director del Instituto Gramsci, revista “Margen izquierdo”, Buenos Aires, nº 2, abril/.mayo 1990, pp. 57-61).
Con respecto a la teoría ampliada del Estado es la base que permite a GRAMSCI responder de modo original a la cuestión del FRACASO de la revolución en los países occidentales: ese fracaso ocurrió, supone GRAMSCI porque no se tomó en cuenta la diferencia estructural que existe entre, por un lado, las formaciones sociales de “Oriente” (entre las cuales se incluye la de Rusia zarista de los Romanov, caracterizadas por la debilidad de la sociedad civil en contraste con el predominio casi absoluto del Estado-coerción; y, por otro, las formaciones sociales de “Occidente”, donde se da una relación más equilibrada entre sociedad civil y sociedad política, o sea, donde se realizó concretamente la “AMPLIACIÓN” DEL ESTADO. (Véase. La estrategia socialista en “Occidente”: - estrategia sin tiempo -. Guerra de movimiento y guerra de posición).
A partir de esa respuesta, GRAMSCI puede formular, de modo positivo, su propuesta de estrategia para los países “occidentales” : en las formaciones “orientales”, el predominio del Estado-coerción impone a la lucha de clases una estrategia de ataque frontal, una “guerra de movimiento”, dirigida directamente hacia la conquista y conservación del Estado en sentido estricto; en “Occidente”, al contrario, las batallas deben emprenderse inicialmente en el ámbito de la sociedad civil, tendiendo a la conquista de posesiones y de espacios, (“guerra de posición”), de la dirección político-ideológica y del consenso de los sectores mayoritarios de la población, como condición para acceder al poder del Estado y su posterior conservación. La “occidentalizad” de una formación social no es, para GRAMSCI, un hecho puramente geográfico sino sobre todo un hecho histórico. GRAMSCI no se limita a registrar la presencia sincrónica de formaciones de tipo “oriental” y de tipo “occidental”, sino que indica también los procesos histórico-sociales, diacrónicos, que llevan a una formación social a “occidentalizarse”. Al referirse a la teoría de la “revolución permanente” en la formulación que le habían dado MARX y ENGELS (Cfr. MARX y ENGELS, “Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas”, en Obras escogidas en tres tomos, ed. Progreso, Moscú, 1976, t. I, p. 183. El texto es de marzo de 1850). Es decir, “como expresión científicamente elaborada de las experiencias jacobinas” de la Revolución Francesa, GRAMSCO advierte:
“La fórmula es propia de un periodo histórico en el cual no existían aún los grandes partidos políticos de masa ni los grandes sindicatos económicos y la sociedad estaba aún, bajo muchos aspectos, en un estado de “fluidez”. (Antonio Gramsci, “NOTAS SOBRE MAQUIAVELO…cit., p. 112, 113, ibid.).
Progresivamente, sin embargo, en la medida en que el desarrollo de los procesos de socialización de las “fuerzas productivas” lleva a una socialización de la participación política, en que esa “fluidez” propia de la época de participación restringida cede su lugar a la “estructura masiva” de las democracias modernas – y GRAMSCI pone el punto de inflexión en 1870 -, las sociedades europeas pasan a “occidentalizarse”: “se impone así un cambio en la estrategia de la lucha socialista”.
“La fórmula cuarentiochesca de la “revolución permanente” – concluye GRAMSCI – es sometida a una relaboración, encontrando en la ciencia política su superación en la fórmula de “hegemonía civil”. En el arte político ocurre lo mismo que en el arte militar: la guerra de movimiento cada vez más en guerra de posición.
En primer lugar, vemos que la necesidad de una nueva estrategia no es impuesta solamente por la diferencia sincrónica, simultánea, entre sociedades “occidentales” y “orientales”, sino también por la diferencia diacrónica - en el interior de las sociedades hoy “occidentales” – entre periódicos marcados por la debilidad de la organización de masas (donde se impugna la “guerra de movimiento”, el choque frontal con el Estado-coerción) y periodos de intensa socialización de la política (donde la conquista paulatina de posiciones ocupa el lugar central en la estrategia obrera.
En segundo lugar, cabe observar la correlación que GRAMSCI establece entre “guerra de movimiento” y “revolución permanente”, por un lado, y conquista de la “hegemonía civil”, por otro; la clave de la “guerra de posición” de la estrategia adecuada a los países “occidentales” o que se “occidentalizan”, reside precisamente en la lucha por la conquista de la hegemonía de la hegemonía, de la dirección política o del consenso.
Para GRAMSCI , “el paso de la guerra de movimiento (y, del ataque frontal) a la guerra de posiciones incluso en el campo político (…) me parece la cuestión de teoría política más importante por el período de la posguerra 1914-1918 y la más difícil de resolver justamente
El concepto de “sociedad civil” introduce aquí una concreción esencial en relación a una formulación análoga a la de de 1924. Es precisamente esa “relación equilibrada” entre Estado y Sociedad Civil la que desautoriza, en Occidente, la sobrestimación del papel de las crisis económicas y, en consecuencia, el establecimiento de la estrategia en la idea de un “asalto revolucionario” al poder.
GRAMSCI, para definirlas, se refiere al concepto de “crisis orgánica”, o sea, a una crisis que – a diferencia de las “crisis ocasionales” o “coyunturales” – no lleva consigo la posibilidad de una solución rápida por parte de las clases y significa una progresiva disgregación del viejo “bloque histórico”.
De paso, cabe señalar que GRAMSCI usa la expresión “BLOQUE HISTÓRICO” en dos acepciones distintas, aunque relacionadas dialécticamente: 1) como totalidad concreta formada por la articulación de la infraestructura material y las superestructuras políticas-ideológicas y 2) como una alianza de clases, bajo la hegemonía de una clase en el modo de producción, cuyo objetivo es conservar o revolucionar una formación económico-social existente. Sobre acepciones del concepto de “bloque histórico” y sus determinaciones, cfr. HUGUES PORTELLI, “GRAMSCI y el bloque histórico”, Ed. Siglo XXI, México, 1979.
La crisis de hegemonía, en cuanto expresión política de la crisis orgánica, es el tipo específico de crisis revolucionaria en las sociedades más complejas con alto grado organizada. Se caracteriza – al contrario de la crisis “catastrófica” – por un período relativamente largo de maduración, en el cual se da una compleja lucha de espacio y posiciones, un movimiento de avances y retrocesos. Como toda crisis, la de hegemonía puede dar lugar a diferentes alternativas, es decir, puede tener diferentes soluciones.
En suma: en la “guerra de posiciones” que atraviesa una crisis de hegemonía, preparándola o dándole progresivamente una solución, no hay lugar para la espera mesiánica del “gran día”, para la pasividad espontaneísta que cuenta con la irrupción de una explosión de tipo catastrófico como condición para el “asalto al poder”.
Tenemos así que esa conquista de la hegemonía, la transformación de la clase dominante en clase dirigente antes de la toma del poder, es el elemento de la estrategia gramsciana de transición al socialista.
A lo largo de los Cuadernos, se empeña precisamente en profundizar los dos momentos, en hacer aquello para lo que LENIN “no tuvo tiempo”. En primer lugar, emprende la profundización a nivel teórico , con su teoría ampliada del Estado, con la formulación de la diferencia entre las formaciones “orientales” y “occidentales”, con los conceptos de “guerra de posición” y de “crisis orgánica”.
GRAMSCI, DERECHOS HUMANOS y TEOLOGÍA
Por Georges Cottier, O.P.
Los textos de los teólogos de la liberación que se ha leído muestran una influencia indudable de MARX – a veces de ENGELS o de LENIN -, pero, ciertamente, más fuerte de GRAMSCI.
He estudiado profundamente a GRAMSCI – creo que fui el primero en escribir sobre él en lengua francesa, según dice GEORGES COTTIER, O. P. y su posición en relación al neo-idealismo italiano, esto es, su lectura de MARX muy influenciada por GENTILE y CROCE.
GIONANNI GENTILE es un teórico interesante, hegeliano que, lamentablemente, se extravió con el fascismo y que influenció mucho en GRAMSCI. Éste, siendo comunista, no lo confiesa explícitamente y habla, en cambio, mucho de B. CROCE. Pero cuando se ha leído a GRAMSCI, se puede ver que la influencia en él de GENTILE es mucho más profunda sobre MARX, y si GRAMSCI habla de “filosofía de la praxis” para determinar al marxismo, en parte es, a mi juicio, por la influencia de este neo-idealista italiano. Creo, incluso más, que es la influencia de G. GENTILE y B. CROCE la que provoca la seducción que ejerce GRAMSCI en tantos intelectuales.
Ahora bien, la novedad de GRAMSCI consiste en pensar más radicalmente que MARX o LENIN sobre el problema CULTURAL.
En la concepción marxista, los elementos culturales son superestructuras. La superestructura que depende en su origen de la infraestructura, una vez que existe, reacciona dialécticamente sobre ésta, de donde surge la importancia capital de la cultura. En ese dominio, GRAMSCI tiene reflexiones interesantes. Pero no comprende, sin embargo, cómo BOFF no ha visto que GRAMSCI tiene una visión totalitaria de la cultura, porque la cultura para él es una cultura determinante de una época dada, que siempre es una cultura de clases.
En la cultura de clases, GRAMSCI atribuye un rol de mayor importante que LENIN a los intelectuales, a los que llama “intelectuales orgánicos”. Los denomina así por ser para él los portavoces y la conciencia de lo que ha llamado a su vez el “bloqueo histórico”, bloque que, finalmente, está determinado por la posición de las clases en relación a la producción. GRAMSCI ha extendido al dominio cultural la visión totalitaria e inmanentista que ya está en los principios de MARX.
Pienso más bien, que LEONARDO BOFF no ha leído en toda su profundidad a GRAMSCI.
En efecto, el concepto de “derechos humanos” o de “derechos del hombre” es un concepto que ha evolucionado mucho en la historia.
En el momento de la Revolución Francesa es un concepto que reflejó en parte la ideología del individualismo, propia del siglo XVIII. Es por esto, por lo demás, que la Iglesia primero no se mostró favorable a la doctrina de los derechos del hombre, muy ligada a la ideología de la Ilustración. Los primeros socialistas como PROUDHON y a MARX son adversarios a los derechos del hombre, porque MARX, en el texto famoso sobre la cuestión judío, ve en los derechos humanos los derechos del individuo, quien es adversario de la comunidad. Es el individualismo.
Hasta aquí se trata de los derechos humanos de la declaración de 1789.
En seguida, en el siglo XIX aparecen los derechos sociales. La declaración de los derechos de 1948 es una especie de compromiso entre la idea de los humanos de 1789 y la idea de los derechos sociales, que surgen más bien del medio socialista.
La otra dificultad de los derechos humanos de 1948 no había acuerdo se hace sobre la bases puramente prácticas, pues no había unanimidad obre la idea del hombre. A diferencia de lo que sucedía en el siglo XVIII – en 1789 – cuando se tenía una cierta idea de la naturaleza humana y, por lo tanto, un concepto de los derechos naturales en el sentido del siglo XVIII.
Esta idea desapareció a través del siglo XIX, e, incluso un idealista, un historiador, como BENEDETTO CROCE – en una encuesta de la UNESCO anterior a la declaración de los derechos del hombre – pensaba que era imposible hacer una declaración de los derechos humanos, siendo la declaración de 1789 típica. Para él la idea de la naturaleza humana o de derechos naturales había terminado.
El interés y la reflexión de la Iglesia se atienen a la visión cristiana del hombre. Y el texto fundamental en este sentido es la “PACEM IN TERRIS”, de JUAN XXIII, que tiene una lista impresionanmente de derechos del hombre, creo que más completa que la de la ONU.
Pero el problema que subsiste es el siguiente. Puesto que los derechos del hombre de 1948 reposan sobre un consenso puramente PRAGMÁTICO, hay una gran imprecisión sobre las fronteras de los derechos humanos. En tal sentido es que se da actualmente una cierta inflación de los derechos humanos. Por ejemplo, cuando se señala como derechos humanos una cierta libertad de la mujer a la independencia sexual, o como derecho humano la homosexualidad. Allí ya no estamos en los derechos del hombre desde el punto de vista de una noción cristiana del hombre.
Pienso que hoy se da claramente una tendencia a la inflación de los derechos humanos. Hay que precisar. Por eso que existen derechos humanos, cuando se da de una exigencia inscrita en la naturaleza del hombre.
El hecho de mandar a un teólogo a mantener silencio, ¿es contrario a los derechos del hombre? No me parece.
Como lo dijo “PACEM IN TERRIS”, no existen los derechos sin los deberes, y el teólogo católico recibe de la Iglesia un mandato. Se deposita confianza en él para que cumpla su función de reflexionar y de enseñar la doctrina de la Iglesia.
Ahora, si ese teólogo tiene dificultades teóricas con la doctrina de la Iglesia, no tiene derecho de servirse de su status eclesiástico para divulgar opiniones que no pertenecen a la materia, sino que debe callarse, y no expresarse públicamente a título de teólogo. Esto es lo coherente con el compromiso que ha adquirido cuando aceptó desempeñar una función teológica en la Iglesia. Contrario a los derechos del hombre podría ser forzarlo a escribir cosas que ni piensa, situación que no se ha dado.
BIBLOS:
*ALBERTO MARINI, “ESTRATEGIA SIN TIEMPO”, La guerra subversiva y revolucionaria. Círculo Militar. Buenos Aires, 1971.
* “La primera internacional Y EL TRIUNFO DEL MARXISMO LENINISMO”, Editorial Porvenir, Buenos Aires, 1964.
*R. GARAUDY, J.P.SARTRE y otros, “Estética y marxismo”, Editorial Arandú, Buenos Aires, 1965.
*KARL MARX, “Miseria de la filosofía”, 1º Edición, Signos, 1970, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, Advertencia de J. M. Árico, Respuesta a PROUDHON.
*ANTONIO GRAMSCI, La formación de los intelectuales”, Grijalbo, México, 1967.
*HUGUES PORTELLI, “GRAMSCI Y EL BLOQUE HISTÓRICO”, Siglo XXI, 16º edición, 1990, México.
*JULIO V. CARRETERO, Tte Cnl, “LA IDEOLOGÍA Y LA NUEVA GUERRA”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1987.
*ALBERTO DANIEL FALERONI, “(Gran Estrategia Soviético-China) DE RUSIA A VIETNAM”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1969.
GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO!
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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