miércoles, 16 de septiembre de 2009

Adolfo Hitler, templario negro

Jamás otro hombre despertó tanto amor y tanto odio en tanta gente. Las masas se enfervorizaron con él como con nadie, dicen que gracias a los secretos de alta magia que el FÜHRER conocía como pocos; sin embargo, ¿pudo llevarse su secreto a la tumba? Más de medio siglo después de su crepúsculo wagneriano todavía no ha podido apagarse las llamas que provocó en los corazones de media Europa. Y actualmente que el nazismo intenta resucitar de aquellas cenizas, el espectro de ADOLFO HITLER nos revela la naturaleza mística en que se basaba su inmenso poder y los medios de que podemos disponer para exorcizarlo.

Por José León Cano

“Nos comunicamos directamente con Dios a través de ADOLF HITLER. No necesitamos clérigos ni sacerdotes”.

“Han pasado ya suficientes años como para que ADOLF HITLER pertenezca simplemente a la “historia” y, por ende, pueda ser contemplado sin apasionamiento. Y, sin embargo, somos conscientes de que no es así, de que su figura despierta no pocas pasiones. La sociedad, desde hace años, ya lo ha hecho. Pero lo cierto es que, al margen de cualquier valoración sobre sus ideas, su ejecutoria y sus acciones, hay hechos que deben ser investigados y analizados en su justa medida. HITLER llegó al poder mediante elecciones democráticas, obtuvo el apoyo mayoritario de las principales instituciones políticas, económicas, religiosas y sociales de su país, consiguió despertar el entusiasmo en la juventud de su tiempo, le arropó la Iglesia y hasta convenció a muchos de los intelectuales y científicos de su época. Su oratoria inflamó a las multitudes, que seguían casi en estado de éxtasis sus intervenciones públicas, y llegó a convencer a su pueblo y a media Europa de que la raza aria debía imponerse en el mundo por su superioridad. ¿Cómo fue eso ello posible? ¿Qué se escondía detrás del hombre que llevó al mundo a la mayor conflagración de la historia? ¿Fue un iniciado, como pretenden muchos autores, conocedor de la sabiduría oculta del TEMPLE y de las sociedades secretas de su época? Y, en cualquier caso, ¿qué hay de cierto en la aseveración de que era un esquizofrénico que guió a su pueblo en función de los mensajes que creía oír en su cabeza? Estas y otras muchos interrogantes necesitan respuesta porque pueden servirnos para comprender la historia y estar avisados para el futuro*

*Revista española “MÁS ALLÁ”, nº 68, octubre de 1994, p. 24-31. Artículo de JOSÉ LEÓN CANO. Jefe de redacción: ISIDRO-JUAN PALACIOS. Editorial. Publicaciones similares: SANTO GRAAL, PUNTO DE VISTA, CEDADE, entre otras.

*Así se expresaba el alcalde de Hamburgo durante el congreso del partido nacionalsocialista celebrado en Nuremberg en 1937, presidido por una enorme fotografía del Führer bajo la cual podía leerse: “En el principio fue el Verbo”. El ministro de Asuntos Eclesiásticos del Tercer Reich, por su parte, aseguraba a un periodista: “Ha surgido una nueva autoridad en lo que a Cristo y la Cristiandad se refiere. Esa autoridad es ADOLF HITLER…ADOLF HITLER es el verdadero Espíritu Santo”. Y, sin embargo, HITLER siempre afirmó: “No soy yo todavía el que ha de venir”. “Nuestro movimiento – comentaría también en privado a LENI RIEFESTAL – no pretende inmiscuirse en ningún tipo de reforma religiosa”. En cualquier caso, lo escalofriante es que millones y millones de alemanes sí creyeron que el Führer era una suerte de enviado. Y era una creencia que se extendía no sólo entre el pueblo, sino igualmente entre los intelectuales y científicos, entre los ministros y correligionarios del partido. Lo creyeron, incluso, hasta muchos de sus propios adversarios políticos. En Berlín, una prestigiosa galería de arte exponía un enorme retrato de HITLER totalmente rodeado, como por un halo, de copias de una pintura de Cristo. En la prensa se podían leer comentarios como el siguiente: “Mientras hablaba (HITLER) se oía crujir el manto de Dios en el salón”. Y a principios del otoño de 1933 se pudieron ver en Munich cuadros en los que se retrataba a HITLER vestido con la armadura de plata de los caballeros del Santo Grial.
Claro que demasiada fidelidad podía acercarse peligrosamente a la caricatura…
Lo cierto es que HITLER no se creía Dios, pero sí su enviado, un predestinado suyo. Se veía como depositario de los secretos del Temple, llegados a sus manos por intercesión divina al haber sido elegido – tal era su firme convencimiento – para llevar a cabo una misión destinada a cambiar definitivamente el rumbo de la Humanidad.
E independientemente del rotundo o negativo veredicto que predomina en la Historia actual, la figura de HITLER ha sido objeto de una propaganda tan torpe, al menos, como la que él mismo lo difundió contra los judíos. Y es que al limitarnos a ridiculizar al personaje se nos ha escapado lo esencial de su personalidad y muchas cosas han quedado inexplicadas. Porque ¿cómo un tipo aparentemente insignificante y sin estudios superiores fue capaz, en pocos años, de introducirse en los más niveles políticos, burlar a los líderes experimentados de las grandes potencias, convertir a millones de personas altamente civilizadas en enfervorizados seguidores y levantar el más poderoso aparato bélico del mundo consiguiendo ser obedecido hasta el final? Para mí no cabe duda de que además de creerse un avatar, todo esto sólo se explica si HITLER fue un “mago negro”, conocedor de los resortes secretos que son capaces de modificar la realidad la realidad hasta convertirla en el delirio adecuado a sus más íntimos y poderosos deseos.
Tras la fachada de los hechos históricos se esconden los hilos de una trama oculta que pocos de sus contemporáneos conocen. Y es preciso que el paso del tiempo y las sucesivas revelaciones ofrezcan una perspectiva desde cuya altura pueda verse con nitidez lo que ocultaba esa fachada.
Hy, sin embargo, estamos en disposición de conocer todo aquello que de haber sabido el ingenuamente entusiasmado pueblo alemán lo hubiera sumido en el más gélido de los estupores: ADOLFO HITLER no era un semidios, sino un personaje de tebeo que se había creído su propia historieta. Lo que sucede es que sucede es que su creencia era tan inconmovible que la epopeya dibujada en las viñetas pudo llegar a hacerse realidad, sin duda por un acto de magia genuina. Y fue así como el mundo, este mundo nuestro, fue llevado hacia la más espantosa de las tragedias. MICKEY MOUSE fabricando descontroladamente millones de escobas en la película Fantasía. Con la diferencia de que en la película del III REICH no hubo un mago verdadero con suficiente poder como para detener a tiempo la descontrolada mancia de aprendiz de brujo y de la secuela de millones de muertos que dejó a su paso.

*CONSEJO CONTRA LA ESVÁSTICA

El único contemporáneo de HITLER que advirtió en toda su monstruosidad la magia negra como fuente de los asombrosos poderes de HITLER fue otro mago, injustamente vilipendiado, llamado ALEISTER CROWLEY, miembro de la sociedad secreta ALBA DORADA, quien cuando fue juzgado por un tribunal inglés de justicia llegó a ser declarado por el juez “el hombre más perverso de Inglaterra”. Pero la verdad es que ALEISTER CROWLEY conocía de sobre el paño que se cortaba. Y así se lo hizo saber en 1940 al entonces inseguro y confuso WINSTON CHURCHILL, en un momento en que la posible invasión de Inglaterra gravitaba como una espada de Damocles sobre la cabeza de todos los británicos. Y CHURCHILL le creyó; hasta un punto tal que llegó a aceptar y poner en marcha una sugerencia de CROWLEY: aquella, según la cual, era necesario adoptar, frente el poder místico de la esvástica, la famosa “uve” de la victoria, lo cual no era otra cosa que un antiguo signo satánico (los cuernos del demonio). Con un emblema de tal magnitud – pensaba CROWLEY – se podría derrotar a HITLER. Y CHURCHILL lo aceptó. El pragmatismo inglés del líder conservador británico le llevó a estar dispuesto a aliarse con el mismo diablo con tal de vencer al temible enemigo. Literalmente.

*MONSTRUOS DE LA RAZÓN

Es otra historia engarzada en la misma Historia: la de las oscuras influencias ocultas de que fue beneficiario – y a la vez víctima – OCCIDENTE desde principios de siglo y, en especial, desde 1918. Finalizada la Primera Guerra Mundial, Europa despertaba de una pesadilla poblada por los monstruosos de la Razón y abría las esclusas, indiscriminadamente, al misterioso río del inconsciente freudiano y todas las corrientes irracionales, desde el refrescante surrealismo a los otros “ismos” del brazo en alto, mucho menos salutíferos. Una tormenta mística que se enreda con los últimos coletazos del romanticismo nacionalista del siglo XIX y que afecta por ello especialmente a los últimos países donde arraiga el sentimiento nacional: RUSIA, ITALIA y, en particular, ALEMANIA.
El “retorno” de los brujos no es cos de hoy, sino de las primeras décadas del presente siglo (s. XX). Y fue así como el destino quiso que HITLER fuera el catalizador de sus manifestaciones más tenebrosas. Lo quiso hasta el punto de hacerlo nacer – un 20 de abril de 1889 – en el pueblo austríaco de Braunau-am-Inn, cercano a la frontera bávara, tradicionalmente considerado un centro de médiums y videntes. Poca gente sabe que dos médiums, los hermanos SCHNEIDER, nacieron en el mismo pueblo, y que uno de ellos tuvo la misma ama de cría que HITLER.
Los que creen, como JUNG, que ciertas “casualidades” tienen sentido, no dejan de subrayar esta coincidencia, ni tampoco el hecho de que un niño de diez años llamado ADOLF HITLER formara parte del alumnado de una peculiar abadía benedictina, la de Lanbach, cuya singularidad consistía precisamente en estar plagada de cruces gamadas.
El nacionalismo alemán se solidificaría, manu militari, bajo la férula del canciller BISMARCK, pero necesitaba recurrir al mito para aglutinarse en la conciencia del pueblo. Las precoces cruces gamadas de la Abadía de Lambach fueron fruto de esa afanosa del mito que había emprendido, como algunos otros iluminados, el abad THÉODORICH HAGEN. El catolicismo de éste no le impediría ser un profundo conocedor de la astrología y las ciencias ocultas, ni interpretar el Apocalipsis de San Juan en un sentido mesiánico y milenarista. De hecho, formaría parte de un número creciente, el de los que empezaron a preconizar la llegada de un “Mesías” QUE SALVARÍA AL PUEBLO ALEMAN – depositario genuino del legado ario -, tanto de sus enemigos interiores como exteriores.
Las cruces gamadas de la abadía de Lanbach, donde el niño ADOLF HITLER le hace la fervorosa vocación del sacerdocio, son consecuencia de un viaje “iniciático” que al parecer emprendió el abad HAGEN en 1856 al Próximo Oriente. En su itinerario se incluiría una visita a Jerusalén, antigua ciudad-estado de los caballeros templarios, y a ciertas zonas del Cáucaso, presumible “cuna” de la raza aria y donde la esvástica, al igual que en la India, estaba considerada el estandarte solar de un pueblo emprendedor de conquistas por naturaleza.
La abadía de Lanbach fue, asimismo, un poderoso foco de atracción para los iniciados en los secretos del templarismo, esa mística del “mitad monje, mitad soldado”, cuyas reminiscencias, siquiera formales, tanto eco obtuvieron en la España franquista. No era extraño, por tanto, que otro peculiar monje, cisterciense en este caso, visitará allí a sus hermanos benedictinos. Hablamos de ADOLF JOSEPH LANG, a quien el pequeño ADOLF HITLER tendría de ver transitar muchas tardes paseando por el claustro de la abadía con un libro en las manos.
LANG, rubio y de ojos azules, era un ario frenético y fanático que había encontrado en la Orden del Cister – reformada en la Edad Media por BERNARD DE CLARAVAL, el autor de la Regla templaria – un impensable abrigo místico para sus delirios racistas. En 1900, poco después de su paso por Lanbach, se trasladaría a Viena, donde fundaría la Orden del Nuevo Temple, de la que se proclamaría Gran Maestre, asegurando que había recibido la iniciación nada menos que de un sucesor clandestino de JACQUES DE MOLAY.
Como se sabe, el último Gran Maestre del Temple murió en 1314 en una hoguera levantada en París por FELIPE EL HERMOSO. En todo caso, hay evidencias de que no por ello desapareció la mística templaria, lo que explicaría, por ejemplo, que al rodar en el cadalso la cabeza de LUIS XVI, una voz anónima entre la multitud revolucionaria gritase: “¡Has sido vengado, JACQUES DE MOLAY!”.

*DESDE VIENA, EL OCULTISMO SE DESPLAZA

La misma mística, si bien deformada por un racismo delirante, aparecía cinco años después de Ostara, una revista esotérica quincenal que adoptó como enseña la cruz gamada, publicación que tendría en el ya adolescente HITLER a uno de sus más apasionados lectores desde su llegaba a Viena, trocada ya so evocación sacerdotal por la pictórica. La revista la publicaría precisamente un tal GEORG LANZ von LIEBENFELS, a quien ya conocemos como ADOLF JOSEPH LANG.
El sedicente templario derramaría en l revista sus enfebrecidas elucubraciones: los no arios son seres no humanos y pueden situarse en la escala evolutiva apenas por encima del mono; la historia es otra cosa que la eterna lucha del Bien, encarnado en la raza aria, contra el Mal, que representan semitas y jafeítas. Los arios son la “obra maestra” e los dioses, y están dotados de fantásticos poderes paranormales, emanados de “centros de energía” y ciertos “órganos eléctricos”. Estos “poderes” aseguran la supremacía absoluta de la “raza superior” sobre cualquier otra. Los templarios han sido depositarios de secretos guardados durante milenios en centros iniciáticos del Himalaya, técnicas ocultas que permiten el “despertar de los dioses” en el corazón del hombre ario, dormidos a causa de la negligente tendencia a mezclarse con otras razas “inferiores”…”.

La Viena de principios de siglo ardería en esa peculiar calentura ocultista que se propagaría por todos los países germánicos durante la Primera Guerra Mundial 1914-1918 y que conocería su apogeo en el difícil e inestable clima de la República de Weimar. Astrólogos, videntes y profetas pulularon en la decadente capital de un imperio que se derrumbaba, cumpliéndose así, una vez más, el postulado de GOETHE: “En el ocaso de las civilizaciones aparecen los fantasmas”.
También las sociedades secretas de carácter esotérico proliferaban como hongos. El barón RUDOLF von SEBOTTENDORF crearía en 1912 la Sociedad de Thule, obsesionada por los mitos de Sambala y el Reino de los hiporbóreos, de la que algunos destacados nazis, entre ellos RUDOLF HESS, formaron parte. En 1918, e plena derrota alemana, KARL HAUSHOFER, propagador de la llamada Sociedad del Vril y poco más tarde recaudador de contribuciones del Partido Nacional Socialista, haría apología de la Kundalini al servicio de la raza aria mientras se encontraba en Munich, cuna del movimiento hitleriano, justo en el momento en que esta ciudad desplazada a Viena como capital centroeuropea del esoterismo.
HITLER aspiró ese ambiente viciado directamente y a pleno pulmón, alimentado en él su poderosa imaginación, cualidad indispensable de todo mago, ya sea blanco o negro. La leche que nutrió a uno de los hermanos SCHNEIDER, por otra parte, tal vez le confiriera ciertas facultades mediúmnicas. Según contó el mismo, durante la guerra mundial de 1914-1918, y mientras estaba cenando en una trinchera con varios camaradas, “repentinamente – explicó – pareció que una voz que me decía: “levántate y ve allí”. La voz era tan clara e insistente que automáticamente obedecí, como si se tratase de una orden militar. De inmediato me puse en pie y caminé unos veinte metros por la trinchera. Después me senté para seguir comiendo, con la mente otra vez tranquila. Apenas lo había hecho cuando, desde el lugar de la trinchera que acababa de abandonar, llegó un destello y un estampido ensordecedor. Acababa de estallar un obús perdido rn medio del grupo donde había estado sentado; todos sus miembros murieron” (de una entrevista periodística con JANET FLENNER).

*UNA VOZ INTERIOR LE GUÍA

En cualquier caso, la estructura de su pensamiento era mágica por antonomasia.
Aunque HITLER había leído mucho sobre una amplia variedad de temas, de ningún modo atribuyó su inhabilidad y aparente omnisciencia a ningún esfuerzo intelectual por su parte. Por el contrario, desaprobaba esas fuentes cuando se trataba de guiar el destino de las naciones. Su opinión del intelecto era, de hecho, relativamente negativa. En varias ocasiones declaró, por ejemplo, que “la formación de la capacidad mental es de importancia secundaria..Gente educada en exceso, abarrota de conocimientos e intelecto, pero desprovista de todo instinto sano…”.
Y era eso, el “instinto”, lo que – como todo mago – le guiaba. Su mano e pintor se mostraría mediocre, pero su alma de artista era genuina; y, como para todo artista – el arte y la magia son dos ramas del mismo tronco – tenía su daimon inspirador, su mediador con los dioses, que le dictaba en cada momento lo que tenía que hacer.
En el momento de la reocupación de Renania, en 1936, HITLER empleaba una extraordinaria figura retórica para describir su propia conducta: “sigo el camino que me marca Providencia con la precisión y la seguridad de un sonámbulo”.
HITLER creyó también que debía cumplir una misión especial; que había sido escogido para redimir al pueblo alemán y rehacer Europa; claro que ello no le importaba demasiado porque -afirmaba – una “voz interior” le iba comunicando los pasos que debía dar. Y esa sería esa mística lo que le conduciría por su por su camino, como él mismo definiera, “con la precisión y la seguridad de un sonámbulo”.
Por eso, en medio de una tormentosa crisis política o cuando sus decisiones inmediatas parecían más necesarias, por ejemplo ante una batalla incierta que se estuviera librando en esos momentos, HITLER abandonaba todo y se iba a su Nido de Águila del Kwhlstein, una especie de búnker de difícil acceso, donde se permitía el privilegio de quedarse sólo, entre los picos cubiertos de hielo de un paisaje impresionante; y, sencillamente, esperaba hasta escuchar su “voz interior”.
Poco importaba que esa se demorara poco, mucho o demasiado.
En una entrevista declararía: “Yo no juego a la guerra. No permito que los generales me den órdenes. La guerra la conduzco yo. El momento preciso del ataque será decidido por mí. Sólo existirá un momento, que estará realmente auspiciado, y esperaré ese momento con inflexible determinación. Y no le dejaré pasar… A menos que sienta la incorruptible convicción de que esa es la solución, no hago nada; ni siquiera si todo el partido intentara obligarme a proceder. No actuaré; esperaré, ocurra lo que ocurra. Pero si la voz habla, sé que habrá llegado el momento de actuar”.
Sin embargo, el verdadero poder de este templario negro estaba en su fe. Y la fe, como sabe cualquiera que esté mínimamente iniciado en las ciencias ocultas, es el auténtico motor de la magia. “Soy uno de los hombres más duros de Alemania que ha tenido Alemania durante décadas – le diría a un periodista -, quizá durante siglos, dotado de la más grande autoridad que haya tenido cualquier líder alemán…Pero, sobre todo, creo en mi éxito. Creo en él incondicionalmente”.
Quien puso bajo el retrato de HITLER la leyenda “En el principio era el Verbo” le hizo, sin saberlo, sin saberlo, la mejor definición. HITLER creía incondicionalmente en sí mismo porque tenía una fe ciega en su varita mágica de aquel artista no era el pincel, sino la PALABRA. HITLER ha sido, sin duda alguna, el más fascinante y fascinador orador de Occidente desde los tiempos de TEMÍSTOCLES.

*LA PALABRA: UNA VARITA MÁGICA

Pero la suya no era una oratoria al uso, ya que tenía mucho más que ver con el conjuro que con la conjuro que con la dialéctica. Parece ser a principios de la década de los años veinte HITLER tomó regularmente lecciones de oratoria y psicología de un individuo HANUSSEN, que también era astrólogo y adivino; y es más que posible que HANUSSEN hubiera tenido algún contacto con los grupos de adivinos, videntes y profetas de Munich, tan activos en esa época.
En cualquier caso, se lo hubiera revelado HANUSSEN, o se lo hubiera aprendido por sí mismo, HITLER sabía que para que un conjuro sea eficaz debe estar alimentado por el fuego de la emoción más sincera. Por eso en sus discursos se inyecta con la morfina de su propia y emocionada verborrea y crece; el diminuto HITLER se transforma en el gran Führer, lo que fascina al público, y esa fascinación repercute, como una llamarada de fuego, en la autoestima del orador (“lo semejante atrae a lo semejante”, de acuerdo con la conocida ley de la magia).
Cuanto más capaz era de convencer a la masa de la elevada antorcha de que se convencía a sí mismo a sí mismo, basándose en la teoría de que ochenta millones de alemanes no podían estar equivocados.
En ese anillo mágico que encerraba al pueblo alemán alrededor de su jefe se encuentra la grandeza y la tragedia del III REICH. El poder y la fascinación del Verbo de HITLER descansaron casi por entero en su capacidad de sentir lo que el público dado quería oír, y en manipular el tema de manera que excitara las emociones de la multitud. De esa magia tan particular y tan efectiva escribió STRASSER: “HITLER responde a las vibraciones del corazón humano con la delicadeza de un sismógrafo… lo que le permite, con una certeza que ningún don consciente podría otorgarle, actuar como un altavoz que proclama los deseos más secretos, los sentimientos y rebeliones personales de toda un nación”.
Sus discursos, sin embargo, eran recurrentes y pobres de ideas. Antes de llegar al poder casi todos sus intervenciones se centraban en la defensa de la unidad e identidad de Alemania y en quebrar el imperio de los marxistas. Pero el pueblo estaba entusiasmado. Lo que atraía a u audiencia no era tanto lo que decía sino cómo lo decía, de acuerdo con un esquema, repetido hasta la saciedad, cuyas simples y efectivas reglas eran las siguientes: jamás admitir un fallo o error; no reconocer que puede haber algo bueno en el en enemigo; no dejar lugar a las alternativas; nunca aceptar culpas; concentrarse en un enemigo cada vez y culparlo de todo lo que anda mal; y, finalmente, no amilanarse ante el grosor de las falsedades o infundios que se levanten contra uno. “El pueblo – afirmaba HITLER – creerá con más facilidad un gran mentira que una pequeña; si uno se la repite con bastante frecuencia, tarde o temprano el pueblo la creerá”.
El comienzo de sus discursos era lento, a la espera de “sentir” al público. Pero en cuanto descubría la naturaleza de ese sentimiento, el ritmo y el volumen aumentaban uniformemente hasta que, en el clímax, gritaba. La voz de HITLER se transformaba, para quien lo escuchaba, en la voz de Alemania. Todo esto estaba de acuerdo con la propia concepción de HITLER sobre la naturaleza de las masas, tal y como puede leerse en su libro “MI LUCHA”: “La psiquis de las masas – escribió HITLER – no responde a nada que sea débil o mediocre. Es igual que la de una mujer, cuya sensibilidad espiritual está menos determinada por razones abstractas que por un ansia emocional indefinible de satisfacción de poder y que, por tal razón, prefiere someterse al fuerte más que al débil…También la masa prefiere al dominante antes que al suplicante”.
Era tal el poder e fascinación de la oratoria hitleriana que muchos autores han comentando su capacidad para hipnotizar al público. Según STANLEY HOGH, “cuando en el punto culminan se balancea de un lado a otro, sus oyentes se balancean con él; cuando se inclina hacia delante, ellos también lo hacen----. Y cuando concluye, están reverentes y silenciosos, o de pie, en un delirio, según quiera HITLER”.
Las palabras, conforme enseña la tradición ocultista universal, desempeñan una función mágica, no por su significado, sino por la naturaleza de sus vibraciones sonoras. Eso HITLER lo sabía de sobre. Como también – aseguró haberlo aprendido de la Iglesia Católica – que la repetición machacona de determinadas consignas tiene el poder de penetrar en los niveles más profundas de la psiquis. A propósito de ello, dijo en una ocasión: “Sólo hay una determinada cantidad de lugar en un cerebro, una determinada cantidad de paredes, por así decirlo, y su uno lo llena con sus consignas la oposición no tiene lugar donde poner después ningún cuadro o fotografía, porque el apartamento del cerebro ya está abarrotado con el mobiliario de uno…”. Basta estar atento a las actuales campañas preelectorales o, simplemente, a los anuncios de la televisión, para darse cuenta de que estas tácticas hitlerianas han sido bien aprendidas por sus enemigos.
Pero lo que el poderoso mago HITLER no sabía, o no quiso tener en cuenta, es que una acción mágica, pero jamás puede saber muy duradera si obra a contrapelo de la naturaleza; y nada hay más alejado de la naturaleza – y del sentido común – que la idea de una “raza superior” dominando al resto de la Humanidad durante los “mil años” que iba a durar el Tercer Reich. ¿No quiso tenerlo en cuenta o, simplemente, no pudo? ¿Cómo podía compaginarse el agua mansa del templario y el cátaro con el aceite hirviendo del racista? ¿Hasta qué punto no asistió el mundo, en la comedia del “mitad monje, mitad soldado”, al secreto drama de la esquizofrenia?

*LA MENTE DE HITLER*

Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos, antecedente de la CIA, encargó al psiquiatra freudiano WALTHER LANGER un inusual y novedoso experimento: PSICOANALIZAR A ADOFLF HITLER de acuerdo que sobre su personalidad podía obtenerse entonces en su entorno, gracias el espionaje y la información de Inteligencia. Aunque a distancia, era la primera vez que se aplicaban los descubrimientos psicológicos contemporáneos no ha una figura histórica distante en el pasado histórico, sino a una viva. Las conclusiones de su informe de inteligencia biográfica constituyen uno de los libros más apasionantes que todavía hoy pueden leerse; su título, LA MENTE DE HITLER.

Al examinar las pautas de conducta del Führer, tal y como las observan sus colaboradores inmediatos, LANGER llega a la conclusión de que NO se trataba de una sola personalidad, sino de DOS, que habitaban el mismo cuerpo y que se alternaban. La imagen mística que ofrecía a la propaganda fue la del más humilde discípulo de sí mismo, el más severo de todos disciplinarios; la de UN MONJE MODERNO, en suma, con los tres nudos reglamentarios de la pobreza, la castidad y la obediencia. No comía carne, no bebía vino, no fumaba; y en repetidas ocasiones declaró que su “verdadero amor” era ALEMANIA. No recibió salario del partido y vivía de los ingresos de su libro, “MI LUCHA”.
El templario ADOLF era un individuo muy suave, sentimental e indeciso, que contaba con muy poca energía y que nada deseaba tanto como mostrarse agradable y ser entretenido y cuidado. Por el contrario, el soldado HITLER era una persona dura, cruel y decidida, con considerable energía, que parecía y estaba dispuesto a buscarlo y obtenerlo sin detenerse ante nada…ADOLF lloró a raudales por la muerte de su canario y adoraba a los perros; pero el mismo HITLER que gritó en pleno tribunal: “¡Rodarán cabezas!”.
¿Era un psicópata? Posiblemente. Pero la gran desgracia para Alemania fue que también era un MAGO que se las ingenió para convencer a millones de personas de que la imagen ficticia de su personalidad era verdadera Superman acabó destruyendo a CLARK KENT y a todos que creían que CLARK KENT era SUPERMÁN.
Lo dice, con otras palabras certeras, su contemporáneo y antagonista en el mundo de lo oculto, ALEISTER CROWLEY, (EL SATANISTA MÁS FAMOSO DEL SIGLO XX), cuando sin nombrar expresamente a HITLER, nos hace un inigualable retrato del personaje: “La magia blanca opera discretamente. No necesita atraer la atención ni provocar la atención ni provocar miedo o aprensión entre la gente, puesto que no pretende dominar el mundo. Por el contrario, la magia negra adora simultáneamente el secreto y el espectáculo, algo así como las estrellas de Hollywood. El verdadero mago negro busca dominar a los otros y encerrarlos en sus alas de cuero. Utiliza la angustia, siembre el terror y procura la ruina del mundo. Cuando encuentres a un mago negro, estudia bien sus ojos. Son los de un fanático, los de quien pretende con avidez dominar y manipular. Su máxima aspiración es la convertirse en un marionetista para mover los hilos de todos”.
JOSÉ LEÓN CANO.

Revista española “Más Allá”, nº 68, Octubre de 1994, p. 24-31, titulado “ADOLFO HITLER, EL TEMPLARIO NEGRO”, jefe de redacción: JUAN ISIDRO PALACIOS, y director: JOSÉ ANTONIO CAMPOY.

Edit.: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 307

En una reciente publicación, DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS nº 309, titulada Les soldats juifs de la Wehrmacht, de MARIE-PIERRE et JULIETTE LA CROIX.( Cfr. Lectures Françaises, nº 489, enero de 1998, p. 25-30), revela la sugestiva coincidencia con lo anterior.Conste. gspp.


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