sábado, 4 de julio de 2009

Ana Catalina Emmerick, visiones y revelaciones

Maquinaciones de los malvados contra la, Iglesia (Octava de Navidad) de 1819).

"Vi a la Iglesia de San Pedro y a una gran multitud de hombres afanados en destruirla, mientras otros trabajaban en restaurarla. Los trabajadores estaban esparcidos por todo el mundo" (...). "Entre los obreros que trataban de destruir el templo distinguí muchos herejes y apóstatas" (...). "Vi con espanto que entre ellos había sacerdotes católicos" (...). "Mientras el templo era destruido por éstos en alguna parte, reedificábanlo otros sin energía ni vigor".
"Parecía que ninguno tenía confianza ni gusto en el trabajo, puesto que trabajaban sin dirección y sin saber lo que hacían. Aquello era aflictivo. Ya estaba destruida la parte anterior de la iglesia y no quedaba en pie más que el Sagrario" (pg. 605-6, Tomo I, cap. XXV, 1).
La Santísima Virgen protege a la Iglesia.
"Entonces vi una Gran Señora, llena de majestad, que venía por la gran plaza que hay delante del templo. Tenía un manto extendido. Detúvose en lo alto de la cúpula y lo extendió sobre todo el recinto de la iglesia. Los demoledores dejaron de trabajar en aquel momento. Quisieron proseguir su obra de destrucción pero no pudieron. Entretanto los que trabajaban en reedificar la iglesia mostraban extraordinaria actividad; muy pronto estuvo casi del todo restaurada.
Vi entonces venir un nuevo Pontífice en procesión. El Papa era mucho más joven y enérgico que el anterior. Fue recibido con gran solemnidad. Parecía que iba a consagrar la iglesia, pero oí una voz que le decía que no, pues el tabernáculo no había sido destruido. Debía celebrarse una doble fiesta en toda la Iglesia; un jubileo universal y la restauración de la Iglesia. Antes que el Papa comenzara la fiesta había preparado a los suyos y estos lanzaron de la asamblea, sin contradicción ninguna, a una multitud de eclesiásticos, unos de mucho viso, otros de poca significación, los cuales salieron murmurando llenos de cólera. El Pontífice tomó a su servicio a otros eclesiásticos y también a seglares" (pg". 606-7, Tomo I, cap. XXV, 2).


Ve a San Francisco de Sales y a Sta. Juana de Chantal.
(Domingo de Infraoctava de la Sma. Trinidad, 1820).

"Veo cuadros de la vida de estos dos santos. Decían que los tiempos que corremos son muy tristes; pero que después de muchos desastres vendrá un tiempo suave y apacible en que los hombres estarán muy unidos unos con otros y se amarán mucho; entonces florecerán muchos monasterios en el verdadero sentido de esta palabra. Vi también una imagen de estos lejanos tiempos, la cual no puedo describir. Los tiempos del Anticristo no están tan próximos como algunos creen. Han de venir precursores del mismo. He visto en algunas ciudades maestros de cuyas escuelas podrán salir esos precursores" (pg. 608, id., 4) .

Ve en éxtasis a la Iglesia abandonada y afligida.
"He visto a la Iglesia enteramente abandonada por completo y sola. Parece que todos huyeran de ella. Todo es contienda en torno de ella; por doquiera veo grandes miserias, odio, traición y encono, inquietud, falta de auxilio y ceguedad absoluta. De un lugar oscuro veo salir mensajeros anunciando por todas partes malas nuevas, que causan amargura en los corazones de los que los oyen y encienden la cólera y el odio. Yo ruego con mucho fervor por los oprimidos. Sobre los lugares donde algunos hacen oración veo descender luces, y sobre todos los demás, negras tinieblas. Este estado de cosas es espantoso. He rogado a Dios que tenga misericordia. ¡Oh ciudad. ..! (Roma) ¡Oh ciudad...! Qué gran calamidad te amenaza...! La tempestad está próxima; prepárate, pues. Confío sin embargo en que has de permanecer firme. (pg. 612, id., 9).
Supervivencia de la Iglesia, e indignidad de los cristianos. (4 de octubre de 1822)
"Cuando esta noche vi a San Francisco llevando sobre sus hombros la iglesia, según la visión que tuvo el Papa Inocencio III, vi que un hombre de corta estatura, en cuyo rostro había algo de judío, llevaba a cuestas la Iglesia de San Pedro, lo cual me pareció muy peligroso. En la parte norte, sobre la iglesia, estaba María protegiéndola bajo su manto. Diríase que aquel hombre iba a caer. Parecióme seglar y que le conocía yo. Aquellos doce a quienes siempre veo como nuevos apóstoles, venían a socorrerle, pero demasiado despacio. Ya iba a caer, cuando por fin llegaron todos y se pusieron debajo de ella; también ayudaron muchos ángeles. Tratábase de salvar sólo el suelo y la parte posterior de la iglesia, pues todo lo demás lo habían destruido las sectas y aún los mismos eclesiásticos. Aquellos llevaban la Iglesia a otro lugar y parecía que a su paso venían por tierra muchos palacios. Viendo en ruinas a la Iglesia de San Pedro y los muchos eclesiásticos que habían trabajado en destruirla, sentí tal tristeza que hube de clamar en alta voz pidiendo a Jesús misericordia. Entonces vi delante de mí a mi celestial Esposo en figura de un joven, quien me dijo que esta traslación de la Iglesia significaba que en apariencia habrá de caer en tierra por completo, pero que descansaba en estas columnas y que de ellas había de surgir de nuevo; que aunque no quedara más que un solo cristiano católico en el mundo, ella podía vencer, pues no está fundada ni en la razón ni en el consejo de los hombres. Luego me mostró que en la Iglesia nunca habían faltado fieles que hicieran oración y padecieran por ella. Mostróme además lo que Él había padecido por ella y la virtud que había comunicado a los méritos y trabajos de los mártires.
También me mostró en innumerables escenas la miserable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos en todo el mundo y en mi patria, y me exhortó a orar y a padecer por ellos. También me dio a entender que casi no quedaban ya cristianos en el sentido en que antes se tornaba esta palabra, así como entendí que los judíos que ahora existen, son todos ellos fariseos y aún peores que fariseos. El solo pueblo de Judith en África (Abisinia ) está compuesto de antiguos verdaderos judíos. Esta visión me afligió mucho" (pg. 612-3, id., 10) .
Ve los estragos que causan los enemigos de la Iglesia y la futura restauración por medio de María. (Pascua de 1820) .
(Cuando Ana Catalina tuvo esta visión el guía le dijo que abarcaba siete espacios determinados de tiempo; no pudo luego al relatarla, fijar los límites de cada tiempo ni decir a cual de esos tiempos correspondían dichos acontecimientos).
He visto a la tierra como una superficie redonda, cubierta de oscuridad y tinieblas. Todo estaba corrompido y a punto de perecer. Esto lo he visto muy detalladamente, en todas las criaturas, en los árboles, en los arbustos, en las plantas, en las flores, en los campos. Parecía como si las aguas de los arroyos, de las fuentes, ríos y mares fuesen sorbidos y volviesen a su origen. Fui por la tierra desolada y vi a 1os ríos como líneas delgadas, a los mares como negros abismos, en medio de los cuales sólo había algunas grietas con agua. Todo lo demás era fango espeso y oscuro donde veía toda suerte de animales monstruosos y peces luchando con la muerte.
Vi tanta distancia alrededor que pude distinguir con toda claridad la orilla del mar donde en otra ocasión yo había visto que San Clemente fue sumergido (Mar Muerto). Vi también lugares y muchedumbres de gentes, tristes y turbadas y muchas ruinas.
A medida que crecían la sequedad y la desolación de la tierra, se aumentaban las obras tenebrosas de 1os hombres. Reconocí a Roma y vi la opresión que padecía la Iglesia y su decadencia en lo interno y en lo externo" (pg. 618, id., 15).
Por qué la Iglesia fue fundada en Roma (Mayo de 1823).
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"He vuelto a ver cómo las sectas secretas tiran a destruir por todas partes, con gran habilidad, la iglesia de San Pedro. Trabajaban muy activamente con todo género de instrumentos, corriendo de una parte a otra y llevando consigo piedras arrancadas del edificio. Debieron dejar el altar, pues no pudieron llevárselo. Vi profanar y despojar una imagen de la Sma. Virgen. Me lamenté en presencia del Papa, de que él pudiera sufrir que entre los demoledores hubiera tantos sacerdotes.
Vi que la Iglesia había sido fundada en Roma, pues esta ciudad era el centro del imperio del mundo y tenía comunicación con todos los pueblos.
Vi también que Roma permanecerá como una isla, como una rosa en el medio del mar, cuando todo se convierta en ruinas en torno suyo.
Vi que Jesús dio esta fuerza a San Pedro (...)".

(Tomo I, cap. IX, pg. 382).
ANA CATALINA EMMERICK: Visiones y Revelaciones completas.
Según anotaciones de C. Brentano, B. Overberg y G.
Wesener. Ed. Guadalupe, 2ª edición, Bs. Aires, 1953.

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Un texto para hoy: ellos tienen los templos, nosotros la fe



"Que Dios os consuele. He sabido que no sólo os entristece mi exilio, sino sobre todo el hecho de que los otros, es decir los arrianos. Se han apoderado de los templos por la violencia y entre tanto vosotros habéis sido expulsados de esos lugares. Ellos entonces poseen los templos. Vosotros en cambio la tradición de la Fe apostólica. Ellos, consolidados en esos lugares, están en realidad al margen de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis excluidos de los templos, permanecéis dentro de esa Fe. Confrontemos pues qué cosa sea más importante, el templo o la Fe, y resultará evidente desde luego, que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno, supuesto que a11í se predique la Fe de los Apóstoles, es santo, si allí habita el Santo. (¿No es para hoy esta carta?}. Vosotros sois los dichosos que por la Fe permanecéis dentro de la Iglesia, descansáis en los fundamentos de la Fe, y gozáis de la totalidad de la Fe, que permanece inconfusa. Por tradición apostólica ha llegado hasta vosotros, y muy frecuentemente un odio nefasto ha querido desplazarla, pero no ha podido; al contrario, esos mismos contenidos de la Fe que ellos han querido desplazar, los han destruido a ellos. Es esto en efecto lo que significa afirmar: "TU ERES EL HIJO DE DIOS VIVO". Por tanto, nadie prevalecerá jamás contra vuestra Fe, mis queridos hermanos, y si en algún momento Dios os devolviere los templos, será menester el mismo convencimiento: que la Fe es más importante que los templos.
Y precisamente una Fe tan viva suple para vosotros, por ahora, la devolución de los templos. No es que yo hable sin respaldo de la Escritura, por e1 contrario, os digo con énfasis que os conviene confrontar sus testimonios. Recordad precisamente que el templo era Jerusalén, y que el templo no estaba en el desierto cuando los enemigos lo invadieron. Los invasores venidos de Babilonia habían irrumpido como juicio de Dios, que probaba o que corregía y que, precisamente por medio de estos enemigos ávidos de sangre imponía castigo a los que lo ignoraban. Los extranjeros, pues, se posesionaron del lugar, pero éstos, en el lugar, negaban a Dios. Justamente porque no sólo no tenían respuestas adecuadas, ni las proferían, sino que estaban excluidos de la verdad. Por tanto ahora también, ¿de qué les sirve tener los templos? Si efectivamente, los tienen, pero eso a los ojos de quienes se mantienen fieles a Dios indica que son culpables, porque han hecho cueva de ladrones y casas de negocios, o sitios de disputas vanas lo que antes era un lugar santo, de modo que ahora les pertenece a quienes antes no les era lícito entrar. Muy queridos, por haberlo oído de quienes han llegado hasta aquí, sé todo esto y muchas otras cosas peores; pero, repito, cuanto mayor es el empeño de éstos por dominar la Iglesia, tanto más están fuera de ella. Creen estar dentro de la verdad, aunque en realidad están excluidos de ella, prisioneros de otra cosa, mientras la Iglesia, desolada, sufre la devastación de estos supuestos benefactores".
Hasta aquí La carta de San Atanasio del año 356 exactamente.


El amuleto de Pablo VI y sus implicancias en relación con el judaísmo (*)

Por el Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga

En su "CONTRA-REFORMA", el Abbé Georges de Nantes publicó, en el número de noviembre de 1970, un artículo de gran impacto en toda Europa, titulado "EL AMULETO DEL PAPA". De este artículo me permito transcribir lo siguiente:
"En el PARIS MATCH del 29 de agosto 1970, en el artículo de Robert Serrou 'El próximo Papa será un francés', aparece una ilustración de una gran fotografía del Papa y del Cardenal Villot. Observé esos dos rostros herméticos, en los que se oculta el destino de la Iglesia... Pero, ¿qué es eso, que se descubre sobre el pecho de Paulo VI, encima de su Cruz pectoral? Una curiosa joya, que, me parece, no haber visto nunca a ningún Papa. El objeto debe ser de oro, cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, tres por tres. Aparece suspendido, en forma muy peculiar, por un cordón, que se añade alrededor del cuello a aquel otro del que pende la Cruz de Cristo.

"Siento miedo de comprender. Sin embargo, no cabe duda alguna. Para describir el objeto, he empleado las mismas palabras, que en el capítulo XXVIII del Exodo, describen el EFOD DEL GRAN SACERDOTE JUDÍO. He aquí, pues, sobre el corazón del Papa, atado a su cuello, el 'Pectoral del Juicio', que el Sumo Sacerdote Aaraon y sus sucesores debieron llevar como ornamento ritual, y sobre las doce piedras del cual estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel, "para evocar continuamente su recuerdo en presencia de Yahveh". (Ex. XXVIII, 29). Paulo VI lleva la Insignia de Caifás.
¿Quién sabe cuándo, por qué y de quién la ha recibido? ¿Quiere el Papa significar con ello que es el heredero directo del Sacerdote Levítico, como Pontífice de la Iglesia Católica convertido en el nuevo y único Israel de Dios? o ¿es caso que prepara una restauración del judaísmo, como religión del monoteísmo puro, del Libro más sagrado, de la Alianza universal?
"En el Katholikentang (las fiestas anuales de la Alemania Católica) se ha desarrollado este año un culto judío sabático, y en Bruselas, el Cardenal Suenens ha anunciado un próximo CONCILIO, que él llamó CONCILIO DE RECONCILIACIÓN, que tendrá lugar en Jerusalén. y recordemos que la B'nai B'rith y los francmasones sueñan igualmente en la construcción de un 'TEMPLO DE LA COMPRENSIÓN', en la Ciudad Santa, semejante al que ya existe en Nueva York. Una maqueta de ese futuro Templo fue ofrecido al Papa hace ya tiempo, como signo de amplio ECUMENISMO. ¡Todo converge!
"¿Quién nos informará a nosotros, soldados de fila, sobre ese 'Pectoral' y sobre tantos otros puntos oscuros, que encierran designios tenebrosos? ¿Quién tiene, entre nosotros, derecho a saber si el Papa, al revestirse con el 'Efod' de Caifás, pretende asumir el antiguo rito judío, sin temor del Israel, según la carne, o si tiene el proyecto de conducir las iglesias cristianas al 'judaísmo universal' y de restaurar en Jerusalén el Sacerdocio Levítico? Ambigüedad de la mirada y del gesto, de los discursos y del 'amuleto'... Hasta este día, el Crucifijo no había compartido su puesto con ningún otro signo ritual. ¿Será que pronto, sin -ruido, sin palabras, va a desaparecer de sobre el corazón del Papa? Será entonces, cuando en el Vaticano cantará el gallo por última vez...
"¿Qué sabemos nosotros? Nosotros, rebaño católico, nada sabemos de los lejanos proyectos de nuestros Pastores...

Georges de Nantes.

El servicio que el Abbé de Nantes ha prestado a la Iglesia en publicar lo que ya se murmuraba en los corrillos eclesiales, con gran escándalo y con extraordinaria sorpresa, acerca de esa insignia ritual, propia del Gran Sacerdote Levítico, que, desde su viaje a Tierra Santa, aparece en casi todas las fotografías de Paulo VI, es, a no dudarlo, un servicio extraordinario, cuya importancia, tal vez, todavía no podemos ni prever, ni mucho menos precisar. Quizá en esta señal encontremos la clave para explicarnos toda esa subversión en la Iglesia de Cristo, esa que el mismo Papa Montini llamó la "autodemolición" del cristianismo. En Roma, el BORGHESE, revista de gran circulación, en su número del 18 de noviembre de 1970, pág. 603, publicó un sensacional arículo, con estos títulos llamatívos: "El Portón de Bronce". "PAULO VI: ¿PAPA O 'GRAN SACERDOTE'?":
Vaticano, noviembre. - "La impresión en el Vaticano ha sido enorme, casi un choque. Los rumores circulaban hacía tiempo, en los corrillos vaticanos, sin que hubiera nadie que se atreviese a denunciar el hecho. Así las cosas, ha poco tiempo, el Abbé Georges de Nantes difundió la noticia de que el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana lleva en algunas ocasiones sobre la muceta y con la Cruz pectoral la insignia del "GRAN SACERDOTE HEBREO" Caifás. El eco de esta noticia ha sido enorme detrás del Portón de Bronce.
"Y, sin embargo, no cabe la menor duda: la forma, el color, el ornato de esa insignia corresponde a la descripción dada en el Libro de los Libros. Ningún Papa, en los dos mil años anteriores, había llevado una joya, como esa, minuciosamente descrita en el capítulo XXVIII del Exodo, uno de los libros de la Biblia. Juan Bautista Montini sí la lleva. Y ¿por qué? Nadie se atreve a decir los oscuros motivos, que han dado base a esta decisión, pero todos están de acuerdo en afirmar la posibilidad de un intencional equívoco de parte del Pontífice. El objeto, de oro puro, es cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, de tres en tres, suspendido del cuello de modo muy particular, gracias a un cordón también aureo, hecho de anillos entrelazados que terminan en una borla. Las doce piedras preciosas son de diverso color.
"En suma, se trata, hablando con toda propiedad, del 'EFOD DEL GRAN SACERDOTE HEBREO, conocido como el "PECTORAL DEL JUICIO", que Aaraón y sus sucesores debían llevar como ornamento ritual, y cuyas piedras preciosas corresponden a las doce tribus de Israel. La descripción de este objeto singular está contenida en el Exodo... Exactamente, como se puede ver hoy, en muchas fotografías de Paulo VI...
"Mas, ¿desde cuándo aparece esta increíble unión de la Cruz pectoral con la 'insignia' del Gran Sacerdote Hebreo? Para responder a esta pregunta, hemos examinado centenares de fotografías; así hemos podido precisar que la primera aparición de este extraño 'amuleto' sobre el pecho del Papa romano data, por lo menos, de 1964, es decir, unos meses después de su visita a Palestina. Parece lógico deducir que el ornamento ritual, de que tratamos, le fue dado en esas circunstancias, ya que Paulo VI estuvo también en territorio de Israel.
"No se trata de un caso aislado, de una alucinación. El emblema del 'GRAN SACERDOTE LEVITICO' es visible, claramente visible, sobre todo cuando Paulo VI usa la 'muceta', es decir, esa especie de manteleta roja bordada de armiño blanco; en esas ocasiones, en las fotografías, no se ve muchas veces la Cruz pectoral, por las manos juntas con que el Papa parece encubrirla; pero siempre aparece la insignia de Aaraón, porque está unida a un amplio cordón de oro. Sólo en una ocasión el extraño emblema cuelga sobre el hábito blanco de Paulo VI, sin la 'muceta'. Fue cuando el Pontífice romano estuvo en la India y los fotógrafos le sorprendieron seguido y rodeado de niños hindúes.
"En las diversas fotografías, tomadas durante las visitas de Paulo VI a los lugares santos de la cristiandad, en los varios Santuarios, el "Efod" es siempre visible: así, por ejemplo, con ocasión de su viaje a Fumone, cuando quiso visitar la tumba del Papa Celestino V, la tumba del 'gran refugiado'; en Santa Sabina, en el Aventino el miércoles de ceniza, cuando se cantaron las letanías de los Santos, innovadas por la liturgia bugniniana, que ahora comienzan con un 'Sancte Abraham'...; en la Plaza de España, en el homenaje a la Inmaculada; en Santa Inés; en Santa María del Transtévere, y así en otros casos, en los que el Papa lleva esta insignia ritual, es algo raro, por lo menos, si no sospechoso, y que origina dudas que están exigiendo una respuesta distinta de la que estamos acostumbrados a recibir, del silencio equívoco.
¿Estamos, pues, delante de un hecho masónico o delante de un oscuro designio? Es necesario que alguien esclarezca qué significa todo esto. Porque, en verdad, es desconcertante el hecho de que al lado o en lugar de la Cruz pectoral del Sucesor de Pedro (que todavía y no obstante la contestación de los nuevos teólogos es el Vicario de Cristo) aparezca sobre el pecho del Romano Pontífice un emblema que no es cristiano y que por ser tan rico está en contradicción con los postulados de la "Iglesia de los Pobres".
No sabemos qué explicación pueda darse a ese objeto ritual del gran sacerdote levítico, usado ahora por Paulo VI, el Pontífice Máximo de la Iglesia Católica. La primera explicación, que benignamente insinúa el Abbé de Nantes, no parece ser muy convincente, porque no puede ser admitida. Entre el judaísmo, religión de la promesa y catolicismo, religión. Del cumplimiento de esa promesa, no hay propiamente una continuidad, porque el judaísmo actual niega contumazmente el cumplimiento de las divinas promesas en el advenimiento del Cristo prometido; Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo de María. El judaísmo, religión actual, niega los dos dogmas fundamentales de nuestra religión, el misterio de la Santísima Trinidad y el misterio de la Encarnación. ¿Cómo es posible que se quiera unir la religión judaica con el verdadero cristianismo basado en esos dos dogmas fundamentales? La promesa, la preparación perdieron su razón de ser, al venir Cristo y todo el judaísmo religión perdió su legitimidad, al fundar Jesucristo su Iglesia, el nuevo Israel, no el Israel según la carne, sino el Israel según el espíritu.
Ahora bien, el "efod" era una insignia eminentemente judaica, que simbólicamente representaba en las funciones rituales del judaísmo religión a las doce tribus de Israel, el Israel según la carne. No hay, pues, nada que justifique el uso de ese objeto ritual en un Papa, que es cabeza visible del nuevo pueblo de Dios, de los hijos de la nueva Alianza. Ya el hecho cierto de que ningún Papa, en los 2000 años de historia de la Iglesia haya usado ese objeto ritual del judaísmo religión, parece demostramos que hay una absoluta incompatibilidad entre la profesión de nuestra fe católica y el uso del "efod" y del "pectoral del juicio", descritos minuciosamente en el Exodo, como propios y exclusivos del "Gran Sacerdote Levítico".
Al usarlo públicamente Paulo VI, tenemos derecho y aún obligación grave en conciencia de investigar el por qué de esa decisión pontificia. Con razón el Abbé de Nantes sentía miedo al comprender o vislumbrar siquiera la única explicación satisfactoria, que, por otra parte, está en perfecta coherencia y armonía con otros hechos inexplicables del Papa Montini, con todo su paradójico pontificado y con toda esa subversión y autodemolición que vemos en la Iglesia. Juan Bautista Montini usa el "efod", porque en su corazón más que Papa, es un "Gran Sacerdote Levítico". Consciente o inconscientemente -Dios todo lo sabe- el parece asociado con el judaísmo internacional, con sus poderosos dirigentes, con sus instrumentos destructores, el comunismo y la masonería. Por otra parte, en su ascendencia genealógica encontramos raíces ciertas de su origen judío, así como en otros de los cardenales y monseñores y teólogos que han planeado esta espantosa revolución en la Iglesia de Dios. Sí, yo denuncio al judaísmo como la causa activa y eficacísima que, con sus inmensos recursos, ha preparado esta tragedia, que no solamente ha afectado a la Iglesia y a las almas, sino a los Estados y a los pueblos, sembrando la confusión, la inconformidad, la lucha de clases, las guerras intestinas y las guerras internacionales, que han cubierto de sangre y de dolor al mundo entero.
Duele en el alma tener que llegar a estas conclusiones; pero hay un dilema ineludible, en el que tenemos que escoger: o salvamos la Iglesia o nos obstinamos en seguir defendiendo obstinadamente a dos Papas y un Concilio, que han venido a romper la unidad de la Iglesia.
En el artículo de LOOK al que nos referimos antes, Roddy dice: "EL DESCUBRIR ESTAS CONFERENCIAS SECRETAS EN LA CIMA HIZO QUE LOS CONSERVADORES EMPEZASEN A SEÑALAR A LOS JUDÍOS NORTEAMERICANOS COMO EL NUEVO PODER DETRÁS DE LA IGLESIA". Y tenían razón los conservadores que desde entonces empezaron a sospechar una inmensa y universal infiltración en todos los organismos de la Iglesia, de judíos, de masones, de comunistas, de falsos hermanos, que entraron en los seminarios, noviciados y organismos católicos, con la consigna y los compromisos de procurar escalar discretamente los puestos de comando, para dirigir, desde esos puestos, la revolución interna, que había sido planeada en los antros tenebrosos de la conspiración judeo-masónica-comunista. ¿Hechos? ¿pruebas? Sobran para los que no se obstinan en negarlos.
Tenemos, en primer término, el muy conocido caso del P. Tondi, S. J., que, siendo miembro activo del Partido Comunista Italiano en su juventud, fue seleccionado por los dirigentes del Partido para hacer esta labor de infiltración activa en la Compañía de Jesús. El cripto-comunista pasó con tal éxito todas las pruebas de su formación jesuítica e hizo tan felizmente sus estudios, que, al terminar su tercera probación -el último reto que la Compañía da a sus operarios-, fue elegido por los superiores al cargo de tanta responsabilidad de Prefecto de Estudios de la Pontificia Universidad Gregoriana, el centro filosófico y teológico más importante de los jesuitas y quizá también de la Iglesia. En ese puesto importantísimo, el oculto comunista, siguiendo ¡lealmente las directivas secretas de sus verdaderas jerarquías, inició y desarrolló felizmente la revolución ideológica, que, más adelante, habría de corromper el pensamiento teológico-filosófico de ese tan importante Centro del saber. Al fin, se descubrieron las conexiones ocultas del jesuita con los altos dirigentes del Comunismo Italiano e Internacional.
En otra parte de su comentado artículo, Joseph Roddy escribe estas palabras reveladoras: "Una agencia publicitaria, suficientemente cercana al Vaticano para obtener la dirección en Roma de los 2.200 Cardenales y Obispos que de afuera habían acudido al Concilio, entregó a cada uno de ellos un libro de 900 páginas 'Il Complotto contra la Chiesa' (Complot contra la Iglesia). Entre las infamatorias páginas del libro, HABÍA ALGUNOS VESTIGIOS DE VERDAD. La afirmación, que dicho libro hace, de que la Iglesia había sido infiltrada por los judíos, era una intriga eficaz para los antisemitas; PERO ES UN HECHO INNEGABLE QUE MUCHOS JUDÍOS, ORDENADOS DE SACERDOTES, ESTABAN TRABAJANDO EN ROMA ESA DECLARACIÓN EN FAVOR DE LOS JUDÍOS. Entre ellos estaba el P. Baum, como también Monseñor Juan Oesterreicher, miembros del Secretariado de Bea. Y el mismo Cardenal Bea, según el Diario del Cairo 'Al Gornhuria' era un judío llamado Bejar".
Ante la evidencia de los hechos, la judería internacional y su vocero Roddy no pueden negar el hecho palpable de la infiltración, aunque, como es natural, se guardan mucho de darnos todos los nombres de los infiltrados.
Bea, Baum, Oesterreicher son tan sólo unos nombres, a los que podríamos añadir otros de crípto-judíos, cripto-masones y cripto-comunistas, hábilmente infiltrados en la Iglesia, que, hace ya tiempo, fueron preparando la subversión presente, y lograron escalar los altos puestos, para hacer su acción más eficaz. Con su capacidad personal -los escogidos para esta trascendente labor debían estar dotados con aptitudes optimas-, con la influencia de las altas jerarquías, oportunamente trabajadas, por su aparente entrega, sus oportunas adulaciones y sus bien administrados obsequios, debían los escogidos ganarse la confianza y alcanzar así sus progresivos ascensos. En la intriga, la falsedad y la destreza para la infiltración, los judíos sólo son superados por el diablo. Y, en esta intriga, la mafia judia contó con valiosos instrumentos, no judíos, sino católicos, como el R.P. Thimothy Fitzharris O'Boyle, S. J., quien, instalado en el Instituto Bíblico, protegido por la sombra tutelar del valiosísimo Cardenal Bea, miembro, por otra parte, de la ínclita Compañía de Jesús, pudo servir de enlace de información entre todos los que estaban comprometidos en la infiltración masiva de la Iglesia.
Como se desprende del artículo de Roddy, el judaísmo puso en juego toda su táctica, todos sus más valiosos elementos, todos sus inmensos recursos económicos, para asegurar el golpe definitivo, que ellos querían descargar contra el cristianismo, para poder después dedicarse, sin enemigo de importancia al frente, a realizar los sueños de su "mesianismo materialista" en el gobierno del mundo y en el establecimiento del sincretismo religioso, que eliminase para siempre todo vestigio de Cristo y de su religión. La labor fue lenta, discreta y, a no dudarlo, de éxitos progresivos y sorprendentes. No creo posible, para los no judíos, el llegar nunca a investigar todos los secretos de esta secular conspiración. Por eso esta confesión de parte de Mr. Roddy, aunque incompleta, tiene un valor excepcional, que parece indicarnos el por qué Paulo VI usa el "efod" del Gran Sacerdote Levítico.
La famosa "apertura" hacia la izquierda del Pontífice de la Tolerancia no sólo había abierto el "diálogo salvífico" con los "hermanos separados", que jamás han pensado en convertirse a nuestra religión, con los "comunistas", con los que él soñaba establecer "una coexistencia pacífica y mutuamente comprensiva", sino también con los judíos, que ya no tan invisiblemente estaban dirigiendo la subversión, sin que el bondadoso Papa se diese cuenta de la tremenda conspiración, que amenazaba la vida misma de la Iglesia. Juan XXIII, el Papa de la Tolerancia, no sólo había recibido al yerno de Krushev, sino que había establecido, como nos dice Roddy, un gran diálogo con el Comité Judío-Americano, con la Liga Anti-Difamatoria de la B'nai B'rith y con otros organismos judaicos. La conspiración estaba en marcha y contaba con la ayuda de prominentes eclesiásticos, infiltrados oportunamente en la Iglesia Católica, entre los cuales destacaba la figura del Cardenal Agustín Bea, S. J., la figura gris del Vaticano en estos años de transición y de Concilio.
"Aunque Mateo, Marcos, Lucas y Juan hayan sido mejores evangelistas que historiadores -escribe Roddy- sus escritos, según el dogma católico, fueron divinamente inspirados, y alterarlos sería tan imposible, por lo tanto, como cambiar el centro del sol". Con verdadera insensatez el escritor judío pretende negar la historicidad de los Santos Evangelios, para eliminar así su testimonio sobre la responsabilidad colectiva del pueblo de Israel, en la pasión y muerte de Jesús; pero, no por eso deja de reconocer lo que los "expertos' del Cardenal Bea olvidaron, la inspiración divina del texto sagrado, que garantiza el testimonio histórico y de fe de los evangelistas. Sí; alterar los evangelios, aunque sea so pretexto de ecumenismo, es naufragar en la fe. Y en la inviolabilidad de la Sagrada Escritura está la inconsistencia y la equívoca posición de la célebre declaración del Vaticano II sobre los judíos.
Sorprende grandemente, al que con detención lee el artículo de Roddy, la multitud de judíos, que, durante el Concilio, estuvieron trabajando en favor de la famosa declaración conciliar de su exoneración de toda responsabilidad en la pasión y muerte del Señor. El Comité Judío Americano, la B'nai B'rith, el Congreso Mundial. Judío, la Anti-Dífamation Ligue, etc., etc. Aparentemente, las cosas no marchaban muy bien en Roma, donde Shuster llenaba las páginas del "New York Times", el diario judío de más circulación en el mundo, para preparar la opiníón pública. Fritz Becker, del Congreso Mundial Judío, escribió por esos días: "Nosotros no tenemos los mismos puntos de vista de los Nortemericanos, para pretender llevarlos a la imprenta". Como si dijera: "debemos obrar con más discreción". Sin embargo, el Vaticano empezó a ver con buenos ojos el que estos temas se llevasen a la prensa, ya que el viaje de Paulo VI a Tierra Santa acababa de ocurrir, y era necesario desviar la opinión pública de los verdaderos objetivos del Pontífice. Escribe Roddy: "Un experto en relaciones públicas hubiera dicho que la Santa Sede -no la Santa Sede, sino Paulo VI- se había mostrado poco experta en Tierra Santa. Cuando Paulo oró al lado del Patriarca barbado ortodoxo Atenágoras en el sector de Jordania, la visita pareció muy bien. Pero, cuando entró en Israel, tuvo palabras tajantes para el autor del "Vicario" (la obra difamatoria de un judío contra Pío XII) y un discurso encaminado a la conversión de los judíos. Su visita fue tan corta que ni siquiera llegó a mencionar públicamente al joven país que estaba visitando".
Era necesario disimular diplomáticamente, con el velo de una piadosa peregrinación, los pasos de Paulo VI, cuyos objetivos en ese viaje no debían ser entonces conocidos. Solamente el tiempo y los eventos sucesivos irían poco a poco descubriendo, ante los observadores diligentes, los secretos designios del Papa Montini en su viaje a la Tierra Santa. Por eso Paulo VI estuvo más tiempo en Jordania; por eso aparentó ignorar a Israel; pos eso habló de la conversión de los judíos, aunque de una manera superficial y delicada. Era lo menos que como Papa, sucesor de Pedro, podía hacer. Sin embargo, después de esa visita, empezó a ostentar sobre su pecho el "efod" y el "pectoral del juicio" del Gran Sacerdote Levítico. La frase de Roddy, en su artículo, no viene sino a completar la maniobra del sigilo: "Los observadores del Vaticano, que estudiaron todos los movimientos de Paulo en Tierra Santa, consideraron que había menos esperanza para una declaración en favor de los judíos"(1).
Pero, esa frase, que quiere darnos la impresión de cierto desacuerdo en los criterios y las acciones de los diversos elementos del judaísmo internacional, que estaban comprometidos en esa labor de convencimiento entre los Padres Conciliares, no es sino una típica maniobra de la astucia judaica, que con diversos frentes quiere darnos la impresión de que hay división entre sus filas. Por eso añade Roddy: "Las cosas se veían con más optimismo en el Waldorf Astoria de Nueva York. Allí, con motivo del aniversario del Beth Israel Hospital, los invitados se enteraron de que al Rabino ABBA HILLEL SILVER (el apellido Silver, en español Plata, es característicamente judío y propio de los elementos más iniciados y más aptos para la conspiración judeo-masónica), años atrás, había expresado el Cardenal Francis Spellman los intentos hechos por Israel para obtener un asiento en las Naciones Unidas. Spellman había dicho que, para ayudar a esta causa, él personalmente se dirigiría a los gobiernos de Sud-Améríca, para invitarlos a que compartiesen con él el profundo deseo de que Israel fuera admitido en esa mundial Organización. Más o menos, por ese tiempo. el 'Papa Americano' (Spellman) dijo, en una reunión del Comité Judío Americano, que era "absurdo mantener que exista o pueda existir cualquiera culpabilidad hereditaria". Desde luego esta afirmación del Cardenal neoyorkino es falsa e indica carencia de conocimientos teológicos e históricos. Todos los hombres, que por generación ordinaria descendemos de Adán, venimos a la vida con esta "culpabilidad hereditaria". "In quo omnes peccaverunt", dice San Pablo, en Adán, todos pecamos. La culpabilidad personal no se hereda, pero, aun entre los hombres, sí se hereda la culpabilidad colectiva. Los hijos de los supuestos criminales de guerra en Alemania siguen todavía pagando a Israel los daños que los judíos dicen haber sufrido durante el régimen de Hitler.
La Iglesia Católica de los Estados Unidos, más pragmática que teológica, fue, sin duda, la que secundó y patrocinó y apoyó con más eficacia las pretensiones judías, hasta lograr sacar la famosa declaración conciliar. Mons Higgins de la National Catholic Welfare Conference de Washington, D.C. logró obtener una entrevista personal al judío Arthur J. Golberg, quien era entonces Juez de la Suprema Corte de Justicia, con Paulo VI. Y el Rabino Heschel, patrocinado por el Cardenal de Boston, Cushing, obtuvo otra audiencia personal acompañado de Shuster. "La audiencia del Rabino con Paulo en el Vaticano, así como la reunión de Bea con los miembros del Comité Judío Americano en Nueva York, fueron concedidas, bajo la condición de que serían conservadas en secreto. Pero, el descubrir estas secretas conferencias en la cima hizo que los conservadores empezasen a señalar a los Judíos norteamericanos como el nuevo poder detrás de la Iglesia".
En el Concilio, los Cardenales de San Luis y de Chicago, Joseph Ritter y Albert Meyer exigieron volver al esquema más fuerte y Cushing demandó que el Concilio negase que los judíos habían incurrido en el crimen del Deicidio. El Obispo Auxiliar de San Antonio, Steven Leven pidió: "Nosotros debemos arrancar esa palabra (Deicidio) del vocabulario cristiano, para que así nunca pueda ser usada de nuevo en contra de los judíos". Pero la historia y la Sagrada Escritura no pueden ser enmendadas por el capricho o los compromisos de hombres reunidos en un Concilio Pastoral.
Según la ya conocida manera de proceder de Paulo VI, en la que afirma en la palabra lo que condena con la acción y viceversa, el Papa, el domingo de Pasión, en una Misa al aire libre en Roma, habló de la crucifixión diciendo que los judíos fueron los principales actores de la muerte de Jesús. En Segni, cerca de Roma, el Obispo Luigi Carli escribió dos profundos artículos, publicados en sendos folletos, probando con argumentos escriturísticos y teológicos que los judíos del tiempo de Cristo y sus descendientes hasta nuestros días, eran colectivamente culpables de la muerte de Jesucristo. Sin embargo, el cardenal Bea, de origen judío, después de afirmar que su secretariado tenía completo control sobre la declaración que estaba preparándose en favor de los judíos, dijo que el Papa había predicado para la gente sencilla y piadosa, no para gente instruida, y que la manera de pensar del Obispo de Segni definitivamente no era la manera de pensar del Secretariado, que el presidía y manejaba en secreta conexión con los organismos judíos. En otras palabras, la predicación del Papa no debía tomarse muy en serio, porque no había hablado para la gente culta, sino para los ignorantes: una es la verdad para los primeros y otra es la verdad para los sencillos e ignorantes. En cuanto a lo que escribió Monseñor Carli, sin refutación alguna, debía rechazarse, porque no era el pensamiento "infalible" del Secretariado por la Unidad Cristiana y de su Suprema Autoridad el Cardenal tudesco Agustín Bea, S.J.
Naturalmente, en esta conspiración estaba también de acuerdo el Consejo Mundial de las Iglesias, al que más tarde Paulo VI debía hacer una escandalosa visita pronunciando un discurso todavía más escandaloso. "En Génova, el Dr. Willem Visser't Hoff, cabeza de dicho consejo, manifestó a dos sacerdotes norteamericanos -para presionar de esta manera la opinión de los Padres Conciliares- que si los relatos de la prensa (sobre la famosa declaración en favor de los judíos, por aquel entonces no tan halagüeños) eran verdaderos, el movimiento ecuménico seria frenado". El Cardenal Cushing presionaba en Roma; mientras en Alemania un grupo anónimo trabajaba en favor de la amistad judeo-cristiana. "Hay ahora, escribían estos desconocidos, una crisis de confianza vis a vis hacia la Iglesia Católica".
Otro jesuita el P. Gus Weigel, viejo amigo de Heschrel, fue uno de los que trabajó en la sombra por la ansiada declaración. "Yo le pregunté, escribió más tarde el rabino, si él creía realmente que fuese ad Maiorem Dei Gloriam el que no hubiese más sinagogas, ni comida de los 'sederes', ni oraciones en hebreo". Weilgel está ya en su tumba, y Heschel se guardó de darnos su respuesta. En todo este 'affaire', como en el 'diálogo' de reconciliación con los masones, los jesuitas ocuparon un puesto decisivo. El estudio sereno de estos incidentes plantea un problema más hondo sobre las graves crisis que en su historia ha tenido la Compañía de Jesús, así externas, como internas.
Los elementos judíos, interesados vivamente en obtener la famosa declaración conciliar, pensaban que por cuatro años el pueblo de Israel estuvo en el banquillo de los acusados y que los Padres Conciliares se hallaban profundamente divididos en su opinión. "Esta demora, dice Roddy, era perfectamente comprensible, si se tenía en cuenta las razones políticas, pero pocos fueron los que quisieron atribuirla a motivos religiosos. La actual cabeza de la Santa Sede (el Papa), estaba firmemente convencido de que debía buscarse una votación mayoritaria o unánime, cada vez que se ponía a discusión un tema importante. Por el principio de la Colegialidad, según el cual todos los obispos ayudan al Papa en el gobierno de toda la Iglesia, cualquier tema importante dividía al Colegio Episcopal en dos grupos: el progresista y el conservador. El papel del Papa consistía en reconciliar a estas dos alas. Para remediar estas divisiones en el Colegio Episcopal, el Papa tenía que acudir bien fuese a la persuasión, bien fuese a la imposición, que trastornaba el principio de contradicción. Cuando una facción decía que la Escritura sola era la fuente de la enseñanza de la Iglesia, la otra defendía que eran dos fuentes: la Escritura y la Tradición. Para poner un puente entre las dos opiniones, la Declaración (en favor de los judíos) fue de nuevo redactada con toques personales de Paulo, en las que se afirman las dos fuentes de la revelación, no sin dejar de dar a entender que el otro punto de vista merecía estudio. Cuando los oponentes a la Declaración sobre la Libertad Religiosa decían que ella podía oponerse a la antigua doctrina de que el Catolicismo es la única y verdadera Iglesia, una solución parecida bajó del cuarto piso del Vaticano al aula conciliar. Ahora esa Declaración sobre la Libertad Religiosa comienza con la doctrina de la única verdadera Iglesia, que, a juicio de los conservadores, satisfechos con esa parte de la Declaración, salva la doctrina tradicional de la Iglesia, sin darse cuenta que el resto de la Declaración es una contradicción o negación de la afirmación inicial".
Este es Paulo VI, ambiguo siempre, indeciso siempre, que parece establecer un puente entre la afirmación y la negación, entre el ser y el no ser. En realidad, esas dos Declaraciones del Concilio
son una prueba evidente de que el Espíritu Santo no estuvo en el aula conciliar, porque al declarar Juan XXIII que el Concilia era puramente pastoral, cerró las puertas al Espíritu Santo. La Iglesia postconciliar se enfrentó a la doctrina cierta, inmutable, infalible de la Iglesia preconciliar. La indiscutible habilidad y política del Papa Montini no fue tanta, que pudiera identificar los polos opuestos de una contradicción. Lo que sí consiguió Paulo VI es establecer un cisma permanente en la Iglesia de Cristo. Nuestros mismos enemigos, a pesar de sus propias conveniencias, de las enormes ventajas que la política de Paulo les ha dado, reconocen que el consentimiento universal de esas famosas declaraciones de Bea y del Concilio no se ha obtenido. Tal vez hoy, cuando la mayoría del Episcopado es ya del bando abiertamente progresista, cuando los estudios serios de la teología han sido sustituidos por la pastoral, cuando nos hemos acostumbrado, en virtud de claudicaciones sucesivas, a aceptar con pronta obediencia las cosas más opuestas a la verdad revelada, la discusión hubiera sido menos violenta en el Concilio y la votación más unánime. Sin embargo, la Iglesia seguiría inmutable en su doctrina recibida en las fuentes apostólicas.
La Declaración promulgada el 28 de octubre de 1965 dice así: "Aunque las autoridades judías y aquéllos que las seguían presionaron para obtener la muerte de Cristo (cf. Juan 19,6), sin embargo, lo que sufrió Cristo en su pasión no puede ser atribuido, sin distinción alguna, a los judíos, que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Aunque la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, los judíos no deben presentarse como rechazados de Dios o malditos, como si esto se siguiese de la Sagrada Escritura. Vean, pues, todos, que en la obra catequística o en la predicación de la palabra de Dios no se enseñe nada que sea in consistente con la verdad del Evangelio y con el espíritu de Cristo.
"Más todavía, la Iglesia que rechaza cualquier persecución (contra cualquier hombre, teniendo presente el común patrimonio con los judíos y movida no por razones políticas, sino por el espiritual amor del Evangelio, deplora el odio, las persecuciones y los movimientos del antisemitismo, que hayan sido pro movidos contra los judíos, en cualquier tiempo y por cualquier persona".
¡Lamentable Declaración, aun sin tener en cuenta las enseñanzas de la Escritura y de la Tradición de la Iglesia! El sofisma quiere encubrir, ya que no puede destruir la realidad histórica y teológica. Todos sabemos que en el pueblo judío, el pueblo en otros tiempos de las predilecciones divinas, había una cierta solidaridad, establecida por Dios mismo, así en las bendiciones como en las maldiciones divinas. Es evidente que no todos los judíos, que vivían en tiempo de Cristo, estaban presentes en el pretorio de Pilatos, ni personalmente pidieron la crucifixión y muerte del Señor. Es también evidente que los mismos judíos que estuvieron presentes no tienen todos la misma personal responsabilidad, que la de sus dirigentes, que no sólo presionaron, sino se hicieron e hicieron al pueblo responsable del drama del Calvario. No fueron ellos, claro está, los que azotaron a Cristo, los que le pusieron la corona de espinas, los que le crucificaron. Pero, ellos son los autores intelectuales del deicidio, ellos los principales responsables de todo lo que el Señor sufrió en su Sagrada Pasión. Y es, finalmente evidente, teniendo en cuenta la elección divina de Israel y la ingratitud colectiva de ese pueblo, que la responsabilidad solidaria recae todavía sobre los que hoy, como ayer siguen negando la divinidad de Cristo; los que hoy, como ayer, volverían a pedir su Pasión y Muerte.
Si la Iglesia es el nuevo Israel, como lo reconoce el Concilio, síguese que el antiguo Israel ha perdido sus privilegios, es ahora un pueblo desechado por Dios. Y esto se sigue de la Sagrada Escritura, si no queremos cambiar su sentido. O estamos con Cristo o estamos en contra de Cristo.
Me permito copiar algunos conceptos, que escribí en mi libro "CON CRISTO O CONTRA CRISTO": "Es conveniente insistir aquí en un punto básico, sobre el cual, con sofisma manifiesto se pretende exonerar de toda responsabilidad al pueblo judío de la muerte de Cristo. Empezaremos, pues, por precisar conceptos, aunque tenga mos que repetir ideas ya expuestas. Una es la responsabilidad personal y otra es la responsabilidad colectiva. La responsabilidad personal solamente existe cuando hay un pecado o un crimen personal; en cambio, la responsabilidad colectiva puede darse y de hecho se da, aun en la justicia humana, cuando las colectividades por sus jefes o representantes lesionan gravemente los derechos inalienables de los individuos o de otras colectividades agredidas. Así, por ejemplo, aunque no todos los alemanes fueron personal mente responsables de las atrocidades atribuidas a la guerra de Hitler, sin embargo, todo el pueblo alemán fue considerado responsable, con esa responsabilidad solidaria, hasta exigirle pagar estrictamente todos los daños y perjuicios de los que se consideraban agraviados y especialmente de los judíos. La solidaridad nacional impuso a todos y cada uno de los alemanes la responsabilidad co lectiva de los crímenes atribuídos a Hitler y a su gobierno; aunque, como es evidente, no todos los alemanes que vivieron entonces ni mucho menos todos los alemanes que viven ahora pueden tener la responsabilidad personal de esos supuestos crímenes. Los niños de aquel entonces tuvieron que asumir las agobiantes penas im puestas sobre todo el pueblo por aquélla responsabilidad colectiva.
Así también, ante Dios, existe una doble responsabilidad: la responsabilidad personal, que cada uno de nosotros tenemos por los pecados propios o individuales, y la responsabilidad colectiva que recae sobre las colectividades humanas, sobre todo cuando existe de por medio una cierta solidaridad o unión en esas colectividades, por un plan divino que abarca y encierra a esas colectividades. En el lenguaje bíblico, los jefes de raza son identificados con sus respectivas descendencias, que forman con ellas una mis ma persona moral. Esta solidaridad es más compacta y universal, cuando ha sido establecida por Dios mismo -como ya indicamos- en orden a la realización de los planes divinos. Así fue la solidaridad que Dios quiso que hubiese entre Adán y todos sus descendientes, en orden a nuestra elevación a la vida divina; y así también es la solidaridad que Dios estableció en el pueblo hebreo, que, como ya dijimos, estaba colectivamente destinado a la preparación del advenimiento de Cristo.
Los mismos hebreos han reconocido siempre y han defendido celosísimamente la solidaridad racial, que existe entre ellos, por institución del mismo Dios. Cualquier libro judío, incluso el Talmud, nos habla de esta solidaridad sagrada. Pero el gran sofisma del judaísmo y del Vaticano II está en defender esta solidaridad en las bendiciones solamente y no en las maldiciones y castigos del Señor, a quien con sus infidelidades han ellos provocado.
Si el mesianismo divino, el plan redentor y la elección divina para preparar los caminos del futuro Mesías, con que Dios favoreció al pueblo de Israel, fue para todo el pueblo fuente de las divinas bendiciones y fundamento de todas sus grandezas; el mesianismo judío, que es la negación y ataque a los derechos divinos, fue, es y será para ese pueblo signo de reprobación y castigo de un Dios traicionando y ofendido. O Cristo con sus bendiciones o el anti- Cristo con sus maldiciones: el dilema es ineludible.
La solidaridad en las bendiciones, que, en el plan divino, alcanzaban a todos los Israelitas, descendientes de los Patriarcas, exige lógicamente la solidaridad también en los castigos o maldiciones divinas, a los que colectivamente se hizo digno el pueblo hebreo por la incredulidad agresiva de sus dirigentes. Esas divinas bendiciones, esas promesas del amor divino, no fueron absolutas, sino condiciones. No fue Dios quien falló; fue Israel el que, por sus cabezas, abandonó a Dios. Su infidelidad atrajo sobre sí las maldiciones divinas.
Dios había prometido a su pueblo sus bendiciones, si guardaban sus mandamientos: "Si de verdad escuchas la voz de Yahvé, tu Dios, guardando diligentemente todos sus mandamientos, que hoy te prescribo, poniéndolos por obra, Yahvé, tu Dios, te pondrá en alto sobre todos los pueblos de la tierra"... Pero esas bendiciones divinas eran condicionadas; exigían la observancia fiel de la ley divina. Si el pueblo de Israel no aceptaba prácticamente los preceptos de Dios, si quería sacudir el yugo de su ley divina, el Señor también lanzaría sobre él el furor y los castigos de su justicia infinita: "Pero, si no obedeces la voz de Yahvé, tu Dios, guardando todos sus mandamientos y todas sus leyes que yo te prescribo hoy, he aquí las maldiciones que vendrán sobre ti y te alcanzarán: Maldito serás en la ciudad y en el campo, Maldita tu canasta y maldita tu artesa. Maldito será el fruto de tus entrañas, el fruto de tu suelo y las crías de tus vacas y de tus ovejas. Y Yahvé mandará contra ti la maldición, la turbación y la amenaza en todo cuanto emprendas hasta que seas destruido y perezcas bien pronto, por la perversidad de tus obras, con que te apartaste de Mí..." (Deuteronomio XXVIII,15-19).
La palabra de Dios escrita está. Los cielos y la tierra pasarán, pero esa palabra no pasará.
En la parábola del padre de familias que dejó a los campesinos en arrendamiento su viña, cuando mandó el dueño a sus siervos a recoger sus frutos, los mataron. Y cuando, al fin, el padre de fa milia envía a su propia hijo, los campesinos le echan mano, le sacan fuera de la viña y le dan muerte infame. Es una clara alusión del Divino Maestro a la ingratitud y perfidia con que el puebla de Israel pagó las predilecciones divinas. Por eso termina Cristo: Auferetur a vobis regnum, Dei, et debitur genti facienti fructus eius: Se os quitará el reino de Dios y será dado a la gente que dé sus frutos. (Mateo, XXI, 43).
La masa de los judíos y especialmente sus dirigentes resistieron a las invitaciones de Cristo y frustraran los esfuerzos de los Apóstoles para su conversión, por lo cual quedaron fuera de la Iglesia, la viña, el Reino de Dios, a la cual afluyen los gentiles de todas partes. Jehová se había proclamado cien veces el Libertador, el Salvador de su pueblo; el Mesías había de ser, en primer término, el Redentor de los judíos: Sión estaba señalada de antemano como centro de la Teocracia Mesiánica y punto de convergencia de las naciones infieles. Pero, al rechazar los judíos el mesianismo divino, al proclamar su mesianismo materialista, al dar muerte al Salvador, solamente entran los gentiles en la Iglesia, sin pasar por la Sinagoga; entran casi solos, mientras que los judíos quedan excluidos, a pesar de que sus derechos parecían preponderantes y, a su juicio, exclusivos.
En tres capítulos de su Epístola a los Romanos trata San Pablo de resolver este enigma. Sin negar San Pablo las indiscutibles prerrogativas, con las que Dios quiso favorecer a ISRAEL, afirma, sin embargo, que los gentiles, quienes parecían ser nada para Dios y para quienes Dios era nada, fueron los llamados a la fe, mientras que fue excluido el Pueblo Santo, la Raza Sacerdotal, la Casa de Jehová. Los herederos naturales son desheredados, los hijos legítimos son suplantados por intrusos; parecen olvidadas las promesas de Dios y violados los pactos. ¿Cómo conciliar todo esto con la Fidelidad de Dios y la Justicia Divina?
Las pretensiones judías descansan en la torcida interpretación que ellos han dado siempre a las promesas del Señor. Invocan el nombre de Abraham como si fuera una garantía absoluta para ponerlos al abrigo de todo mal, cualquiera que fuese su conducta; y piensan que la sangre de Israel, como una especie de Sacramento, debe salvarlos ex opere operato, sin consideración alguna a las disposiciones personales. Hay en esto cierto paralelismo, cierta semejanza entre las pretensiones judías y las pretensiones luteranas: para los hebreos, la sola sangre de Abraham; para los protestantes, la fe sola son prenda de salvación. Pero se olvidan los hebreos que hay un Israel, según la carne -los que tienen la sangre de Abraham- y hay un Israel, según el espíritu. Al primero no se le debe nada; al segundo pertenece la Promesa. "No todos los que llevan el nombre de Israel son Israel, ni todos los que descienden de Abraham son hijos de Abraham. (Rom. IX, 6-7).
La incredulidad de los judíos ha sido causa de que la Antigua Alianza quedase rota y que naciera la Nueva Alianza, el Nuevo Testamento, que recogiese todas las antiguas bendiciones en la Iglesia fundada por Jesucristo, en el nuevo "pueblo de Dios", qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt, que está formado no por la sangre, ni por voluntad de la carne, ni por voluntad del varón, sino por los que han nacido de Dios (a la vida sobrenatural, a la vida divina).
Por otra parte, la dureza de corazón, la incredulidad judía ha sido tradicional en ese pueblo. Ya Isaías se quejaba de esta dureza, cuando decía: "Señor, ¿quién ha prestado fe a nuestro mensaje?... Todo el día he extendido las manos hacia un pueblo que se niega a creerme y me contradice. (Is. LXV, 2). La presente incredulidad, objeto de tanta admiración y de tanto escándalo, no es sino un caso más en los anales de la apostasía del pueblo judío.
Después de lo que sumariamente hemos dicho, resulta incomprensible la famosa declaración del Vaticano II, cuando nos dice: "los judíos no deben presentarse como rechazados de Dios o malditos, como si esto se siguiese de la Sagrada Escritura". Necesita mos mudar o suprimir los libros sagrados para admitir esa postura pastoral del Concilio, que parece querer a todo trance, -incluso contradiciendo a la Escritura, al dogma, a la Tradición, a los escritos de todos los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, a la verdad histórica- exonerar la responsabilidad judaica, para complacer las exigencias de nuestros mortales enemigos, que, por otra parte, mantiene en su posición de rebeldía y negación en contra de Cristo y de su Iglesia.
Por lo demás, debemos recordar, como lo afirma San Pablo que la desgracia de Israel no es ni total, ni defintiva. No es total, porque siempre ha habido sinceros conversos del judaísmo -(no hablamos de los marranos, los falsos, los criptojudíos)-, que, al reconocer el Mesianismo y la Divinidad de Cristo, han ingresado en la Iglesia, han formado parte del Israel espiritual y han vuelto a ser hijos de la predilección. No es definitiva, porque, como lo afirma San Pablo, la conversión del pueblo judío ha de ser uno de los signos que vendrán antes del nuevo advenimiento del Redentor, para juzgar a vivos y muertos.
Tan absurdo es afirmar que todo judío, por el hecho de ser judío, es un criminal, como, cambiando los calificativos, el afirmar que todo judío, por el hecho de ser judío, es incapaz de crimen alguno, incluso, del crimen de los crímenes, del crimen del deicidio.
Es necesario precisar bien el sentido de los términos, para no sufrir sofísticas propagandas, que quisieran desorientar la opinión pública e impedir de esta manera las necesarias defensas de todo lo que somos y todo lo que creemos. Una cosa es el anti semitismo -que, como ya dijimos, no existe, ni nunca ha existido, ese crimen ya elevado a la categoría de lesa humanidad, acaso a crimen de lesa divinidad- porque, ante los crímenes supuestos que se suponen han sido cometidos contra los judíos, se borran o no existen los crímenes perpetrados por ellos con categoría de genocidios milenarios o millonanos, sí las víctimas son cristianas-, y otra cosa totalmente distinta es la reacción del mundo libre ante las atroces y seculares fechorías del judaísmo kabalista y talmúdico. El antisemitismo de tipo racista, determinista, materialista -del que se quejan los enemigos- nunca ha existido entre cristianos. Judío, en cuanto hombre, fue Jesucristo, judíos han sido no sólo los apóstoles y los primeros fieles de la Iglesia, sino innumerables y preclaros defensores de la causa cristiana. El judío, por el hecho de ser judío, no está impulsado fatalmente al mal; puede ser y, en muchos casos, es sujeto del bien. También por ellos murió Cristo; también ellos, aun antes que nosotros, recibieron la vocación divina de la fe y de la salvación. La Iglesia Católica condena ese llamado antisemitismo, como condena toda discriminación racial, como condena todos los crímenes del judaísmo, del comunismo y de la masonería.
Pero, -no lo olvidemos- el cristianismo es la antítesis del Kabalismo y el talmudismo: lucha secular en contra de Cristo: del Cristo Redentor y del Cristo Místico; ambición de dominio universal sobre todos los pueblos y naciones; perpetuación de la Sinagoga de Satanás, de aquel Sanedrín que condenó a muerte a Jesús de Nazareth.
Después de estos breves comentarios, que, a la luz que nos dio el artículo de Roddy, hemos hecho sobre el problema judío en la Iglesia de Dios, creemos que el uso del "efod y del pectoral del juicio" del Gran Sacerdote Levítico, que las fotografías nos presentan sobre el pecho de Paulo VI adquiere una importancia excepcional y decisiva, sobre todo si se tienen en cuenta las secretas relaciones que personalmente y por sus asociados ha mantenido el Papa Montini con los dirigentes de la mafia judía desde el principio de su pontificado.

¿FUE PAPA?
1) La infalibilidad papal en el ejercicio del magisterio ordinario ha sido pública y oficialmente negada en septiembre de 1963 por Paulo VI, cuando éste denunció como erróneos ciertos actos pontificales de San León IX y San Pío V. De tales acusaciones surge irrefutablemente: o bien que León IX y Pío V se han equivocado (y con ellos los Papas que los canonizaron); o bien que Pablo VI se ha equivocado.

* * *
2) Un Papa regularmente elegido recibe su autoridad de Cristo, a través de la larga cadena de papas anteriores. Si rompe con sus predecesores. pierde irremediablemente todos los privilegios de su cargo. Tal como ocurre en toda sociedad normalmente constituida, el Papa al asumir el gobierno de la Iglesia, acepta todas sus responsabilidades.

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El "novus ordo Missae" es total y radicalmente herético. Completa y perfecciona la herejía de un "Papa ya depuesto" y significa en realidad la ABOLICIÓN DE LA MISA. Nos encaminamos ahora (después de la destrucción del Culto, fundamento de la Iglesia) a la reformulación herética de .los dogmas Trinitarios-Teándricos. (La Hostería Volante).

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La magnitud misma de lo que se está cuestionando en esta lucha contra los dinamitadores de la Iglesia... exige de parte de los católicos defender no sólo lo que es la fe del Papa, sino nuestra propia fe, ya que fuimos redimidos no con la sangre de un Papa, sino con la sangre de Cristo, EL CUAL DELEGÓ EN EL PAPA LA CUSTODIA DE ESA FE. (El Sol de México, 20-111-70).

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Si Paulo VI fue legítimo Papa (?), cesó de serlo al signar un concilio herético, al imponerlo a la Iglesia. Pero sobre todo cesó en ABSOLU'I'O DE SER OBISPO DE ROMA AL IMPONER EN SUS DIÓCESIS LA MISA HERÉTICA. Ergo, cesó en su autoridad jurisdiccional y en sus privilegios. (La Hostería Volante).

Publicamos este articulo aparecido en el Nº 25 de la revista “La Hosteria Volante”, en el año 1970, por considerarlo muy actual.

EL FALSO PAPA y LA FALSA IMAGEN
Cuando la Hostería Volante, hace ya más de diez años, comenzó a subrayar, con lenguaje incisivo, la circunstancia sorprendente de que la máxima "revolución cultural" de occidente, se gestaba en los trasfondos de la sacristía, en los seminarios, intelectualmente corrompidos y espiritualmente obsoletos; en las novísimas tendencias de las "universidades católicas", imaginadas para pervertir la Fe; en fin en los más altos niveles de la jerarquía, muchos, azorados, só1o atendieron al rigor de unas duras palabras, sin procurar su dilucidación; muchos otros, compungidos y desazonados, con gesto de fariseo pudibundo, rompieron sus decorosos vestidos doctorales y aconsejaron a los jóvenes NO OIR, NO VER, NO ENTENDER.
Ahora, en estos sombríos comienzos de 1970 y de su década "promisoria", el panorama es más siniestro y más claro, si se quiere. Pero no faltan, desde luego, los pusilánimes, los desinformados, los falsos teó1ogos, los políticos de cartón o de hojalata, los supuestos "nacionalistas", aliados con los más nefastos enemigos del país y de la cultura. Por nuestra parte, sólo debemos prolongar aquellas líneas interpretativas, completarlas y corregirlas: sustancialmente pudimos advertir la radicalidad del cambio revolucionario, religioso-político, y pudimos así plantear las connotaciones de la superlogia sinárquica, de la que Juan Bautista Montini sería al mismo tiempo el máximo "solvente" y el máximo "coagulante" (según la interpretación esotérica del "solve et coagula" alquímico).
El horizonte destructivo abarca todas las instancias posibles dentro de la Iglesia, el Pontificado, la jerarquía; o bien se refiere por igual al culto, la doctrina, la ética, la teología.. TODO está subvertido, porque está subvertido DESDE ARRIBA, DESDE LA CABEZA. La Iglesia empero perdura incólume en medio de esta satánica Babel, conducida por un PSEUDOPONTIFICE CRÍSTICO, alimentada, sí, por un auténtico pontífice de los poderes esotéricos y cabalísticos, que corrompen el mundo entero, para su extrema fase de dominio.
Esta Babel Romana se advierte con suma nitidez en los últimos discursos del ex-papa reinante (reinante sólo por imperio del miedo, la ignorancia, la obsolencia espiritual, la alianza con el mundo, el demonio y la carne, para hablar el lenguaje de la antigua mística). De esos discursos destacamos principalmente los que precedieron a la abolición del culto católico romano (abolición que entró. en vigencia ilícita el 30-XI-69), uno del 19 de noviembre/69, y otro del 26 noviembre/69, este último una verdadera burla a la venerable herencia del gregoriano y del latín. Luego el nefastísimo discurso de Navidad, verdadera letanía antropocéntrica, antropolátrica, y las sucesivas alocuciones de esta Semana Santa, tan extrañamente punzante para nosotros y para miles de verdaderos fieles en el mundo.
Fue precisamente en su alocución del Jueves Santo, donde Juan Bautista Montini deslizó un siniestro fulgor judaizante. que define el carácter anticrístico de su reinado, la tendencia sentimentaloide de su religiosidad sin fundamento, su compromiso inalterable con un humanismo intramundano y satánico. El falso Papa pondera la posibilidad (o la anhela que es lo mismo) de tener una "imagen" de Cristo que corresponda a su carnalidad histórica y que pudiera ser motivo transmisible por los medios masivos de comunicación audiovisual, la tele, por ejemplo. En una era en que la televisión y las radiofotos llevan los rostros de los hombres en un momento a todo el mundo, Montini expresó que es extraño y desilusionante que los seres humanos no sepan cómo era Jesucristo. "Quisiéramos verlo - dijo en el Sermón de Jueves Santo - en nuestra Fantasía como Él era. Su figura, Su cara, el metal de su voz, los gestos de sus manos". "Ninguna Imagen visible de Él ha llegado hasta nosotros...”.
Precisamente, en Jueves Santo, dedicado a ADORAR LA ÚNICA IMAGEN VÁLIDA TEÁNDRICA, es decir, LA EUCARISTÍA, este sirviente de los judíos, judío tal vez él mismo, consagra su autoridad a ponderar con un lenguaje imperdonable para la sólida doctrina recibida de los Padres y de la Tradición, una eventual imagen proyectada en la pantalla más corruptora, por los medios más desacralizados, por las instancias más mercenarias y pornócratas, de que tengamos memoria e idea. ¿No es esto una burla judía al inviolable secreto de la simplicidad eucarística, que preanuncia, preludia y REALIZA el encuentro cara a cara de la transfiguración? ¿No es esto el más claro testimonio de una pseudomística del sentimiento que pretende la alianza entre una técnica, objetivamente comprometida en la destrucción de la espiritualidad, y la imagen eterna del Dios Invisible (eikón tou theou aoratos)?
Por nuestra parte, sólo queremos reflexionar sobre un aspecto misterioso de esta relación: falso Papa - falsa imagen de Cristo, y proyectar sus inevitables consecuencias a nivel de todas las instancias históricas, que en este dramático año se aprestan a consolidar aún más su férrea conducción luciferina. Nuestra reflexión pretende recuperar el sentido de este tiempo funesto, que NIEGA LA PRESENCIA SUSTANCIAL INTRAMUNDANA EUCARÍSTICA y EXALTA UNA POSIBLE IMAGEN TELEVISIVA, CINEMATOGRÁFICA, REVlSTERIL, MÍSTICAMENTE NO DESEABLE, confundida con las incontables imágenes de la pornografía más refinada y sodomita. La IMAGEN del Hijo de Dios-Hijo del hombre rebajada al nivel del más tremendo satanismo de la carne. No es ésta acaso la máxima parodia judía del MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN, y del misterio Eucarístico?
Los verdaderos pontífices viven la mística de la presencia Trinitaria en el alma, en la Iglesia, en los sacramentos, en la historia, etc. Esa mística se resume en el vínculo con Cristo, como icono del Dios Invisible, y en el vínculo con la Eucaristía que nos torna por la simplicidad de una imagen no carnal (aunque física, sustancial) a la sustancia misma del Dios-Hombre. Por esto la EUCARISTÍA SE COME, porque la extrema materialidad del COMER y EL BEBER está vencida YA EN LA POSESIÓN MÍSTICA DEL PAN CONSAGRADO. Este vínculo entrañable es característico en SAN GREGORIO MAGNO y en SAN Pío X. El reclamo a una imagen carnal del Dios-Hombre reproduce el reclamo judaico: Que baje de la Cruz; es la PERENCIÓN DE LA FE.
Al mismo tiempo aquella entrañable relación entre el VICARIO y la CABEZA que representa, produce en el mundo una multiplicación de la gracia y la santidad, en cuanto una y otra derivan de la inhabitación del Pontífice en el misterio de la humillación en el pan y en el vino, en la víctima, en la hostia. supremo signo de todas las realidades existentes, SUPREMA REALIDAD de la que penden todos los signos posibles (presentes y futuros). ¿Cómo pues desearíamos UNA IMAGEN A LA MEDIDA DE LAS IMÁGENES DE LAS VEDETTES, de las prostitutas de alto nivel, de los homosexuales y drogadictos, etc., etc., difundidas con exquisitos matices carnales por la PORNOCRACIA JUDÍA? ¿No es ello al mismo tiempo NEGAR A CRISTO, ICONO DEL DIOS VIVO, y AL CRISTIANO, ICONO DEL MISTERIO TRINITARIO?
Pero Paulo VI, pseudo-pontífice, contra la secular y venerable mística teándrica y eucarística de la Iglesia; contra una tradición que arranca nada menos que de San Juan Evangelista, prosigue por grandes papas y doctores como San Gregorio Magno y culmina en San Pío X, pretende aquí también innovar con un lenguaje contradictorio con la tradición; difundir un sentimentalismo de la imagen que es, de suyo, pornocracia pseudoteológica, y promover un motivo de corrupción mayor en el horizonte debilitado de la Iglesia. Esta tendencia de Paulo VI define muy bien una teología y una mística contrarias a la naturaleza de la Iglesia, a la relación entre esa naturaleza y el universo de los sionos, y en particular destruye la armonía entre esa naturaleza teándrica y los signos sacramentales.
Genera por otro lado una falsa piedad, que puede confundirse con el sentimiento masivo de admiración, o de sobrecogimiento, o de gozo mundano, y que cesa de ser en consecuencia un estado de recogimiento, compunción y meditación esclarecedora. Esa piedad pasa a ser una pasión psicofísica, carnal, sin atingencia alguna con lo que se ha entendido hasta ahora por "piedad cristiana" (en sus diversos y profundos sentidos teológicos).
Inscribimos esta temática de la falsa imagen y su vínculo con el falso Papa, dentro de los tópicos del así llamado "humanismo de Montini" -Paulo VI: humanismo consagrado a procurar precisamente una falsa imagen del hombre, construida sobre la premisa de una total radicación evolutiva en el mundo. En nuestra interpretación pues "falso Papa", "falsa imagen" y "falso humanismo de radicación intramundana", se ubican en el extremo contrario de las consecuencias que podemos deducir de la secular mística eucarística: el Pontífice sostenido no sólo por su función, jurisdicción o autoridad de tal, sino por un vínculo entrañable con el signo-realidad, que denota y realiza el sacerdocio pontifical de Cristo (en el misterio Trinitario). Por lo mismo, la fructificación de la gracia y de la Fe, y por ende el hambre de SANTIDAD EN LOS FIELES, alentados y, sublimados justamente por la IMAGEN EUCARÍSTICA.

Proponernos pues el anhelo de una imagen tipográfica, televisiva, o de telón cinematográfico, implica renverser (subvertir) la relación, implica destruir la armonía entitativa de la Iglesia y TRABAJAR PARA EXTINGUIR LA FE.
Desde este punto de vista, una conclusión se impone: ¿NO SERÁ QUE MONTINI - EX PAPA HA PERDIDO LA FE? ¿Acaso es esto posible en la economía del Misterio de la Iglesia? Creo que por ese camino nos acercamos a la tremenda instancia que vive este hombre enigmático, al tremendo abismo de este tiempo tenebroso. Ni Shakespeare imaginó un tema tan hondo, tan trágico, tan desgarrador: el caso de un pontífice que perdiera la Fe. Pero Montini-Paulo VI es, de cualquier modo, un personaje y un asunto digno del genio shakesperiano, del Shakespeare del período tenebroso; un MACBETH DEL PODER SACRO, que ha avanzado tanto en la ruta judaica que ya no puede retroceder. ¿Quién podrá prever entonces lo que se prepara en las logias, y quién puede describir cómo madura, sin embargo, el MISTERIO TEÁNDRICO, traicionado por un pseudo-pontífice, PERO VIVIDO HONDAMENTE EN LA VIDA MÍSTICA DE LA IGLESIA? Nosotros, simplemente, confiamos en San Miguel Arcángel.

JUEVES 26 DE NOVIEMBRE DE 1970



Exclusión de los cardenales de más de 80 años del gobierno de la Iglesia
Crítica de dos Cardenales contra el Papa Paulo VI

Ciudad del Vaticano, 26 (UP) - Dos cardenales octogenarios excluidos del gobierno futuro de la Iglesia por un decreto pontificio, reaccionaron hoy airadamente ante la medida y uno de ellos indicó, indirectamente, que el Padre Santo está enfermo.
Las declaraciones separadas de ambos purpurados desataron una controversia en la Santa Sede y la ciudad eterna, mientras Su Santidad iniciaba la primera jornada de su largo viaje a Asía, Lejano Oriente y Oceanía.
El cardenal francés Eugene Tísserant, quien cuenta 86 años de edad y es el decano del Sacro Colegio Cardenalicio, observó que "es público y notorio" que el Papa estaba tan débil y enfermo hace apenas ocho días, que sus ayudantes tuvieron que ayudarle cuando concluyó su audiencia general de la semana en la basílica de San Pedro.
Preguntado si el Sumo Pontífice, quien tiene 73 años de edad, se retiraría a los 80 conforme con el decreto que obliga a dejar entonces a los cardenales sus funciones ejecutivas, monseñor Tisserant respondió textualmente: "Esta hipótesis ha sido mencionada más de una vez. Ciertamente el estado de su salud es tal que quizás no necesite adoptar decisión alguna al respecto". Por su parte, el cardenal italiano Alfredo Ottaviani, quien cuenta 80 años de edad y fue prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe -es decir el antiguo Santo Oficio o Inquisición-", acusó al Papa de abandonar desdeñosamente las tradiciones de la Iglesia y el derecho canónico al emitir su
decreto sobre los octogenarios.
Monseñor Ottaviani, un conservador que anteriormente se opuso públicamente a otros decretos pontificios, como el que excluyó el empleo del latín en la misa, figura al igual que monseñor Tisserant entre los 25 príncipes de la Iglesia que perderán su autoridad en la curia y no podrán elegir Papa.
El cardenal francés formuló sus declaraciones en una entrevista con la televisión de su país mientras que el italiano, a su vez, las hizo en una entrevista concedida al diario romano "Il Messaggero".
El decreto papal prohíbe a los cardenales que lleguen a los 80 años ocupar posiciones en el gobierno central de la Iglesia y los observadores interpretaron la medida como tendiente a facilitar el acceso al poder eclesiástico a hombres más jóvenes y activos.

El ex secretario del Santo Oficio, cardenal Ottaviani, criticó abiertamente la decisión papal de prescindir de los cardenales de 80 años, y dijo que los motivos de tan grave medida no parecen valederos. "Grandes Papas, muy ancianos, gobernaron sabiamente la Iglesia".

ROMA (AFP,) - El ex secretario del Santo Oficio cardenal Alfredo Ottaviani, criticó abiertamente la reciente decisión de Paulo VI de prescindir de los prelados de 80 años en materia de elección papal. Ottaviani, de 80 años de edad, confió esta "conversación" al diario romano de tendencia moderada "Il Messagero", precisamente el día en que el Sumo Pontífice emprendió su viaje a Extremo Oriente. El cardenal, que dijo recoger el parecer de "canonistas, prelados y personalidades laicas", analizó severamente el fondo y la forma del motu proprio de Paulo VI y estimó que la decisión podría incluso tener consecuencias para el propio Papa. Afirmó el cardenal que "todos se sintieron impresionados por la manera desusada y expeditiva con que se procede a una revolución en materia reglamentaria; cambio radical opera do evidentemente sin previa consulta con los entendidos, siquiera fuese para guardar las formas. No es habitual -subrayó Ottaviani- que se rasguen con un simple motu proprio las páginas de una Constitución como la de la "Vacante sede appostólica" (que reglamenta la organización de los cónclaves y la elección del nuevo Papa) y del derecho canónico. Se trata, en sustancia, de un acto efectuado al margen de una tradición más que secular. En cuanto al motivo relativo a la edad avanzada, que debería justificar tan grave medida, no parece valedero". Añadió el cardenal, que se remitió a las escrituras y evocó a los "grandes papas que, muy ancianos, gobernaron sabia y santamente la Iglesia"; Los cardenales con 80 años, siguió diciendo "tienen ya una foja al servicio de la Iglesia, enriquecida por méritos, experiencia y doctrina, de los que ciertamente no sería ventajoso privarse para contar sólo con colaboradores más jóvenes y menos experimentados". Subrayó a continuación Ottaviani el riesgo de que los criterios del motu proprio sean también aplicados al Papa. "Si por razones de edad se considera a los consejeros y coadjutores del Papa como incapaces de cooperar con el jefe supremo de la Iglesia -dijo- se corre el riesgo de ver aplicar Por analogía el mismo criterio al Sumo Pontífice que tuviese más de 80 años, y de ver puestas en tela de juicio las decisiones tomadas por aquel en su vejez".


Juan Pablo II le envía un regalo al sanguinario guerrillero "Tiro Fijo" líder de las F.A.R.C. (Ver la noticia)

BOGOTÁ, DI, Febr. 11, 2001- La noticia de que S.S. Juan Pablo II envió de regalo un "medallón de paz" a Manuel Marulanda, alias "Tirofijo", jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), está produciendo conmoción en innumerables católicos colombianos que tienen la certeza de que el comunismo, doctrina que inspira a la sangrienta narco-guerrilla, continúa siendo "intrínsecamente perverso", que "no se puede admitir que colaboren con el comunismo en terreno alguno los que quieren salvar de la ruina a la civilización cristiana" (cfr. Pio XI, Encíclica "Divini Redemptoris") y que no puede existir ni "reconciliación" ni "acuerdo entre la luz y las tinieblas, entre Cristo y Belial" (San Pio X, Encíclica "Communium Rerum").
La noticia fue dada por Primera Página, de Bogotá (edición Internet), que añadió que el medallón, con las imágenes del Papa y de San Pablo y una inscripción en latín en la que se lee "En la Verdad está la Paz", fue entregado al jefe guerrillero por el presidente colombiano Andrés Pastrana, a pedido del propio Pontífice. Primera Página confirmó esta información a
Destaque Internacional (DI) a través de e-mail (ver más abajo el referido e-mail y el texto de la noticia).
Según encuestas recientes, más del 80% de los colombianos se manifestó contrario a que el presidente Pastrana renovase el uso, por parte de las narco-guerrillas, de una estratégica zona de 42 mil kilómetros cuadrados, del tamaño de Suiza, donde se efectúan las llamadas "conversaciones de paz", pues esta concesión sirvió para fortalecer a los guerrilleros comunistas alentados desde Cuba.
El arzobispo de Cali, Mons. Isaías Duarte Cansino, ha denunciado que a las guerrillas de las FARC y del ELN no les interesa ni la paz ni la justicia: son "hordas de sanguinarios fratricidas", "que no están haciendo una guerra justa sino repitiendo la barbarie de las épocas más oscuras de la historia humana" y que lo único que hacen al pueblo colombiano es "ultrajarlo, humillarlo y destruirlo a través del secuestro, la violencia en todas sus formas y la muerte".
El arzobispo de Bogotá, Mons. Pedro Rubiano, recién nombrado Cardenal, aseveró que la guerrilla efectúa "acciones diabólicas que hay que parar de inmediato”. Y el obispo de Villavicencio, Mons. Alfonso Cabezas, afirmó que la llamada "zona de distensión" en poder de las guerrillas FARC son un "campo de concentración". Resta saber cómo interpretar el gesto del Pontífice a la vista de dichos antecedentes.
La desconfianza de importantes eclesiásticos colombianos y de la mayoría de la población en relación a las guerrillas se vio confirmada también por lo ocurrido en el reciente Foro Social Mundial (FSM), efectuado en Porto Alegre, Brasil. Allí quedó claro que existe una máquina revolucionaria dispuesta a subvertir al continente latinoamericano y llevarlo al comunismo, en la cual Cuba comunista y las FARC ocupan un papel destacado. El delegado de las FARC Javier Cifuentes hizo en Porto Alegre un llamado a luchar para "la construcción del único régimen reservado a llevar la felicidad humana, cual es el socialismo" y afirmó que "las FARC están completamente seguras de que el siglo 21 es el siglo del socialismo, es el siglo de América Latina".
Por su parte, el sacerdote de las FARC P. Oliverio Medina, también presente en el FSM, añadió que Cuba comunista constituye "la prueba de que el capitalismo no es la panacea para la humanidad, y sí lo es el socialismo. Cuba es como una hermana que brilla con luz propia, lo digo porque viví en Cuba".

(*) Ver noticia en: http://colombia.primerapagina.com/index.asp?art=00&dc=1053985 : Primera Pagina, Viernes 09 de Febrero de 2001- El Papa regala medallón de paz a "Tirofijo" líder rebelde en Colombia Los Pozos, Caquetá.- Manuel Marulanda, alias “Tirofijo”, el legendario líder de la principal guerrilla izquierdista de Colombia, recibió el viernes un inesperado regalo de manos del presidente Andrés Pastrana: un medallón del Papa Juan Pablo II.
El medallón, con las imágenes del Papa y de San Pablo, y una inscripción en latín en que se lee: “En la Verdad está la Paz”, fue entregado por Pastrana al jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia durante la reunión que ambos mantienen para salvar el proceso de paz, dijo un portavoz del gobierno.
Pastrana recibió el medallón del Papa durante un reciente viaje a Europa con el encargo de entregárselo a Marulanda, quien lidera un poderoso ejército rebelde de 17.000 guerrilleros con demandas socialistas, dijo el portavoz.
No fue posible conocer la reacción de Marulanda --quien ha vivido la mayor parte de sus 69 años en selvas y montañas-- tras recibir el regalo llegado desde el suntuoso Vaticano.
Pastrana y Marulanda se reunieron el viernes por segundo día consecutivo en esta selvática aldea de una zona desmilitarizada en el sur del país en un intento por reanudar un proceso de paz que lleva congelado desde noviembre.



¿A quién alaba Juan Pablo II?

El papado según Lutero
La mano de Lutero (*)
Por desgracia no fue ésta [pulse aquí] la única ilustración del libro de Lutero "El Papismo fundado por el diablo". Antes había ya sumado a sus ofensivas estampas otras destinadas a soliviantar las brutales pasiones de la muchedumbre.
Una hoja volante ofrecía la imagen del Papa-Satanás. Un gigante espantoso, desnudo, pero oculto en los anillos de una cola enorme, coronado por una tiara que ostentaba dos orejas de asno, llevando en la diestra un tronco de árbol a modo de maza, y en la siniestra, y en amenazador, una desmesurada y rota llave. Este Papa-Satanás aparece vomitando fuego, reptiles, plagas, remedo del dragón del Apocalipsis (cap. 16). Nácenle en la espalda dos alas de murciélago, coronadas de llamas, que parecen, asimismo, arder bajo él. Un diablo, con capelo cardenalicio, aparece sentado, a la derecha, sobre una Bula Pontificia, devorando un obispo y dejando caer sus inmundicias sobre el escudo Pontificio.
En una colección de estas estampas destinadas a ilustrar "El Papismo fundado por el diablo", y que lleva por título "Retrato del Papismo" se contienen los siguientes dibujos: "El Papa-asno, monstruo descubierto en Roma en el Tíber, en 1496"; otro representativo del Papa saliendo del infierno; otro, la Bula, objeto dc irrisión para los pilluelos, desnudos por la parte posterior y dejando escapar ventosidades contra cl Papa; otro aún, en que tres personajes manchan con estiércol las armas pontificias: las llaves simulan ganzúas; la gratitud pontificia al Emperador, y en que se ve a Conradino decapitado por la mano de un Papa; la recompensa del muy satánico Papa y de sus Cardenales, que representa al Papa pendiente de la horca con dos Cardenales y un clérigo; el Papa cabalgando en una cerda y ofreciendo al mundo junto con su bendición, excrementos humanos por incienso (para hacer burla del Concilio por el Papa ofrecido); el Papa, bajo la figura de un asno tañedor de una dulzaina, como para poner en solfa la interpretación de la Biblia; el nacimiento del Papa, a quien da a luz ¡una diablesa totalmente desnuda!...
Fuera de esta serie existe un grabado en madera -Alejandro III asestando un puntapié a Federico Barbarroja y el representativo del Papa-demonio antes citado. Otras dos estampas repugnantísimas quedan aun por reseñar, relativo al nacimiento de los anticristianos, o papistas, y al nacimiento de los frailes. Ambas, son, felizmente, muy raras. No las hemos de describir; han sido reproducidas hace poco; pero en interés de la documentación histórica, en modo alguno para dar prestigio al luteranismo.
Es cosa confirmada por estudios e investigaciones muy recientes que la mano de Lutero no ha sido ajena a la composición y diseño de estas estampas...

Hartmann GRISAR S.J.
MARTÍN LUTERO. Su Vida y su Obra, (pág. 401, ed. Fundación).


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¿Por qué cambiaron la Misa?

Hacia la religión única.
(Del Vol. XIII, N_ 5, 1991, pp. 43-48)

Por Mauro Ciotola

EL CULTO PROTESTANTE COMO SIMPLE CONMEMORACIÓN

Los herejes del siglo XVI negaron que la misa fuera el sacrificio de Jesucristo en el Calvario místicamente pero hecho presente realmente sobre el altar y, después de descartar el santo sacrificio de la misa, inventaron nuevos ritos que encarnaron todas sus herejías con especial énfasis en "la justificación por la fe sólo." Con el tiempo aquella "fe" llegó a ser el mero convencimiento de una persona de que Cristo había muerto para expiar sus pecados, y su acogida de Cristo como su Salvador.
Para cambiar la fe de la gente, una de las primeras cosas que tenían que hacer era cambiar el lenguaje del culto. Lutero reconoció esta necesidad rapidísimamente y se dio cuenta de que aunque la gente pudiera ver que se habían hecho cambios, no pudieran percibir que la idea de sacrificio había desaparecido. ¿Cuánto comprenderían estos campesinos de sus revisiones si el culto quedara en latín? Por lo tanto, el nuevo culto tenía que ser en el lenguaje del pueblo, el vernáculo (en el caso de Lutero, en alemán).
El principio del "efecto audiovisual" no es nada nuevo. Lutero conocía su valor también. Sabía que para obtener el mejor resultado, no sólo era importante que la gente viera que se habían hecho cambios, sino que percibieran lo que se decía. Al instituir los sacramentos, Nuestro Señor los hizo signos externos que consisten de materia y forma, es decir, una cosa o una acción acompañada por una declaración que lo define. Al corromper los sacramentos, Lutero conocía la importancia de alterar las acciones y las palabras para definir el "sacramento" de nuevo.
Para los herejes era increíble la idea de un verdadero sacrificio realizándose sobre el altar. Representaba para ellos la superstición y la magia, así que cambiaron el énfasis de sacrificio a lo de "cena del Señor" como acción de gracias a Dios y comunión por Cristo con Dios y con los demás. Su culto, pues, llegó a ser para ellos una "comida comunal" o una "celebración" en que la unidad entre creyentes se expresaba al participar en la "fracción del pan" unos con los otros. También llegó a ser un "testimonio" y tributo a Jesucristo, un sacrificio de alabanza y agradecimiento a Dios, pero categóricamente no una representación del sacrificio perfecto que Cristo había ofrecido en el Calvario.
Su culto se hizo una "comida memorial" basada en el equivocado entendimiento de las palabras de Cristo: "Haz esto en memoria de Mí." Mientras la Iglesia Católica daba énfasis en "Haz ESTO" (la acción de Cristo), los herejes la cambiaban a "en memoria de Mí" (una memorial). Y este cambio del significado se logró fácilmente al reemplazar el altar por una mesa.
Cuando se ve un altar se piensa en sacrificio, pues es sobre los altares donde el sacrificio tiene lugar. Sacrificio, altar y sacerdocio son inseparables. Por otro lado, cuando se ve una mesa se piensa en una comida, pues es sobre las mesas que se toman las comidas. ¡El sacrificio no se hace en las mesas y las comidas no se comen sobre los altares! Pues bien, con la mesa como centro de atención en la iglesia, se sugería "comida" y la idea de sacrificio desaparecía.
En la Iglesia Católica, la misa es ambas cosas, sacrificio y sacramento, y la Iglesia enseña que este sacramento opera por virtud de un poder dentro de sí mismo (ex opere operato), porque Nuestro Señor lo ha instituido con toda la fuerza de Su veracidad para ser el indefectible "signo externo" de Su gracia invisible. Es el poder de Cristo que opera en el sacramento; Él es el ministro de todo. El sacramento no puede perjudicarse por ninguna debilidad humana, bien sea la indignidad del sacerdote o la indiferencia de la congregación, y los efectos de la misa se generan aún cuando se celebra sin congregación y aún cuando el sacerdote está en estado de pecado mortal.
Por lo tanto, está claro que la misa no depende de la participación humana para su eficacia; ¡es eficaz por medios sobrenaturales porque es la acción de Cristo Mismo!
Sin embargo, el punto de vista de Lutero sobre la misa era algo muy diferente. "La misa es una promesa divina," dijo, "la cual no puede ayudarle a nadie, ni aplicarse a nadie, ni interceder por nadie, ni comunicarse a nadie, excepto a aquel que cree con fe propia. ¿Quién puede aceptar o aplicar a otro la promesa de Dios que requiere la fe de cada uno individualmente?" Era suya la afirmación que la misa no opera desde "un poder intrínseco", sino que cuenta con "un poder exterior"--la fe de cada participante. Según Lutero, el poder por el cual funciona cualquier "sacramento", está en la fe de las personas congregadas allí. El "sacramento" luterano no es un signo exterior de la gracia de Dios, sino el signo externo de la fe del pueblo en las promesas de Cristo. Por el sacramento, Dios no extiende su gracia, sino más bien el pueblo expresa su confianza. El "sacramento" luterano no es la acción de Dios, sino del hombre.
Con este punto de vista, pues, dio la vuelta a las cosas e insistía en que el servicio no se celebrara mientras se daba la espalda a la congregación, sino que tenía que hacerse dando la cara y dirigiéndose a ella para que su fe se aumentara, dando al servicio el poder necesario para hacerlo efectivo para aquellos que creerían.
Una vez que el "altar del sacrificio" se convirtiera en "la mesa del Señor," también se hizo necesario eliminar el canon de la misa, porque éste era la gran oración en donde ocurren las referencias al sacrificio--no sólo un sacrificio de alabanza (que el mero hombre podría ofrecer), sino el sacrificio de reparación por el pecado (que sólo Cristo podía ofrecer). Lutero declaró: "Que el canon dé lugar al evangelio," y en su lugar había una simple exhortación de recibir la comunión. Había más énfasis en las escrituras y en la enseñanza, con una decidida ausencia de cualquier cosa que indicara el sacrificio del Calvario. Con el canon reemplazado y el servicio entero que adoptaba el carácter de un servicio de oración para alentar la fe, las lecturas de la Biblia tomaron un papel más prominente. El sermón ocupó un lugar grande, tanto que la Iglesia se dio un aire no sólo de un sitio de oración y alabanza, sino de un auditorio o sala de conferencias también.
Los herejes comprendieron muy bien cómo formular un servicio que diera énfasis en donde ellos lo querían, mientras a la vez rechazara esas cosas que no les eran aceptables. Compusieron un servicio "evangélico," un servicio de predicación, un servicio de enseñanza, en donde la lectura de las escrituras adquiría importancia--para el propósito principal de incitar la fe. Esto era para ellos la suma y sustancia del oficio, ya que, según el Doctor Lutero, "la fe sola salva." Se hizo todo esto para poder negar y rechazar más o menos claramente la idea de sacrificio y de transubstanciación. Al quitar el canon y cualquier otra cosa que se refería al sacrificio, incluso el altar, y al colocar una "mesa santa," la idea de sacrificio se reemplazaba con un "memorial de la cena del Señor." El servicio nuevo reflejaba el hecho de que:
• -Negaron que los méritos de la misa se podían aplicar a los vivos y a los muertos (sobre todo porque también negaban la existencia del purgatorio), para que la misa de réquiem destinada para el descanso de un miembro difunto se sustituyera por un "funeral cristiano."
• -Negaron que el sacerdote podría "actuar en la persona de Cristo" y transubstanciar, y lo dejaron muy claro al eliminar el "acto de la consagración" y al colocar una "narración de la última cena" en su lugar.
• -Negaron el poder del sacerdocio sacrificador e invitaron a todos a recibir el cáliz y a tomar una parte más activa en los oficios con el propósito de dar énfasis sobre el "sacerdocio" de todos los creyentes.
• -Negaron la presencia verdadera de Cristo en la Sagrada Eucaristía y reintrodujeron la "comunión en la mano," y ya que no había presencia verdadera, ¡no hubo necesidad de tabernáculos!
• -Negaron la intercesión de la Bienaventurada Virgen y de los santos y quitaron todas las imágenes y estatuas sagradas de las iglesias. El crucifijo se reemplazó con una cruz desnuda, sin corpus, o sea, sin la imagen del Cristo agonizante.
Con este breve resumen, deseamos proporcionar los antecedentes del "por qué" del Concilio de Trento y del "por qué" hacía falta la codificación de la misa romana. La misa tridentina se fraguó como arma eterna contra estas herejías y permanece tan efectiva hoy como lo fue entonces. Sin embargo, hoy en día entre "católicos" existe un desprecio por ella que iguala él de Lutero, quien dijo: "Declaro que todos los prostíbulos, todos los homicidios, asesinatos, robos y adulterios han causado menos mal que la abominación de la misa papista." Hoy en día los "católicos" la abandonan por una nueva forma de liturgia -realmente un nuevo orden de culto totalmente- el cual da la "casualidad" que es bastante compatible con las herejías de Lutero y otros heresiarcas.
Hasta aquí, hemos tratado de aclarar en algo el propósito de codificar la misa tridentina como barrera y salvaguardia contra la herejía, ¿no despierta curiosidad el por qué se se la ha abandonado y prohibido? Ciertamente, ¡la herejía no ha dejado de existir! ¡no todos los protestantes se han convertido nuevamente a la Fe de sus antepasados! ¿Qué puede hacer pensar que la Misa Tridentina ya no sea necesaria? ¿Que no es aceptable? ¿Que es tan intolerable que hay que arrancarla y reemplazarla con un concepto de "misa" totalmente distinto?
Resumiendo: ¿por qué la misa nueva?
Podríamos aplicar a la nueva misa las palabras del Papa León XIII referidas antes: "Para una estimación justa y adecuada" es importante "comprender las circunstancias en las que se originó y en que se instituyó públicamente."
Cuando hacemos remontar la causa radical de poner por obra la misa nueva y de descartar la misa tridentina, descubrimos que por debajo de todo hay un ambiente de falso ecumenismo. Decimos ecumenismo "falso" y falso es.
La palabra "ecuménico" usada en el sentido católico siempre ha significado una representación de todos los obispos en comunión con la Sede Apostólica, de todo el mundo católico, de todos los que reconozcan la estructura jerárquica de la Iglesia y que estén unidos en la misma fe católica. Este es el verdadero significado de "ecuménico" y como tal, no es nuevo en el catolicismo.
Sin embargo, desde 1925 hasta 1935 especialmente, "ecuménico" empezaba a asumir otro significado totalmente distinto. En esa década brotó un movimiento inspirado por el protestantismo que de hecho se llamaba el "Movimiento Ecuménico." Su meta era la de lograr una "unidad" de todas las sectas cristianas por la cooperación y comprensión más íntima, conduciendo por último (así esperaban sus defensores) a una sola "Iglesia Cristiana Universal."
Como movimiento organizado, empezó por los principios del siglo XX y se hizo altamente visible con el establecimiento del Consejo Mundial de Iglesias, con su primer asamblea en Amsterdam, Holanda, en 1948.
"Ecuménico," tal y como se fomentaba por el Consejo Mundial de Iglesias y el Movimiento Ecuménico, toma un significado totalmente opuesto al significado católico y a la doctrina católica de una sola Iglesia verdadera, unida en las doctrinas de una sola fe sobrenatural. Este ecumenismo falso se basaba en el indiferentismo; o sea, que "para Dios, una religión es igual de buena como otra." Y más allá de esto, también se niega la realidad de la Iglesia verdadera, al sugerir que la Iglesia verdadera todavía no existe pero que empezará a existir en algún momento del futuro al unirse varias comunidades cristianas.
El Consejo Mundial de Iglesias coordina unas 300 sectas variadas: miembros de las denominaciones Anglicana, Católica Vieja, Ortodoxa, y Protestante que incluyen unos 400 millones de cristianos. Ha llegado a ser el cuerpo representativo de este "ecumenismo falso." Ha hecho bien su trabajo. Tan bien, de hecho, que ya la palabra "ecuménico" se comprende totalmente mal y se distorsiona del significado católico y se acepta en este sentido nuevo, modernista, por la mayoría del mundo: "la unidad importa más que la verdad."
Mas para los católicos este "ecumenismo falso" ¡no es aceptable!
Está basado en el principio de que "una religión es tan buena como la otra," un principio que la Iglesia ha condenado como herético. Cualquiera que promueva tal filosofía ¡claramente es un hereje!
El Consejo Mundial de Iglesias es una creación protestante organizada específicamente para extender la doctrina de la "justificación por la fe sola" bajo el disfraz de la caridad cristiana llamado "ecumenismo." Aunque la nueva Iglesia creada por Vaticano II no es miembro todavía, se acerca cada día más, y ciertamente ayuda a promover sus ideas.
Esto no es una frase vacía; está bien documentada de verdad. Durante muchos años ya, la Iglesia conciliar se ha involucrado en lo que normalmente se llama "diálogo" con varias sectas protestantes, especialísimamente con los luteranos y los anglicanos. Estas reuniones no son nada sigilosas; por el contrario, son bien anunciadas. De lo que la mayoría de los católicos no son conscientes es que estos "diálogos" no era algo que empezaron después de la introducción de la misa nueva; se celebraban mucho antes de Vaticano II, de modo extraoficial entre las dos Guerras Mundiales, a decir verdad. Las primeras sesiones de diálogos tuvieron una relación directa sobre la composición de la misa nueva a finales de los años 60.
También es muy conocido que ciertos miembros de la jerarquía de la Iglesia y un número de teólogos que enseñaban en los seminarios promueven abiertamente y esperan ansiosamente el día en que la Iglesia Católica pueda aceptarse en el Consejo Mundial, igual que muchos católicos esperan el día de sacerdotes mujeres, o "sacerdotisas." Pero antes de que la inclusión de la Iglesia de Vaticano II en el Consejo Mundial de Iglesias se haga realidad, hay ciertos obstáculos que han de eliminarse.
Primero, la Iglesia Católica tiene que abrazar y profesar la doctrina de la "fe sola," que la obediencia a los preceptos morales no es necesario para la salvación, sino tan sólo la confianza de que Jesús ha muerto por los pecados de cada uno. También, ya que ningún protestante que desea quedarse así aceptaría la primacía y la infalibilidad de un Papa, pues aquel cargo ha de reducirse a un puesto tipo "presidente de la junta directiva" y nada más que eso. Otros obstáculos son la transubstanciación del pan y el vino al cuerpo y sangre de Cristo en la misa, los distintos poderes sacramentales del sacerdocio, y--especialísimamente--la misa como sacrificio de propiciación para vivos y muertos.
Antes de que la Iglesia Católica pueda hacerse aceptable al Consejo Mundial y armonizarse bien con las otras "denominaciones cristianas," ¡todo esto ha de eliminarse! En otras palabras, todas las verdades sobrenaturales, los misterios divinos de la fe católica, han de descartarse de sus doctrinas y de su culto; tiene que hacerse "más humano" y "más natural" (o sea, menos sobrenatural) para considerarse solamente una de las muchas iglesias que pretenden lealtad a Cristo.
La única cuestión a tratar ahora es ¿cuál es la manera más efectiva de conseguir tal tarea?
Martín Lutero tenía la contestación para eso: "¡Destruya la misa," dijo, "y destruirás el catolicismo entero!"
La relación entre la misa y la fe no se puede desechar ni tomarse a la ligera. En su encíclica Mediator Dei, Pío XII afirma: "En la Sagrada Liturgia hacemos explícita profesión de fe... Toda la Liturgia tiene, pues, un contenido de fe católica, en cuanto atestigua públicamente la fe de la Iglesia... De aquí que si queremos distinguir y determinar de manera absoluta y general las relaciones que existen entre la fe y la Liturgia, podemos afirmar con razón: ‘Lex credendi legem statuat supplicandi--La Ley de la Fe debe establecer la ley de la oración.’" Dicho simplemente, esto significa, "Tu oración es simplemente la expresión de lo que crees."
Esto, pues, es nuestra tarea: examinar las oraciones de la llamada misa tridentina y compararlas con las de la misa del nuevo orden. Cuando lo hacemos, quedará muy claro que en verdad ¡representan dos fes distintas y constituyen dos religiones distintas!
No es difícil hacerlo. Todo lo que se necesita es un misal tridentino y uno del Novus Ordo, y sugerimos que lo hagáis.
En la misa tridentina encontramos la pura fe católica claramente profesada sin ambigüedad alguna.
En la Novus Ordo, encontramos un servicio tan ambiguo que los protestantes (que tienen toda intención de permanecer protestantes) admiten abiertamente que son capaces de encontrar en la misa nueva su "cena," y ponen una importancia especial en el "uso de las nuevas oraciones eucarísticas con las que se encuentran muy a gusto." (Afirmación del Consistorio Superior de la Iglesia de la Confesión de Augsburgo en Alsacia y Lorena, el 8 de diciembre, 1973.)
También trataremos de lo que algunas personas gustarían creer son cambios meramente superficiales y cosméticos pero que en realidad son bien calculados y profundos; son calculados en que se diseñaron con un propósito específico, y profundos porque este propósito es la anihilación del catolicismo.
Veremos que los modernistas han seguido los proyectos de los "reformadores" (y en algunos casos han ido aún más allá de ellos), y veremos porque cualquier católico (que desea salvaguardar su Fe y permanecer católico) en buena conciencia no puede aceptar la misa nueva, ni tolerarla, ni participar en ella, ni mostrarse indiferente ante la misa nueva, la cual no profesa la fe católica, sino que se compuso para profesar una "religión ecuménica" que "tiene la posibilidad de satisfacer a los más modernistas de entre los protestantes." (Cardinal Ottaviani en su "Intervención" a Pablo VI en 1969)
Como siempre, el mejor sitio para empezar es el principio.
Al contrario de lo que pueden creen la mayoría de los católicos, la nueva misa no apareció por primera vez en 1969; ya se había escrito y estaba terminado en 1967. En este momento, se convocó un Sínodo Episcopal en Roma y se le pedía que emitiera un juicio crítico sobre una celebración experimental de una llamada "misa normativa," que era esencialmente la misma misa impuesta a los católicos como el "Novus ordo" dos años más tarde. Después de la liturgia, que se celebró en la Capilla Sixtina por el mismo Annibale Bugnini, quien era una de las fuerzas motoras detrás de los cambios litúrgicos desde el 1948, el voto demostró una apreciable oposición y en esencia se rechazó la "misa experimental."
Sin embargo, dos años después, sin más juicios por parte de conferencias episcopales, se introdujo de nuevo y se impuso como Missae Novus Ordo --la "misa del nuevo orden"-- por Pablo VI. Un grupo de 40 eminentes teólogos en Roma misma, incluyendo a dos de los cardenales más antiguos, redactó un estudio crítico de la nueva misa y lo mandó a Pablo VI, el 25 de septiembre de 1969, en una carta firmada por los Cardenales Bacci y Ottaviani. La esencia del informe era que se encontró que el Novus Ordo se desviaba de la doctrina católica, que era peligrosísimo a la fe y que, mientras socavaba la fe de los católicos, daba todas las promesas de satisfacer a los más liberales y modernistas de entre los protestantes. Tal vez eso es exactamente lo que querían sus autores. Se hizo caso omiso del informe y el Novus Ordo se impuso después de una breve demora.
Ya que la misa es el oficio central en la Iglesia Católica, es importante que los católicos sepan quien escribió la misa nueva, y quienes la aprobaron después de que se había rechazado por el sínodo de obispos de 1967.
Para contestar la primera pregunta, el arzobispo Annibale Bugnini dirigió a un Consilium, el grupo de estudio que formuló la nueva misa. Ahora bien, es posible que muchos jamás hayan oído hablar del Arzobispo Bugnini, pero en realidad, la mayoría de nosotros le hemos visto en la televisión. Presidió el servicio de Navidad para los rehenes estadounidenses en Irán. ¿Por qué estaba en Irán? No, no se le envió específicamente para celebrar estos servicios como algunos puedrn haber pensado; se le envió a Irán como Nuncio Apostólico mucho antes (cerca del 1976) después de presentarse al Vaticano un expediente que demostraba sus vínculos con la Francmasonería.

Después de ser denunciado como masón el Arzobispo Annibale Bugnini del Concilio sobre la Liturgia, es obvio que (su presencia) llegó a ser desconcertante en el Vaticano, y se destinó convenientemente a Irán como Nuncio Apostólico. Como dice el antiguo refrán: "¡Ojos que no ven, corazón que no siente!" Y en cuanto concierne al Concilio mismo, sí que es interesante notar que entre el equipo de consejeros había seis teólogos y líderes de Iglesias protestantes, cinco de los cuales se pueden ver en una fotografía oficial con Pablo VI son: los doctores George, Shephard, Konneth y Smith, y el hermano Thurian, quienes representaban el Concilio Mundial de Iglesias, la Iglesia Luterano, la Iglesia Anglicana, y la Comunidad Protestante de Taize. Según el R. P. Rembert Weakland, arzobispo conciliar de Milwaukee (EE.UU.), dichos teólogos protestantes jugaron un papel activo en la creación de la misa nueva para la Iglesia pos-vaticano II.
Muy ciertamente estos protestantes, cuya ayuda se pidió para formar la liturgia nueva, lejos de ser defensores del santo sacrificio de la misa, eran promotores del ecumenismo falso, de la justificación por la fe únicamente, y del subjetivismo religioso --un sistema de pensamiento religioso en el que se basa todo el protestantismo. Es un sistema en donde la religión se basa, no sobre una "fe objetiva," sino sobre los sentimientos, emociones, encuentros, y experiencias, todos los cuales pasan por inspiraciones directas del "Espíritu Santo" sin cabida para la obediencia a ninguna autoridad de la enseñanza establecida divinamente ni para los misterios sobrenaturales.
No es de extrañar pues, que con esta ayuda protestante, Monseñor Bugnini compusiera un servicio que no ofendiera a aquellos que no creían en la verdadera presencia de Cristo, en la transubstanciación, ni en los poderes del sacerdocio católico. ¿Y es de extrañar el por qué fue rechazado cuando en octubre del 1967 se lo propuso para ser evaluado por una Reunión del Sínodo Episcopal en el Vaticano? Sin embargo, en el número de mayo de 1970 de Notitiae, órgano para la Sagrada Congregación del Culto Divino, se afirma que, después de un examen de la Introducción al nuevo rito hecho en 1969, "los padres y especialistas del Concilio no encontraron en ella ningún error doctrinal, ni razón alguna para hacer ningún cambio." Y pues, ¿si fuéramos a pedirles a Lutero, a Calvino y a Zwinglio que pasasen juicio sobre sus propias obras, ¿habrían "encontrado en ellas algún error doctrinal, o razón alguna para hacer cambios?"


LOS CAMBIOS SOCAVAN LA FE POR SU COMPLICIDAD SUTIL

Al contrario de lo que se nos ha dicho, el Novus Ordo sí que introduce cambios que alteran la Fe de la Iglesia en cuanto a la expresión de su culto, como veremos a continuación.
Lo que el Concilio llamaba "cambios insignificantes e inocuos" son a menudo muy sutiles en sus implicaciones. Normalmente no contradicen rotundamente las doctrinas de la Iglesia, ni niegan forzosamente y descaradamente sus enseñanzas tradicionales sobre la misa. Mas por la fuerza de mil implicaciones, corroen y corrompen la fe en la mente de la gente, casi como la lluvia ácida destruye un valioso edificio histórico despacio pero sin piedad.
Cuando se examina la misa nueva en su totalidad, las verdaderas intenciones de los autores y de los que la promueven se hacen clarísimas, pues todas las modificaciones e innovaciones convergen en un sólo fin. Estos cambios están perfectamente orquestados para efectuar un cambio importante en la parte esencial de la misa. Y que los cambios litúrgicos no toquen lo esencial de la misa, simplemente no es verdad, pues tomado en conjunto tienen como impacto deliberado la alteración de la fe en las mentes de los fieles, especialmente en los jóvenes--sus hijos y nietos--por el uso y la costumbre.
La primera innovación principal del Novus Ordo era sobre la lengua de la misa. Hay muchos que están bajo la impresión falsa de que la diferencia principal entre los católicos tradicionales y los que siguen a Vaticano II es cuestión de gusto personal, estilo, preferencia, o aún simplemente cosa de idiomas: la lengua latina contra la lengua vernácula. Y estas personas suponen que el católico tradicional estaría satisfecho si la misa nueva se dijera en latín; así cualquier iniciativa por parte de la jerarquía de promover la lengua latina en la misa nueva les parece ser la solución. Esto, sin embargo, no es así en absoluto. La misma misa nueva se publicó al principio y oficialmente en latín, pero aún así era perniciosa para la fe católica.
Que se establezca de una vez para siempre que el asunto principal de desacuerdo está en la misma forma y significado de la misa. ¡Para el católico tradicional, el Novus Ordo es funesto en cualquier lengua! Pero sí estamos de acuerdo--y los reformadores comprendieron esto bien--que ciertamente sería mucho más difícil adoctrinar una teología nueva en las mentes católicas si la liturgia fuera en latín. También sería difícil permitir las muchas variaciones estrafalarias en experimentos litúrgicos en las últimas tres décadas si la liturgia se hubiera adherido al latín. El descarte del latín, por lo tanto, fue crítico para que los reformadores modernistas llevaran a cabo su propósito dual: (1) abrir la liturgia de par en par a toda clase de proyectos y temas, mientras a la vez (2) dar a su liturgia revisada el poder penetrante para infectar el pensamiento de los fieles con las nuevas nociones destructivas para las antiguas doctrinas.
Lutero, también, comprendió la importancia de la lengua litúrgica. Una lengua litúrgica era un eslabón permanente con el pasado. Para poder meter sus ideas en el pensamiento de los alemanes, tenía que romper aquel eslabón. Pero, "¿cuánto comprenderían estos campesinos de las revisiones si permanecieron en latín?" Y así, lo primero que hizo fue redactar el nuevo culto en alemán.
El uso de la lengua vernácula no es una innovación "insignificante" o "inocua", ni mucho menos. El Papa Pío XII lo llama un asunto de importancia principal: "Hay que reprochar severamente la temeraria osadía de aquellos que de propósito introducen nuevas costumbres litúrgicas... No sin gran dolor sabemos que esto sucede en cosas no sólo de poca, sino también de gravísima importancia; no falta, en efecto, quien usa la lengua vulgar en las celebraciones del Sacrificio Eucarístico... El empleo de la lengua latina, vigente en una gran parte de la Iglesia, es un claro y noble signo de la unidad y un efícaz antídoto contra toda corrupcion de la pudra doctrina." (de la Encíclica Mediator Dei)
El Concilio de Trento no pensaba que el uso de la lengua vernácula fuera inocuo tampoco, y hasta excomulgaron a cualquiera que promoviera la misa rezada exclusivamente en la lengua común: "Si alguien dice... que la misa debe celebrarse solamente en la lengua vernácula, sea anatema."
La cuestión debe quedar clara: la iglesia ha insistido en el latín como la lengua litúrgica durante 1.600 años por alguna razón. ¡Así que la eliminación del latín en la celebración de la misa es mucho más que un cambio menor o una alteración insignificante!


EL LATÍN COMO SALVAGUARDA CONTRA LA CORRUPCIÓN LITÚRGICA

El latín se llama "lengua muerta." En gramática esto significa que es un idioma "fijo" que no puede torcerse, falsificarse, o cambiar de significado. Una "lengua viva" puede crear significados nuevos y palabras nuevas. Como "lengua muerta," el latín es inmutable y no está sujeto al cambio; esto es la primera zona de defensa para el latín como lengua oficial de la Iglesia. G. K. Chesterton lo expresó bien al decir: "La diferencia entre una lengua moderna y el latín no es la distinción entre una lengua viva y otra muerta, sino la diferencia entre una lengua moribunda y otra inmortal."
El Papa Pío XI hasta fue tan lejos como para decir que la lengua latina es una parte de la vida de la Iglesia tal que comparte, en algún sentido, las cuatro marcas que la identifica como la verdadera Iglesia de Jesucristo. Los que se acuerdan de su catecismo, recuerdan que la verdadera Iglesia tiene cuatro características: es "una, santa, católica y apostólica." Igual que la Iglesia es una en la fe siempre y por todas partes, también la lengua latina es una y la misma siempre y en todas partes. Igual que la Iglesia es santa, también los escritos de tantos Padres santos y Doctores de la Iglesia han consagrado al latín, que ha servido durante siglos como vehículo digno para las verdades de la fe. Igual que la Iglesia es católica, o sea universal, y que se destinó por el único Mediador entre Dios y el hombre para ser el único medio de salvación para la gente de todas las razas de la humanidad, así el latín también es una herencia común que rebasa las culturas modernas sectarias--es patrimonio del mundo sin distinción de cultura o raza. Y por fin, igual que la iglesia misma es de origen apostólico, también el latín fluye a través de las épocas desde aquellos tiempos apostólicos, aún desde la prisión Mamertina cerca del Foro Romano, de donde los santos Pedro y Pablo se condujeron un día al martirio glorioso para Cristo.
Ya que Jesucristo es inmutable, ya que Sus verdades son inmutables, ¿no es apropiado y correcto que la lengua oficial de Su Iglesia y la lengua de Su obra más sagrada, la misa, también sea inmutable? Pío XII la llamó "antídoto efectivo contra cualquier corrupción de la verdad doctrinal" debido a su inmutabilidad. Si la lengua no puede cambiar el significado de la misa, entonces las doctrinas contenidas en ella no se pueden cambiar ni descartarse en el nombre de "ponerse al día" o de llegar a ser "relevante al mundo moderno."
Pero hay más que alegar del latín en relación con la Iglesia. Durante 1.600 años llevaba el sacrificio de la misa, los sacramentos y el mensaje del cristianismo a todos los pueblos del mundo. Por el uso de la lengua latina, los católicos en todo el mundo estaban unidos en "un solo Señor, un solo bautismo, una sola fe." Por su misma naturaleza, el latín es apropiadísimo para promover todas las formas de cultura entre las gentes. No da lugar a celos, ni favorece nación alguna, sino se comunica a todos por igual e imparcialmente, y como ha afirmado Pío XI: "Pues la Iglesia, precisamente porque abraza todas las naciones y está destinada a durar hasta el fin del tiempo... por su misma naturaleza requiere una lengua que es universal, inmutable y no-vernácula."
El R.P. Oswald Baker observó que descartar el latín es lo mismo que "quitarle a la Iglesia el manto de reina y vestirla de mono."
La eliminación del latín de la misa es ciertamente una desviación muy profunda que desgarra el alma misma de la Iglesia. Esto abre la puerta al error doctrinal y a la devastación de la tradición. Es demasiado católico, demasiado tradicional, demasiado objetivo, demasiado solemne y demasiado decoroso para el pensamiento subjetivista que quiere moldear "la verdad" al capricho del momento. El latín coloca un velo decente y hermoso sobre lo que hace el sacerdote en el altar mientras reza a Dios. El latín promueve el "misterio" y para el pensamiento subjetivista, no hay sitio para misterios. Con la eliminación del latín, la sensación sobrenatural de la misa desaparece y el humanismo puede colocarse en su sitio.


LA NOCIÓN DEL HUMANISMO: EL HOMBRE SE PERFECCIONA A SÍ MISMO

Al considerar lo que el "subjetivismo religioso" y el movimiento ecuménico promueven, no es difícil darse cuenta de que un resultado natural es la tendencia de exagerar los derechos y poderes de la naturaleza humana. Esto se denomina "el humanismo"--la creencia de que el hombre tiene el poder de perfeccionarse a sí mismo. Es un sistema de pensamiento en el cual se hace céntrico y dominante al hombre, sus intereses y desarrollo, inclinándose a exaltar al hombre hasta el punto de la divinidad.
Este sabor humanístico es muy destacado en toda la misa nueva. Todos estos "cambios insignificantes e inocuos" siguen una pauta clara hacia el humanismo y alejados de Dios, lejos de lo sobrenatural y dirigida a lo natural. Se da énfasis a una "comida comunal," a un sacrificio meramente de alabanza y agradecimiento antes que al aspecto realmente redentor y propiciatorio de la misa. El papel del sacerdote se disminuye a favor del de la asamblea, y una presencia "puramente espiritual de Cristo" se realiza por virtud de la congregación reunida allí en vez de la presencia real de Cristo efectuado por los poderes del sacerdote en la consagración.
Por ejemplo, la Misa Tridentina abre con las Oraciones al Pie del Altar, oraciones de preparación recitadas por el sacerdote como un acto personal de reconocimiento de que, a pesar de su indignidad, está a punto de acercarse a los santos misterios: "Introibo ad Altare Dei"--"Entraré al altar de Dios."
Inmediatamente, es a Dios vivo a quien se reconoce. Desde los mismos comienzos es a Dios vivo, objetivamente presente en el tabernáculo, a Quien se llama la atención inmediata, y es a Él a quien se Le da el sitio de honor. Se da énfasis especialmente a esta fe por el hecho de que el sacerdote da la con vistas al tabernáculo mientras reza en voz baja en la lengua sagrada de la iglesia, igual que Moisés conversaba con Dios en el monte fuera del alcance del oído de la gente, igual que Zacarías ofreció sus oraciones en el retiro del santísimo e igual que Cristo mismo, mientras pendía de la cruz, gritaba a Su Padre Celestial en una lengua no comprendida generalmente por aquéllos reunidos en el Calvario.
Pero el comienzo de una liturgia como ésta no puede tener ningún atractivo para la mente subjetivista, la cual no puede ver a Dios; no puede comprender el lenguaje; no puede oír lo que dice el sacerdote, y peor aún, el sacerdote le está dando la espalda. Su presencia en la Iglesia no tiene nada que ver con lo que está pasando en el altar.
En el Novus Ordo, las Oraciones al Pie del Altar se han reemplazado con unas palabras acogedoras a los fieles: "La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros."
En este caso es fácil ver que se llama la atención inmediata no sobre Dios sino más bien sobre la asamblea de gente reunida allí con una bendición por su presencia.
Un comienzo tal y como éste ciertamente atrae más a la mente egocéntrica del subjetivista; no hay ni mención ni siquiera una pista de la presencia objetiva de Dios, no hay misterio ni hay sugerencia alguna de la calidad sobrenatural de lo que va a ocurrir. Ahora el sacerdote da la con vistas a los fieles, se dirige a ellos, y les habla en su propio idioma. Ellos son el centro de atención. Esta clase de comienzo atrae más a la mente subjetivista, no hay nada sobrenatural en él, sino está en el campo del "encuentro personal."
Desde el mismo principio del Novus Ordo, los católicos, especialmente los jóvenes, están disuadidos de la fe católica objetiva y conducidos más bien a una mentalidad subjetivista que contradice la enseñanza católica de "ex opere operato" (eso es, que la misa funciona por un poder desde su interior) y están expuestos a la doctrina de Lutero que los fieles han de comprender y participar si el culto ha de tener algún efecto o valor. Un comienzo tal y como éste es bastante aceptable a los protestantes y no tienen escrúpulos en utilizarlo ellos mismos.


EL HOMBRE, CRIATURA PECADORA, SE ACERCA A DIOS, SU CREADOR

En la Misa Tridentina, mientras sigue al pie del altar y antes de acerarse al Sanctum Sanctorum, el sacerdote recita el Confiteor, oración de confesión y súplica de perdón. Es una oración en la que la gente reconocen su pecaminosidad, no sólo en privado, sino delante de toda la iglesia, de todos sus santos testigos y aún delante de los mismísimos poderes del Cielo: "Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los Santos, etc." Sin embargo en el "rito penitencial" del Novus Ordo, la bienaventurada Virgen, San Miguel, San Juan, San Pedro, San Pablo y todos los santos están eliminados, y se reemplazan con "y vosotros, mis hermanos." Así, se hace caso omiso de la Comunión de los Santos (artículo del Credo Apostólico) y se les concede una importancia principal a los fieles reunidos allí: "a vosotros, mis hermanos."
¡Ningún protestante tendría problema alguno con esto!
En la segunda parte del "rito penitencial," cuando se mencionan a la bienaventurada Virgen y a todos los ángeles y a los santos, se hace únicamente en el sentido de "pedir" sus oraciones por casualidad, pero en ningún caso se puede interpretar como implorar su intercesión. Después de todo, los protestantes no creen en la "intercesión de los santos" pero sí creen en rezar para los demás y les encanta hacerlo. ¡Pregúntales y verás!
Desde el principio pues, la misa nueva se aparta radicalmente del pasado.


JUGANDO CON EL TEXTO: ¿TRADUCIR O INVENTAR?

Otra traducción curiosa aparece en el Gloria de la misa nueva. Durante siglos los teólogos católicos y protestantes han discutido sobre la traducción del saludo angélico a los pastores la noche en que nació Nuestro Señor. Los católicos han dicho siempre: "Gloria a Dios en las alturas. Y, en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad." Mientras tanto los protestantes han dicho: "Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra, buena voluntad a los hombres." La versión católica se basa en San Lucas 2:14, y San Juan 14:27--o sea, que Nuestro Señor y Salvador traía la paz a todos los que Le recibirían, a aquellos cuyas voluntades estaban dispuestas a hacer la voluntad de Dios. Así son los hombres de buena voluntad, pues no puede haber paz alguna para los hombres de mala voluntad, como se ve en Isaías 48:22: "No hay paz para los malvados." La traducción protestante tiene sus raíces en la doctrina de Lutero de "la fe solamente."
Se ve claramente que estas dos traducciones no son equivalentes en absoluto, e implícitamente representan dos credos distintos: uno católico y el otro protestante. En la misa nueva se encuentra el principio del Gloria traducido al español como: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor." El protestante no tendría ningún problema con esta traducción; seguramente puede sacar su propio significado de ella. Mientras el católico puede estar pensando de una forma, el protestante puede pensar de otra. Muy "ecuménico."
La Oración del Señor (El Padre Nuestro) sigue el mismo modelo en la misa nueva. Todos los católicos y los protestantes se dan cuenta de que las dos versiones son distintas en el final de esa oración. El católico termina con "líbranos del mal. Amén." La versión protestante añade "porque Tuyo es el reino, el poder, y la gloria, por siempre. Amen." Este final no se encuentra en los manuscritos más primitivos de la Biblia, sino es más bien una glosa que fue añadida al margen por un copista posterior. La Iglesia Católica siempre ha reconocido esta interpolación. Sin embargo, poco después del Padre Nuestro, la misa nueva añade: "Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor." Esta inserción, mientras no es heterodoxa en sí, claramente es una concesión a las sensibilidades protestantes para dar a la nueva liturgia el carácter ecuménico requerido por los modernistas.
< >¿Quién puede negar que las oraciones, como están empleadas en la misa nueva, hacen que se rece más como un protestante que como un católico? Mas, ¡nadie debería sorprenderse al pensar en los seis protestantes que ayudaron a componer este nuevo servicio!
En la Iglesia Católica, la misa es a la vez sacrificio y sacramento, y nosotros, como católicos, sabemos que para que sea válido un sacramento, ha de emplearse la "sustancia propia," o sea, materia y forma, y la "intención debida." El Papa León XIII nos dice: "En cuanto al pensamiento o intención, puesto que es algo interior por sí mismo, la Iglesia no pronuncia sentencia: pero tiene que juzgarlo en tanto que se manifieste exteriormente."


LA INTENCIÓN DEL SACERDOTE Y EL RITO MANIFESTADO EN PALABRAS, ACCIONES, Y SÍMBOLOS

La intención, pues, siendo algo interno no se puede adivinar, ¡pero puede y debe juzgarse por lo que se pone de manifiesto exteriormente! La Iglesia siempre ha usado tres métodos para demostrar "intención," muy especialmente en la celebración del santo sacrificio de la misa. Estos tres son: el habla, las acciones, y los símbolos.
Un símbolo de éstos, si se le puede llamar así correctamente, es el comulgatorio. En la Iglesia Católica el comulgatorio simboliza una linea divisoria, una "barrera santa" por decirlo así, que separa lo sagrado de lo profano, lo sobrenatural de lo natural, la distinción del "santo sacerdocio" separado del "sacerdocio común de los laicos." Permanece allí como un obstáculo magnífico que hace eco al mandato de Dios a Moisés: "¡No te acerques más! Pues el lugar en que estás es tierra sagrada." (Éxodo 3:5) "Tierra sagrada," ¡claro que sí! Porque es aquí donde los sagrados misterios tienen lugar, donde está el sacerdote como "Alter Christus" por los poderes sobrenaturales del santo sacerdocio de Cristo, y Le ofrece a Dios Padre la "hostia sin mancha," la "víctima pura," el "sacrificio perfecto," y donde Cristo mismo, por su amor indecible hacia nosotros, transubstancia el pan y el vino a Su cuerpo y sangre preciosos, igual que lo hizo el jueves santo hace casi 2.000 años. Y hace esto para que nos alimentemos con el "pan de vida" y participemos de su divinidad, al obedecer su mandato: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque Mi carne es verdadera comida y Mi sangre verdadera bebida." (S. Juan 6:53-55)
Al mismo tiempo, el comulgatorio sugiere a los fieles que se arrodillen ante la presencia real de su Señor y Salvador, y ¡que Le reciban de rodillas con reverencia, amor, respeto y adoración! "Porque yo soy Dios, no existe ningún otro... Que ante mí se doblará toda rodilla." (Isaías 45:22-23) Es de rodillas en el comulgatorio que los fieles manifiestan abiertamente su creencia en la verdadera presencia de Cristo en la hostia consagrada y el poder inequívoco del santo sacerdocio de efectuar una verdadera transubstanciación.
El comulgatorio es lo que simboliza la "mesa del banquete" donde los fieles participan del pan de la vida. Por el uso de este "símbolo" sólo, el comulgatorio, la Iglesia manifiesta claramente y magníficamente su intención en la misa.
En la Iglesia conciliar los comulgatorios han sido eliminados por la mayor parte. ¡Aquella "barrera santa" ha sido derribada! ¡Y ahora el santuario está pisoteado por los laicos como la Calle Mayor! Algunos como lectores, algunos como comentaristas, algunos como ministros extraordinarios, algunos hasta como bailarines litúrgicos, payasos, mimos y titiriteros. Ya no se arrodillan para la "sagrada comunión," sino permanecen de pie y lo reciben en la mano con tanto respeto exterior ¡como si se tomara un trozo de galleta!
Otro cambio introducido en la misa nueva es la omisión de una genuflexión significante--una omisión tan sutil que la mayoría de los católicos ni siquiera se fijarían en ella. En la misa tradicional católica, tan pronto que el sacerdote haya pronunciado las palabras de consagración ("Este es mi Cuerpo," "Esta es... mi Sangre, etc."), inmediatamente dobla la rodilla. Hace aquel acto de reverencia porque cree que, por virtud del poder de Jesucristo obrando en él como en un instrumento, el pan y el vino se transubstancian en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo mismo. En la nueva liturgia, sin embargo, el ministro no dobla la rodilla ni hace reverencia alguna a la hostia o al contenido del cáliz hasta después de que los haya elevado primero para que el pueblo los mire. ¿Una diferencia sutil? Sí. ¿Significante? ¡Totalmente! Porque representa precisamente la idea luterana del sacerdocio común del pueblo, en el que el sacerdote no es más que el designado de los fieles. Así, son los fieles quienes "consagran" el pan y el vino (o sea, ratifican el símbolo del Cuerpo y de la Sangre de Cristo). Así el ministro no hace ninguna reverencia hacia éstos hasta que el pueblo lo haya aceptado por su valor simbólico.
Todo esto, pues, se ha de tomar como un medio de expresión, una manifestación de intención, y ya que obviamente se expresa lo opuesto de lo que sabemos es la expresión católica, podemos concluir con seguridad que también se manifiesta una intención opuesta.
Esto se hace aún más claro cuando consideramos los seis protestantes quienes compusieron la nueva misa "en colaboración." Podemos suponer que todos subscribían el parecer de Lutero del sacerdocio: "Todos nosotros que hemos sido bautizados somos sacerdotes sin diferencia, pero aquéllos son ministros a quienes llamamos sacerdotes, escogidos de entre nosotros para que hagan todas las cosas en nombre nuestro, y su sacerdocio no es más que un ministerio. El sacramento de ordenación, por lo tanto, no puede ser más que un cierto rito para escoger a un predicador en la iglesia."
Se hace clarísimo que estas nuevas prácticas, cuando se escudriñan cuidadosamente, expresan una intención que Lutero mismo sancionaría y aprobaría.
El criterio de Lutero se puede ver en mucho del Novus Ordo en sus palabras, acciones, y símbolos. No hay diferencia entre el sacerdocio sacrificador y el "sacerdocio" general de los laicos. Esto conduce a la conclusión de que lo que puede hacer el sacerdote, lo puede hacer los laicos también.
La iglesia católica distingue entre el sacerdocio general o pasivo de los laicos por un lado, y el sacerdocio especial o activo del clero ordenado por otro. Por virtud del sacramento del bautismo, todos los laicos se admiten a la comunión de los santos y tienen el poder y el derecho de recibir los sacramentos. Esto se entiende como su sacerdocio en un sentido amplio. Más sólo aquellos elevados por la Iglesia a los poderes de las órdenes sagradas pueden confeccionar y administrar los sacramentos. Esto es el sacerdocio "activo."


EL SACERDOTE COMO REPRESENTANTE DEL PUEBLO NADA MAS

Ahora déjenos comparar la oración anterior a la consagración, la cual en el Novus Ordo se llama Invitación a la Oración y en la misa tridentina se llama simplemente por sus dos primeras palabras, el Orate Fratres.
La Invitación a la Oración hace que el sacerdote diga: "Orad, hermanos, para que nuestro sacrificio sea aceptable a Dios Padre Todopoderoso." En la misa tradicional, el sacerdote pide, "Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea aceptable ante el Dios Padre omnipotente."
Para el incauto o el indiferente puede parecer que no hay diferencia alguna entre estas dos frases; en esto exactamente se confían los innovadores. Las inferencias no producen ninguna alarma, mas el mensaje sutil se hace entender. Si se escudriña bien, hay una diferencia tremenda entre las dos. Para reconocerlo, hay que recordar la creencia católica de que el sacerdocio sacrificador es único; no es lo mismo, sino es superior en autoridad y responsabilidad al sacerdocio común de los laicos.
Fíjense como el latín se cuida de distinguir entre el sacrificio del sacerdote y el sacrificio del pueblo: "Mi sacrificio y el vuestro." Los distintos tipos de sacrificio se destacan, pues en la iglesia católica sólo el sacerdote puede ofrecer el sacrificio a Dios. Los laicos ofrecen sus sacrificios personales, sus penitencias, oraciones, obras buenas y sus vidas dedicadas a Dios, pero, ¡sólo el sacerdote puede ofrecer el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo!
Los laicos pueden y deben asentir de corazón y alma al Sacrificio que se ofrece sobre el altar. Como explica Pío XII en Mediator Dei: "Unen sus votos de alabanzas, de impetración y de expiación, así como su acción de gracias a la intención del Sacerdote, ante el mismo Sumo Sacerdote, a fin de que sean presentadas a Dios Padre en la misma oblación de la Víctima, y con el rito externo del Sacerdote." Sin embargo explica: "Para no hacer nacer errores peligrosos en este importantísimo argumento, es necesario precisar con exactitud el significado del termino “ofrecer”. La inmolación incruenta por medio de la cual, una vez pronunciadas las palabras de la Consagración, Cristo está presente en el Altar en estado de Victima, es realizada solamente por el Sacerdote, en cuanto representa a la Persona de Cristo, y no en cuanto representa a las personas de los fieles."
El sacerdote ofrece la misa "como representante de Cristo y no como representante de los fieles"--así es la enseñanza católica. Mientras la enseñanza de Lutero era: "Que ellos (los ministros) hagan todas las cosas en nombre nuestro (de los fieles)," lo cual hace del sacerdote estrictamente un representante del pueblo. En el Novus Ordo, esta distinción desaparece: "Orad, hermanos, para que nuestro sacrificio sea aceptable a Dios Todopoderoso." "¿Nuestro sacrificio?" ¿Es que son uno y el mismo? ¿Significa esto que el sacerdote y el pueblo pueden ofrecer el mismo sacrificio? Si es así, ¿qué clase de sacrificio es?
¿Pueden los laicos ofrecer la inmolación incruenta a las palabras de consagración cuando Cristo se hace presente sobre el altar en el estado de Victima? La iglesia católica dice que no. Si esto es lo que el Novus Ordo da a entender, ¡pues difícilmente puede ser católico!
Por otra parte, quizás la misa nueva no es un verdadero sacrificio, no es una verdadera representación del sacrificio de la cruz, sino simplemente un sacrificio de "alabanza y agradecimiento." ¡Pues tampoco es católica sino protestantismo cien por cien!
No importa que conclusión se intente sacar de esta astuta manipulación de términos, ha de terminar con la convicción de que el sacerdote en el altar de la misa nueva no es más que los "sacerdotes" sentados en el banco.
¡Y esto es exactamente lo que dijo Martín Lutero! El "sacerdote" según Lutero no era sacerdote en absoluto, sino sólo un ministro. Era simplemente alguien designado por los fieles para predicar el Evangelio. Presidía sobre la asamblea pero no tenía poder sobrenatural alguno.
Era uno designado por el pueblo, no por Dios. Las palabras de Cristo a los apóstoles, "No Me habéis escogido a Mí, sino que Yo os he escogido a vosotros," se tornen más bien en: "Ni vosotros ni Yo hemos escogido, sino que el pueblo os ha escogido." Ya se acabaron las Sagradas Escrituras. (del Vol. XIV, No. 1, 1992, pp. 9-14)
Los modernistas son astutos y bien preparados.
Se puede argüir que lo que vemos aquí no es más que una "traducción libre" del latín por motivos de brevedad, y que realmente significa lo mismo.
Para aquellos que no tienen estudios de latín esta táctica evasiva sí puede ser suficiente. Sin embargo, hasta un estudiante de primero de latín reconocería que ésta no es ninguna "traducción libre" sino definitivamente una mala traducción. "Meum ac vestrum sacrificium" en latín se traduce por "mi sacrificio y el vuestro." "Nuestro sacrificio" tendría que haber sido "sacrificium nostrum." Si, en mi clase de latín del instituto, hubiera hecho yo una traducción tan libre, habría recibido ¡un cero!
La verdad del asunto es que esto es exactamente lo que se propuso ser: nada de una traducción libre, sino una mala traducción intencionada y la omisión, toda designada para reemplazar la fe católica objetiva con una religión subjetiva y ecuménica. Y este escamoteo gramatical se extiende por toda la misa nueva.
Las palabras "beatus" y "sanctus"--que significan "bienaventurado" y "santo"--se dejan sin traducir en casi todos los casos donde aparecen en el latín. En el Gloria, las palabras "benedicimus Te," "glorificamus Te"--que significan "Te bendecimos," "Te glorificamos"--no se traducen. En la Profesión de la Fe, aparece una falsificación tan obvia que es difícil creer que los "especialistas" que hacen esta traducción pudiera haber tenido estudio alguno del latín. "Credo in unum Deum" significa "Creo en un solo Dios," y no "Creemos en Dios."
Estas alteraciones y omisiones predominan en la misa nueva ¡y puedes apostar de que no están allí por casualidad! Antes de la distribución de la Sagrada Comunión, hay una oración que la mayoría de nosotros sabemos tan bien que no se necesita ningún conocimiento del latín para reconocer como ha sido tan enormemente distorsionada en la nueva traducción: "Domine, non sum dignus," "Señor, no soy digno." El eco de las palabras del centurión romano a Nuestro Señor y una demostración magnífica de la fe que él tenía en el poder de Dios. Y ¿cómo se han traducido en la nueva misa? "Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum" se traduce como "Señor, no soy digno de que entres en mi casa," mientras que la verdadera traducción es: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo." La segunda parte, "sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea," se da como "pero una palabra tuya bastará para sanarme." La verdadera traducción es, "pero una palabra tuya y mi alma sanará."
Es bastante obvio que hay una aversión clara a la palabra "alma" en la misa nueva. Aunque aparece no menos de 12 veces en el Ordinario de la misa tridentina, ¡por mucho que he buscado, no podía encontrarla ni una sola vez en el Novus Ordo!
El esfuerzo de una persona ha revelado que hay mas de 400 errores en la traducción y la gramática del ordinario de la misa nueva y más de 200 palabras y frases se han omitido totalmente.
Mientras algunos puedan encogerse de hombros ingenuamente ante tal fraude atroz como casualidades sin querer, en cuanto a mí mismo, encuentro difícil creer que los "especialistas" fueran incapaces de una traducción verdadera. No tengo mas alternativa que concluir que se hizo deliberadamente con una intención específica: purgar aún más lo que sea católico de la misa nueva.
Cuando investigamos más a fondo encontramos que ademas de estas alteraciones y omisiones, en el Ofertorio el Novus Ordo suprime todas las oraciones y rúbricas (acciones) que aclaran en su ofrecimiento que están a punto de llegar a ser el Cuerpo y la Sangre de la Víctima Divina. El Suscipe, Sancte Pater, que tiene lugar en el ofrecimiento de la Hostia, está suprimido en la misa nueva: "Recibe, ¡oh Padre santo, Dios omnipotente y eterno!, esta Hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, y ofensas y negligencias, y por todos los presentes, y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos, para que, a mí y a ellos, nos aproveche para la salvación en la vida eterna. Amén." En el ofrecimiento del cáliz, también se suprime la magnífica oración Offerimus Tibi, Domine: "Te ofrecemos, Señor, el cáliz de salvación, implorando tu clemencia para que suba como suave aroma hasta la presencia de tu divina majestad, por nuestra salvación y por la del mundo entero. Amén."
Se suprimen la colocación de la Hostia sobre el Corporal, que recuerda la realidad del Cuerpo de Cristo, después de haber hecho la señal de la cruz con ella como recuerdo de la inmolación, y la súplica al Espíritu Santo para efectuar la renovación del sacrificio de la cruz: "Ven, Santificador omnipotente, Dios eterno, y bendice este sacrificio, preparado para tu santo nombre."
Todo esto se ha omitido y se ha reemplazado con una oración judía para antes de comer, ¡evocadora de una comida judía "Seder"! "Bendito seas Señor, Dios del universo, etc." COLABORACION DE: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar. Para el sr. JUAN CARLOS SÁNCHEZ de POLÍTICA y DESARROLLO (PyD) y DIARIO7 de SANTA FE DE LA VERA CRUZ.
COMUNICADO DE PRENSA DE MONSEÑOR FELLAY
Il Messagero publicó la noticia de una posible reconciliación de tres Obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con Roma. Esto último sería anunciado en ocación de la celebración de la Misa de acuerdo al Rito Tridentino por S.E. el Cardinal Hoyos el próximo 24 de mayo en la Basílica Romana Santa María Mayor.

El Obispo Bernard Fellay, Superior General de la FSSPX, no conoce nada de dicha historia y asegura que los cuatro obispos, y no solo tres de ellos, están bien unidos en su posición no cambiada en la defensa de la Tradición Católica de acuerdo a la línea de conducta del Arzobispo Lefebvre.

+ Bernard Fellay
Superior General

22 de abril de 2003
Martes de la Octava de Pascua
Menzingen

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